Cruzaban el puente después de una noche larga de fiesta, llegaban a la fábrica y compraban un cruasán recién hecho. Con las torres del barrio Olibet como testigos mudos, el ritual se repetía todos los fines de semana. Cientos de jóvenes establecieron un primer contacto con la antigua panificadora Lekuona en ese momento nebuloso donde se abre un nuevo día y se desvanece el jolgorio. Errenteria ya no es la misma de hace 20, 30 o 100 años cuando alrededor del río Oiartzun se fueron asentando una veintena de fábricas con las que se acabaría bautizando al municipio con el sobrenombre de pequeña Mánchester. Desde la azotea de Lekuona Fabrika se distingue una densa columna de humo que sale despedida de la papelera. Es el último gran vestigio industrial que se mantiene en pie en Errenteria, donde últimamente la apuesta se dirige a la cultura y la creación artística.
El festival cosmopolita Atlantikaldia, Niessen kulturgunea y una programación estable de artes escénicas dan cuenta de ello. La terraza está pensada para acoger eventos al aire libre de pequeño formato, charlas, conciertos o presentaciones. Es muy agradable. Sus moradores, algo más de 20 trabajadores, ya bromean con montar una piscina y un bar con vistas en esta vieja panificadora que emerge ahora como símbolo de un nuevo tiempo. Este moderno edificio grisáceo de tres plantas, que desde fuera puede recordar a una fusión amable entre el Kursaal y Tabakalera, tiene como objetivo agitar la vida cultural de Errenteria.
Sobre su tejado cuelga un letrero que irá cambiando todos los días y con el que parecen jugar al despiste: en lugar de Lekuona, sus siete letras han conformado una nueva palabra para advertir sobre el carácter mutante del sitio. Los fondos y recursos de la biblioteca municipal (divididos en tres bloques temáticos, uno por planta: ocio, creación y conocimiento) se han establecido en el inmueble ocupando buena parte del interior.
En estos espacios se pretende que los libros, películas, videojuegos, cómics y ordenadores con conexión a Internet convivan con una serie de actividades que se llevarán a cabo en las denominadas herritar plaza. Se trata de una serie de zonas delimitadas por cortinas de colores donde colectivos ciudadanos de todo tipo contarán con un lugar en el que reunirse y hacer uso de sus recursos. El centro está perfilando un plan de trabajo -“junto a más de 200 ciudadanos»- para definir las acciones a desarrollar y cómo será exactamente su funcionamiento.
La joya de la corona, no obstante, se encuentra nada más entrar a la izquierda. Un grupo de operarios da los últimos retoques a un auditorio enorme llamado Sorlekua con capacidad para más de 600 personas sentadas. Todo es desmontable, explican sus responsables; desde las gradas hasta el escenario, que se estira como un acordeón varios metros para atrás y para adelante y puede llegar a acoger a unos 1500 espectadores de pie. En tiempos de COVID la cifra se reduce considerablemente y se quedará en 237 personas. Sorlekua será asimismo la sede de dos importantes figuras de artes escénicas del municipio, la compañía de teatro Dejabu y Kukai Dantza, que ensayarán sus espectáculos en el interior de esta instalación cultural.
Iker Tolosa es técnico de cultura en el ayuntamiento de Errenteria. Saluda a los primeros visitantes del edificio municipal. Preguntan dónde se sirven los pintxos y el zurito. “Ahí arriba, sube por ahí”, responde siguiendo el chiste. Iker era uno de esos jóvenes que en los años 90 pasaba por Lekuona a saciar el clásico apetito etílico de madrugada. Como muchos de sus paisanos, con la apertura de este centro cultural -que ha sufrido numerosos retrasos, cambios en su filosofía, sobrecostes y ha sido sometido al habitual pim-pam-pum político- se culmina una nueva etapa y se da carpetazo a otra bien distinta, como si los años de juventud diesen paso a la serenidad de la vida adulta. Un cambio de ciclo individual que también se puede leer en clave comunitaria. Y que atañe a una villa entera.
“Esta era una más de las muchísimas fábricas que había en Errenteria”, explica Iker en una improvisada visita guiada. “Representa un cambio de ciclo, donde se pasa del poder de la industria a una mirada estratégica en torno a la cultura y la creatividad que funcionan como una herramienta para el desarrollo económico, social y de cohesión ciudadana”, añade. “Esto no es un champiñón. No surge de la nada. Es el resultado de una sociología determinada. No es casualidad que tengamos premios nacionales de danza y de teatro. La primera asociación de vecinos del Estado nació en Errenteria. Responde a una lógica de municipio y a una manera determinada de funcionamiento. Aquí lo colectivo y comunal siempre han existido”, insiste Iker.
Cogobierno. Sinergias. Horizontalidad. Los responsables de Lekuona arrancan esta nueva era con grandes palabras. Lanzan la promesa de estrechar lazos con sus ciudadanos y pretenden desterrar así los clásicos tics institucionales con los que se vacían de contenido icónicos edificios culturales o bien funcionan de espaldas a sus vecinos. Gidaritza taldea es el órgano principal de Lekuona Fabrika. Participan políticos, técnicos y las dos compañías residentes con el objetivo de dibujar las principales líneas de acción; al mismo tiempo, aseguran desde este centro municipal, siempre dejan «abierta la puerta de acceso de la cultura a la ciudadanía”.
Lekuona ya está en marcha. Esta tarde habrá dos presentaciones literarias y mañana sábado se inaugurará el auditorio con el espectáculo de danza Al desnudo. El próximo sábado 5 de junio Olatz Salvador presentará Aho uhal, el segundo disco de su carrera en solitario.
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