Hace solo dos fines de semana Alex, del gimnasio donostiarra Moov, marchó con su novia al Pirineo, que para él es un lugar de reflexión e inspiración. Se le había pasado por la cabeza la posibilidad de ayudar de alguna manera a los refugiados que escapan del horror tras la invasión rusa de Ucrania, y se decidió: marcharía a la frontera polaca con un amigo.
Pero en muy pocos días, porque la realidad bélica y la generosidad viaja a mil por hora, su “relativamente sencillo” proyecto inicial ha crecido mucho: partirán pasado mañana miércoles hacia la frontera de Polonia dos furgonetas de 18 plazas, guiadas por no dos, sino seis personas de la repentina organización. Y no solo transportarán material solidario, sino que montarán allí un pequeño campamento humanitario y traerán a Gipuzkoa familias ucranianas conocidas aquí por gente de confianza.
La furgoneta prevista, cuenta Alex, creció súbitamente porque pronto se enteró del viaje una de las familias que traía niños de Chernóbil, ya que niñas que pasaban antaño los veranos en la capital gipuzkoana son hoy mujeres que huyen con sus hijos del “puto infierno”, describe el donostiarra de forma clara y sin tapujos; los quieren traer a “un mundo mejor”. Los adultos son mujeres, porque recordemos que los hombres mayores de edad no pueden salir de su país en guerra.
Además, Alex y sus colaboradores lanzaron entre otras iniciativas paralelas una campaña de microfinanciación o crowdfunding que les ha llevado a recibir un aluvión de rápidas donaciones (“la gente es la leche”, agradece), lo que les permitirá incluso levantar un rápido campamento in situ durante algunos días, desde su llegada prevista para el jueves por la noche. Estarán de vuelta en principio este mismo domingo, pues a pesar de su fascinante iniciativa… tienen sus trabajos y han de volver a ellos.
Minicampamento humanitario
La caravana marca como destino principal Medyka, localidad polaca en la frontera con Ucrania, pero también pasará en algún momento por Cracovia y otros puntos del país a auxiliar a más personas. Eso según el plan inicial, porque “cada día cambia, estamos todo el tiempo pendientes del teléfono”.
En Medyka pues quieren alzar dicho campamento y repartir ellos mismos la ayuda que han podido aportar. La idea es habilitar un lugar para cocinar para los refugiados, donde puedan también calentarse y descansar. Recalca que todo lo recaudado (7.500 euros por ahora, aunque la campaña sigue en marcha aquí) irá destinado a los ucranianos que lo necesitan. Y los gipuzkoanos solidarios comerán lo que coman ellos, dormirán en sacos en el suelo si es lo que tienen que hacer ellos, en definitiva vivirán como ellos en estos días.
En principio todo el material que lleven, incluidos tres generadores necesarios para que funcione la instalación, se quedará allí para quien lo necesite y garantizando que le vaya a dar “un buen uso”. No van a ciegas, porque manejan “varios contactos” en la zona, incluida una chica polaca especializada en derechos humanos. Y lo que más se pide allí, asegura, es comida y bebida.
El plan de Alex y sus colaboradores es ir ‘retransmitiendo’ sus avances (como ya han empezado a hacer) en una cuenta de Instagram creada para este casi repentino convoy.
Ayuda, pero con cuidado
Alex dice que hay gente que les ha llamado incluso “héroes” por su iniciativa, pero él no está de acuerdo. Simplemente opina que solo son transportistas repentinos que llevan la solidaridad de otros allí donde hace falta.
Además, lanza una advertencia para otros que les imiten con toda la buena intención: hay que saber bien a quién se trae, como se han preocupado de hacer ellos. Hay que hacer un listado, informar de sus nombres por la vía legal a los organismos competentes, porque con las guerras proliferan también las mafias relacionadas. Por su impulso ha encontrado gente que está “loca con ayudar”, a los que simplemente les pide “cuidado”.
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