La exposición Viajar para pintar. Sorolla en San Sebastián muestra en San Telmo Museoa las obras que el artista creó en la ciudad durante sus veraneos. Un verdadero regalo para los ojos del aficionado al arte, sí, pero en este caso también para todo donostiarra. Se podrá visitar entre el 17 de junio y el 15 de octubre.
Esta iniciativa del Museo Sorolla y la Fundación Museo Sorolla forma parte de la conmemoración de los 100 años del fallecimiento del artista y abre el proyecto titulado “Viajar para pintar”, que llevará su obra a los lugares donde fue creada. La muestra está comisariada por Acacia Sánchez Domínguez.
Un idilio con Donostia
La primera vez que Sorolla visitó San Sebastián fue en 1889, de regreso de París. Desde entonces y hasta 1921 viajó a San Sebastián, pintando cuadros al óleo, acuarelas, guaches y notas de color de los paisajes y la vida en la ciudad, todos ellos iluminados por la luz del norte que su maestría plasmó en suaves e infinitas tonalidades.
Pero la relación entre Sorolla y San Sebastián no se limitó solo al ámbito artístico o de veraneo turístico; lo cierto es que el pintor se integró bien en la sociedad donostiarra. Se conoce su activa participación en las numerosas actividades de la ciudad y en especial en las tertulias diarias del Café Oriental del Boulevard en donde departía amistosamente con Darío de Regoyos.
Sus veranos donostiarras también le permitieron mantener su vieja relación con Ignacio Ugarte, José Salís o con el doctor Juan Madinaveitia, y desarrollar nuevas y sólidas amistades como lo fue Rogelio Gordón.
De la colección de obras de Sorolla con la que cuenta actualmente el museo, nueve de ellas fueron donadas en el año 1937 por el propio Rogelio Gordón y otra en 1955 por los familiares de su otro buen amigo, el doctor Madinaveitia.
La luz cantábrica
Hay dos razones que motivaron la elección de Sorolla por San Sebastián y que estructuran la muestra. La primera de ellas es meramente pictórica, la cambiante luz del Cantábrico. Sorolla realizó un ejercicio de introspección al mudar los tonos de su paleta a una gama más suave y matizada, más acorde al cambiante clima del norte peninsular.
Reunida por primera vez en el Museo San Telmo, se presenta una cuidada selección de su afamada serie de vistas de El rompeolas, con el monte Ulía, o de paisajes del interior de San Sebastián, principales escenarios que cautivaron al maestro.
El segundo motivo es eminentemente social. En sus amplias avenidas y en la playa de La Concha se dieron cita tanto la adinerada clientela del pintor, como su nutrido grupo de amigos en un ambiente cosmopolita, todos ellos seducidos por el nuevo concepto de ocio al aire libre que trajeron los principios higienistas en alza.
En este contexto Sorolla encontró en la ciudad el lugar más adecuado en el que pintar sus pequeñas notas de color y así ejercer como el sagaz cronista social que fue a lo largo de toda su carrera.
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