Desde hace unas semanas el runrún en los alrededores de Tabakalera y Dabadaba no son las actuaciones musicales ni las actividades culturales que han vuelto con fuerza tras el fin de las restricciones. En la terraza de la sala de conciertos de Mundaiz, tras el concierto de los navarros Río Arga del pasado 30 de octubre, el foco de las conversaciones se puso en las reyertas entre vecinos en una casa contigua okupada. Las peleas entre estos jóvenes no son un asunto menor y, según recogen algunos testigos, incluyen heridas con arma blanca y agresiones violentas.
El bar Kaioa abrió sus puertas el 1 de agosto de 2019 en los soportales de la plaza Blas de Otero, a escasos metros de las escaleras de Tabakalera y la torre de Atotxa. Es un punto de encuentro habitual de los amantes del buen café, las tortillas y los vermuts. Sus dueños, Jon Sánchez y David Hernández, nunca pensaron que la situación en el barrio iba a tensarse tanto. El pasado domingo se vieron obligados a lanzar un grito de socorro en las redes sociales. En la cuenta de Instagram del bar escribieron lo siguiente: “¡Kaioa dice basta! Anoche fuimos escoltados a casa por la Ertzaintza. (…). Pedimos más seguridad en la zona. Queremos estar tranquilos. No queremos tener miedo. Copiar y pegar. Difundir”.
Sentados en una terraza encajonada entre los soportales, la torre y una caseta de obra que imposibilita la visión de la calle Duque de Mandas, ambos coinciden en que el fin de la pandemia ha terminado por “reventar” una situación que se venía gestando desde hacía tiempo. En su narración, describen un sinfín de altercados vandálicos y un clima irrespirable provocados, en su mayoría, “por unas 15 personas” que merodean por la zona y a quienes atribuyen peleas, rotura de cristales de negocios, robos a vecinos… “De un tiempo a esta parte, éste se ha convertido en un barrio muy diferente”, resume David.
“Antes no tenían mucho eco. Un día podías dar un aviso a la policía, como puede ocurrir en otros barrios, pero ahora pasa cuatro o cinco veces al día”, añade Jon. “Los ataques ocurren a plena luz del día”, se lamenta David. “Ya no esperan a que sea de noche, donde esto parece `Walking Dead´. Desde que se ha abierto la pasarela y se ha cerrado el túnel es un microcosmos maravilloso, un caldo de cultivo perfecto en el que tenemos una casa ocupada, una estación de tren y otra de autobuses y un flujo de paso de gente constante. Pensábamos que nos iba a dar más seguridad, pero no ha sido así. Ha sido todo lo contrario”.
En ese “embudo perfecto” se vivió este sábado el capítulo que desencadenó el desesperado SOS del Kaioa en las redes sociales. ¿Qué es lo que sucedió? “Fue un ataque psicológico en toda regla”, responden. “No hubo violencia ni se mostraron armas, pero aquel chico nos echó un pulso. Cuando de noche nos quedamos solos en el bar empezó a desmontar todo lo que había en la terraza. Nos retaba continuamente con la mirada. Daba miedo”.
Como medidas disuasorias, estos hosteleros proponen que el Ayuntamiento tome cartas en el asunto iluminando “la zona y los soportales, dotándole de una mayor presencia policial” y, asimismo, impulsando con “actividades culturales” el espacio mediante mercadillos periódicos e intervenciones artísticas. Visiblemente cansados ante una situación que no remite -“si seguimos hablando, de aquí a un rato puede pasar algo”-, pendientes de si abrirán o no el resto de la semana, terminan con un alegato a favor de la convivencia. “No se puede vivir así. Nadie debe vivir así. Pero no es solo por nosotros. Es por todos. Esto hace un daño tremendo, empezando por los colectivos de migrantes a los que se termina criminalizando”.
Deja un comentario