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La noche en que Anoeta despertó

Allá por el 19 de diciembre de 1993, a punto de recibir al Real Madrid, la Real Sociedad vivía un

Anoeta, en su versión anterior. Foto: sansebastianturismo.com.

Allá por el 19 de diciembre de 1993, a punto de recibir al Real Madrid, la Real Sociedad vivía un período de profundo desasosiego. Pocos equipos del mundo habrán sufrido un cambio de escenario de semejante calado: de la apretada y gloriosa caja de zapatos de Atotxa al nuevo Anoeta, que parecía una gigantesca astronave sobreiluminada. Y, por supuesto, el tartán, las ocho calles que alejaban a la afición de sus muchachos como jamás había sucedido en Donostia.

Así que todo eran incertidumbres ante la llegada del primer rival de campanillas que iba a pisar aquel perfecto y joven césped, que ya llevaba diez encuentros oficiales encima (siete de Liga y tres de Copa). En honor a la verdad, los merengues ya habían estado aquí, como veremos. Pero el preludio había sido casi de parranda: no era lo mismo.

AQUEL NUEVO ESTADIO: sí, el querido Atotxa se había quedado viejo. Son famosas las declaraciones de los jugadores realistas de la época dorada, describiendo su preocupación cuando los hinchas celebraban un gol y los banquillos y vestuarios temblaban, como avisando de una futura catástrofe.

Tras años de dimes y diretes, el club y todos los escalones institucionales posibles firmaron un macroconvenio el 14 de julio de 1989, con vistas a remodelar de arriba abajo la zona deportiva de Anoeta –ya existente, pero mucho más modesta que ahora-, y dotándola de una nueva pieza estrella: el estadio municipal, al que se mudaría la Real. El resultado, decían, iba a ser un complejo polideportivo que, en todo el estado, solo podría ser inferior al anillo olímpico de Barcelona.

La obra costó varios miles de millones de pesetas, si bien a la Real únicamente le correspondieron unos 500, algo así como el 10% del total. La escuadra donostiarra disputaría los partidos de Anoeta como inquilino, en principio durante 40 años. El gran peaje txuri urdin fue tener que transigir con aquella ancha y moderna pista rojiza, que rodeaba al pasto dejándolo como un oasis en mitad del arenal.

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Construcción del estadio de Anoeta, a principios de los 90. Foto: eltrajedelosdomingos.wordpress.com.

Las instituciones le veían potencial a ese recinto público multiusos que pretendía acercar los grandes campeonatos de atletismo a la ciudad, aunque fuera a costa de alejar a los futboleros de las gradas. No parece casual que, tras más de dos años y medio de obras, precisamente una competición atlética inaugurase la instalación, el 29 de junio de 1993: los XII Campeonatos de Europa de categoría júnior.

Y AQUELLA REAL: paradójicamente o no, ese mismo 29 de junio arrancaba en Zubieta la pretemporada de la Real Sociedad 93-94, a las órdenes del célebre ‘míster’ John Benjamin Toshack. La primera Real en ocho décadas que no tendría a Atotxa como feudo.

Por su parte, el galés sin pelos en la lengua comenzaba la tercera temporada de su segunda época al frente del equipo, tras un primer periplo de bastante éxito (1985-89) en el que los gipuzkoanos conquistaron la Copa de Rey 86-87. Después había dirigido precisamente al Real Madrid, y ganado la Liga 89-90 con goleadas de récord, para volver a la Real en la 91-92. Su equipo 92-93, el que despidió al campo viejo, pasó ciertos apuros. Pero, después de su etapa ochentera, Toshack conservaba crédito en Donostia.

La plantilla 93-94 se parecía bastante a la del curso anterior, y mantenía como tripleta extranjera a los dos medios lusos Oceano y Carlos Xavier, además del ariete bosnio Meho Kodro, que aún no había convencido del todo. Había muchos canteranos jóvenes pero ya titulares o casi, como Alkiza, Imaz, Pikabea, Luis Pérez o Imanol, y de los gloriosos 80 solo quedaba Larrañaga. Los principales refuerzos habían sido dos canteranos repescados años después: Loren, tras su controvertido paso por el Athletic y luego por el Burgos; y Albistegi, que dejó el ‘Súper Dépor’ para volver a su tierra.

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Meho Kodro. Foto: es.besoccer.com.

QUE VIENE EL MADRID (1): casi dos meses después de la inauguración oficial, el nuevo estadio abría por fin para el fútbol el viernes, 13 de agosto de 1993. Fue la famosa fiesta ‘Kaixo, Anoeta’, complementaria al ‘Agur, Atotxa’ que había cerrado el campo antiguo el 22 de junio. Como símbolo de aquella transición, varios niños se relevaron con una urna que contenía un pedazo de césped del viejo hogar, y que fue plantado en el centro del nuevo terreno de juego, entre los vítores de los poblados graderíos.

Hubo actuaciones musicales de Oskorri, de Luz Casal, de la Orquesta Mondragón. Y después, Real Sociedad-Real Madrid, amistoso festivo para que empezase el balompié: gran ambiente, el hijo pródigo Loren como autor del primer gol en Amara, 2-2 en el marcador y todos contentos. Pero aquello aún eran fastos; faltaban unas semanas para aterrizar en la incierta realidad.

La Real disputó su primer partido oficial en Anoeta el domingo 12 de septiembre de 1993: un 2-2 de Liga contra el Zaragoza. El público trataba de apoyar, pero estaba claro que aquello no era lo de antes. La hinchada donostiarra nunca habría sido definida como la más vociferante del panorama, y ahora además ya no estaba en condiciones de robarle el balón al que sacaba de banda, donde sí llegaban antes las manos osadas.

Eso, arriba; bajando al pastizal, algunos futbolistas de entonces admiten que hasta el césped se les hacía también raro: el balón corría rapidísimo, ‘demasiado perfecto’. El de Atotxa era mucho más pesado, el nuevo invitaba más a la técnica que a la fuerza, y a eso también había que adaptarse.

QUE VIENE EL MADRID (2): Hasta recibir de vuelta a los madridistas el 19 de diciembre (16ª jornada de Liga), el conjunto donostiarra se había comportado como un ave de vuelo errático, que jamás se sabía si iba a despegar o despeñarse. En general, había conseguido más resultados que aplausos, y estaba en 9º puesto de la tabla.

Aquel que dirigía el estudioso Benito Floro tampoco parecía el mejor Real Madrid, club acostumbrado a ganar casi siempre pero que había dejado escapar las dos Ligas anteriores en sendas pesadillas finales en Tenerife. Aun así meses antes, en la temporada anterior, los del centro ibérico se habían despedido de Atotxa propinándole a la Real un dolorosísimo 1-5.

Por si fuera poco, el gigante blanco viajaba eufórico a Donostia, tras haberle ganado la Supercopa de España al Barcelona solo tres días antes, protagonizando a continuación una sonada vuelta de honor en pleno Camp Nou. En cambio, cinco días atrás la Real había sido apeada de la Copa del Rey por el Sevilla…

EL PARTIDAZO: los que estuvieron allí –unos 22.500 espectadores- no lo olvidarán, porque la Real se comió al Madrid desde el pitido inicial de las 19.00 horas, plena noche en invierno. Los de casa trabajaron mucho pero sufriendo menos de lo esperado, y se desplegaron alimentados por el sonoro y energético apoyo de la grada. Echándole garra, presión, ocasiones y tramos de gran juego, los gipuzkoanos maniataron a los ‘merengues’, vestidos de morado para la ocasión.

Toshack sorprendió a la prensa con una defensa de cuatro piezas –casi todos esperaban cinco-, y sobre todo incluyendo en ella al delantero Loren, que seguiría como central el resto de su aún larga carrera. Estuvo soberbio, como los demás, incluido el portero Alberto las pocas veces que se acercaron los capitalinos. Y el primer gol llegó enseguida: falta lateral que sacó Uría con gran efecto y cabeceó de forma impresionante Luis Pérez, cerca de la escuadra. Las oportunidades siempre fueron más de la Real, por ejemplo un larguerazo del propio Luis.

A la media hora, segunda bofetada contra el Real Madrid, aunque se la propinara él mismo: forcejeo entre Oceano y Hierro, y manotazo del andaluz del Real Madrid a la cara del caboverdiano, que se fue al suelo. Tras ver la roja directa, Hierro se encaró con el colegiado Gracia Redondo y uno de sus linieres, mientras las cámaras y micros de Canal + se recreaban con su famoso y reiterado “no sabes cómo jodernos” (pronúnciese con marcado acento malagueño).

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Hierro: «No sabes cómo j…».

Con uno más durante dos tercios de la pugna, y por delante en el marcador, realmente los txuri urdin solo pasaron apuros puntuales, y menos aún desde que Kodro aprovechó un mal despeje del zaguero Nando para internarse hasta el pico del área chica y soltar un violento zurdazo cruzado, otra vez imposible para Buyo (2-0). De ahí al final, el jolgorio fue extremo en la noche donostiarra, incluida la Marcha de San Sebastián a capela y… hasta el himno del Barça, por molestar. Había sido el último partido de 1993, que dejaba una bonita sonrisa prenavideña.

Datos del encuentro:

REAL SOCIEDAD (2): Alberto; Fuentes, Loren, Albistegi, Uría; Imaz (cap.), Carlos Xavier (Larrañaga, m. 56), Oceano, Alkiza; Luis Pérez y Kodro (Lumbreras, m. 76). Entrenador: John Toshack.

REAL MADRID (0): Buyo; Luis Enrique, Nando, Sanchís (cap.) (Dubovsky, m. 56), Lasa; Míchel, Milla (Ramis, m. 65), Hierro, Prosinecki; Alfonso y Zamorano. Entrenador: Benito Floro.

– Goles: 1-0 (m. 3): Luis Pérez, de cabeza. 2-0 (m. 64): Kodro.

Árbitro: Gracia Redondo. Sacó roja directa al madridista Hierro en el minuto 31, por un manotazo a Oceano. También mostró amarillas a Loren, Fuentes, Imaz y Alkiza (Real Sociedad) y a Alfonso (Real Madrid).

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Zambombazo de Kodro: 2-0.

Y DESPUÉS: la Real 93-94 prosiguió con sus altibajos previos, y terminó aquella campaña en un anodino 11º puesto de la tabla. Kodro, eso sí, se destapó como uno de los mejores delanteros de la Liga, y marcó 23 goles (casi el doble que en la temporada anterior), solo por detrás de Romário y Suker en el ‘Pichichi’.

Efectivamente, aquel 19 de diciembre de 1993 la grada demostró que también podía prender el fervor donostiarra pese al tartán como lastre. Pero, en las mismísimas declaraciones pospartido, Toshack dijo algo que ahora suena a premonición: “La Real disfruta más contra equipos como el Madrid o el Barcelona. Los aficionados animan más, y los jugadores están más motivados”.

Tantos años después, se puede decir que ambientes como el de aquella primera gran noche se han limitado sobre todo a las grandes ocasiones. La prueba es que, tras un cuarto de siglo de amagos, la pobre pista de atletismo ha sido borrada del mapa.

Está claro que la apuesta por aquel espacio ‘híbrido’ fracasó: el estadio municipal de Donostia nunca ha acogido campeonatos atléticos de auténtica talla internacional. Y, como dice el tópico, quién sabe cuántos puntos de menos habrá sumado la Real por déficit de calor humano.


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