El pintor, profesor de pintura en Atzegi y DJ Ibon Gurrutxaga (Donostia, 1982) expone en el Rincón del Arte de la Avenida de Madrid 18 una exposición en la que priman las figuras humanas. Sus nuevos cuadros son acrílicos sobre tabla, mantienen cierta unidad estética y están cargados de simbolismo. Gurrutxaga tiene también desde hace más de un año otra exposición en la librería Re-Read en Gros.
Anteriormente su estilo se identificaba con la fragmentación, con cuadros que recordaban a mosaicos. ¿Cómo ha llegado a este giro?
La figuración era mi asignatura pendiente. Quería demostrarme a mí mismo que podía hacerlo. Reconozco también la influencia del también pintor Gato Urbistondo, con el que comparto estudio en Loiola. Ahí es donde he estado trabajando el retrato durante el confinamiento, tomando modelos de las revistas. He estado muy a gusto trabajando ese género. Me ha venido bien para mejorar la técnica de construcción de las figuras humanas.
Resulta sorprendente que la exposición está montada en el escaparate de la tienda.
Resulta también higiénico, porque así los visitantes no tienen que entrar al interior de la tienda. Estoy encantado de exponer en el Rincón del Arte, donde suelo enmarcar mis cuadros. Lo lleva Gorka Santamaría, que es del tipo de gente que me gusta, entre culta y callejera, y que prima el conocimiento sobre el beneficio.
En la exposición prima la figura de Demeter, diosa de la agricultura, representada en tres tablas cargadas de elementos simbólicos.
Sí, esa obra es anterior al confinamiento. Son tres versiones, dos son preparatorios y la tercera el cuadro final, de mayor formato. El elemento que podría resultar más polémico es la esvástica griega en lo alto del cuadro. Esa aspa representa los ciclos. La gran máquina cosechadora debajo de la diosa simboliza la industrialización de la agricultura. Hay también una cabeza de amapola de odio que aporta al cuadro la dimensión medicinal, no en vano el gigante de la agricultura transgénica Monsanto, cuyo logo incluye la pintura, está ahora aliado con la farmacéutica Bayern. Por último, he rendido tributo a los negros del Colacao, que aparecen como denuncia de la esclavización ligada a los cultivos.
En otro de los cuadros, una chica abraza a una especie de zombie.
Esa obra representa a Eros y Tanatos, el amor y la muerte, las energías que mueven el universo según Freud. La estética está inspirada en Gustav Klint. El ‘zombie’ es Mateo Morral, un anarquista español al que mataron después de que intentara acabar con el rey. Tiene color de cadáver y un orificio de bala en el pecho, pero está entre la muerte y la vida. Quiero transmitir que lo muerto mediante el romance revive, y que la vida es muerte más romance. La chica del cuadro tiene un color intenso porque representa a la vida, al igual que las rosas que lo completan.
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