Cruzar el umbral de la factoría Albaola de Pasaia supone sumergirse en los balleneros vascos del siglo XVI. En un actividad de riesgo gracias a la cual se iluminaba Europa con aceite de ballena. Y en una una tradición histórica que ha quedado en el ADN del pueblo vasco. Entrar en Albaola, en fin, es introducir a los visitantes en aventuras dignas del mejor cine.
La factoría marítima, que recibió 60.000 visitas en 2019, lleva un año complicado por dos causas: la pandemia (con sus restricciones) y el derrumbe que permite a llegar hasta allí exclusivamente en barco. Todo ello llevó a sus responsables a cerrar durante un periodo de tiempo para tomar aire.
Cabe recordar que Albaola ofrece a los visitantes el traslado gratuito en barco desde el muelle de Hospitalillo en Trintxerpe. Y que hay que reservar plaza antes de acudir para respetar los aforos y las restricciones correspondientes (943392426/ [email protected]).
Llegar a la factoría en barco supone, lejos de un problema, el ingrediente ideal para que los viajeros se vayan ambientando.
Siglos atrás
La nao San Juan es la joya de la corona de la factoría. El trabajo que supone lograr una réplica es inmenso y está cargado de romanticismo. Merece la pena recordar cómo se metió el presidente de Albaola, Xabier Agote, en esta aventura.
Hace veinte años se aprovechó un pequeño astillero de San Juan para recuperar la tradición de construir barcos de madera «y recuperar parte de esa historia que se va perdiendo». Después de diez años la iniciativa se trasladó al enclave que ocupa la factoría en la actualidad y que se encontraba abandonado.
Por aquel entonces Xabier Agote vio en la portada de National Geographic que habían encontrado un ballenero del siglo XVI hundido (con su txalupa correspondiente) en la costa de Canadá. Era la nao San Juan, construida en Pasaia.
Agote viajó para ver el hallazgo en primera persona y de aquel acontecimiento nació la réplica de la txalupa y un primer reto, la expedición Apaizac Obeto entre Quebec y Red Bay, que quedaría inmortalizada en un documental (tráiler aquí).
De aquella semilla también nació el objetivo, mucho más ambicioso, de hacer una réplica del ballenero San Juan. Si se había logrado construir la txalupa con detalle y fidelidad a la tradición… ¿por qué no ir más lejos?
En 2014 se encaró este proyecto abierto de cara al público y subvencionado en su mayor parte por empresas privadas. La nao se reconstruye desde entonces a escala real y con los mismos materiales que la original que se hundió en la costa canadiense.
En la factoría el visitante se enfrenta con el esqueleto de la nao y resulta impactante: 14 metros de haya se han utilizado para hacer la quilla y un roble «muy especial» conforma las cubiertas y el casco. «En el siglo XVI buscaban las piezas en las ramas siguiendo la veta natural porque eran las más resistentes. Como era complicado empezaron a dar forma a las ramas, a guiarlas con las podas y con cuerdas para que 80 años después pudieran ser usadas para los barcos. De esta forma los bosques empezaron a ser gestionados de cara a la construcción naval», explican durante la visita.
Los mástiles de la nao San Juan son de abeto traído desde Irati. Y para que los cabos sean de cáñamo, como los de antes, se está recuperando también el oficio de cordelero. De hecho trabajan con una máquina que es una réplica de la última cordelería que funcionó en Hondarribia.
La reconstrucción de la nao ha supuesto la apertura de la Carpintería de ribera Lance Lee. «Aquí es casi imposible encontrar un carpintero de ribera. Ahora hay cuatro contratados y hace poco se jubiló el más veterano. También hay voluntarios que vienen cuando quieren y en este momento tenemos a 18 alumnos llegados desde Francia, Bélgica, Grecia, Italia, Brasil…» Producto de su trabajo en Albaola hay embarcaciones construidas como marca la tradición y que están a la venta.
Tirando del hilo
En 1565 el ballenero San Juan, construido en Pasaia, se hundió en aguas del Atlántico Norte, en la costa de lo que más tarde se denominaría Canadá. En 1978 arqueólogos canadienses encontraron el pecio del San Juan en Red Bay.
¿Por qué sabemos tanto sobre esta nave en la actualidad? Principalmente porque la historiadora Selma Huxley descubrió en los años 70 unos primeros documentos, se presentó en Oñati y tiró del hilo. En el archivo del Consultado del Mar de Burgos logró averiguar la ubicación del ballenero y se fue a Canadá para contarlo. Gracias a esta mujer recientemente fallecida se encontró la nao 500 años más tarde de su hundimiento en buen estado por la temperatura del agua. Pero hay más.
Tal y como recuerdan durante la visita, sin los documentos no sabríamos de su existencia y hay muchos gracias al pleito que siguió al hundimiento de esta nave. «En cada ballenero cabían mil barriles de aceite y cada uno de estos barriles costaba unos 4.000 euros. Los balleneros movían mucho dinero. Por eso conocemos la historia del San Juan. Porque se hundió con 900 barriles y hubo muchos pleitos. Además el barco estaba asegurado en Burgos. Todos los papeles que han dado origen al hallazgo son de los pleitos», narran durante la apasionante visita.
Un regalo
Mientras la nao San Juan cobra forma y se acerca la consecución del sueño, Albaola crece como centro de formación internacional y como una visita obligada en Gipuzkoa sumergiendo a quien acude en una época que ahora parece un sueño.
Son tiempos difíciles y la factoría no escapa a las restricciones de la pandemia. Por no hablar del desprendimiento que la mantiene inaccesible por tierra. En todo caso y mientras la situación mejora serán un regalo las ocasiones en que abra sus puertas a los visitantes.
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