El escritor Gorka Calzada (Donostia, 1977) asegura que «toda la literatura está hecha de recuerdos e invenciones». Su primera novela lleva por título precisamente ‘Recuerdos e invenciones de Myrtle Beach’, y le sirve para celebrar las bellezas diferentes, fuera de la norma, y abordar las trampas de la memoria, así como los límites del arte. «Siempre he pensado que ésta era una novela muy compleja y ambiciosa, y hasta que no consideré que era capaz de escribirla en condiciones, no intenté publicarla», asegura Calzada de este libro, cuyo editor señala como «una novela necesaria».
¿Es tan difícil publicar como dicen?
En principio te diría que sí, sobre todo si no tienes agente. Yo con esta novela pasé más de un año mandándola a editoriales. Aunque al día siguiente de mandarla a Alberdania recibí una llamada muy entusiasta de su editor. O sea, que si Alberdania hubiera sido mi primera opción, no me habría costado mucho publicarla. Por eso también te digo que, a pesar de los miles de manuscritos que se rechazan todos los días, si un libro tiene la calidad literaria suficiente, es raro que finalmente no llegue a publicarse.
¿Por qué crees que Alberdania apostó por tu novela?
Yo creo que fue una apuesta personal de su editor, Jorge Giménez Bech, que vio algo en ella. Sé que le gustó mucho el estilo, y me imagino que también los temas que trato, tan poco habituales. Cuando lo conocí me dijo que creía que era una novela «necesaria», signifique eso lo que signifique.
¿Cómo fue tu trabajo de librero?
Como librero trabajé unos pocos meses, haciendo sustituciones en verano y en navidades, y el trabajo me encantó (no tanto el horario ni el sueldo). Para mí era un privilegio poder pasarme horas entre libros. Ordenándolos, haciendo recomendaciones a los lectores… Mi momento preferido del día era cuando llegaba el repartidor con las cajas: abrirlas e ir descubriendo las novedades.
¿Sigues ejerciendo de profesor de escritura?, ¿por qué hay tanto aspirante a escritor?
No, hace ya unos años que no doy clases de escritura, aunque estuve dándolas durante más de diez años y las disfrutaba mucho. De hecho, una de las tramas más importantes de mi novela transcurre en un taller literario. Ahora tengo un trabajo a media jornada que me permite dedicar el resto de mi tiempo a escribir libros, aunque echo de menos enseñar a escribir literatura. Si alguien me hiciera una propuesta interesante, volvería de cabeza.
Yo creo que hay mucho aspirante a escritor por la misma razón que hay mucho aspirante a músico, a pintor o a director de cine: la necesidad de expresarse de forma artística o creativa. Otra cosa ya son las fantasías de la gente, que se imagina este tipo de profesiones como algo con mucho glamour o sofisticación y le encanta decir que es escritor, músico, pintor o director de cine. Como si serlo te convirtiera automáticamente en alguien especial.
¿No temes exponerte a través de tus personajes?
En absoluto. Como ya te he comentado antes, escribir es una forma de expresarse, e independientemente de lo autobiográficas que sean sus obras, yo creo que todos los escritores se exponen. Es como lo que dijo Flaubert: «Madame Bovary soy yo». Pues yo podría decir lo mismo, porque todos mis personajes tienen algo de mí: «Elías Ibarra soy yo, Jacqueline Dublanche soy yo, y Maximilian Petrenko soy yo». Luego, inevitablemente, está la curiosidad de la gente por saber qué partes son inventadas y cuáles no. Aunque eso en realidad da igual, porque una vez que se vuelca en el papel, todo termina convertido en lo mismo: en literatura.
¿Cuánto hay de Gorka Calzada en Elías Ibarra?
Pues la verdad es que mucho, aunque no tanto como algunas personas piensan. La novela habla de los recuerdos e invenciones que Elías tiene de Myrtle Beach, aunque al mismo tiempo son además mis propios recuerdos e invenciones, porque yo también estuve en Myrtle Beach. De hecho, cuando mi madre leyó el libro, lo primero que me dijo fue: «¿Pero tan mal lo pasaste en Myrtle Beach?» Tuve que aclararle que había exagerado mis recuerdos para dar más dramatismo a la novela.
¿Y hay algo de tu novia Ana en Jacqueline Dublanche?
También, claro, pero no solo de Ana, sino de todas las parejas que he tenido y de muchas otras personas. Ten en cuenta que cuando escribí la primera versión de la novela, en 2004, aún no conocía a Ana. Ni siquiera había estado en Myrtle Beach. Esa parte de la trama la incorporé mucho después.
¿Por qué te vas hasta EEUU para ambientar tu primera novela?
No fue nada premeditado. Es verdad que en la época en que empecé a escribirla yo leía mucha novela norteamericana, y que tanto la literatura, como la música o el cine de este país han formado una parte importante de mi educación sentimental. Aunque no estoy seguro de que ése sea el motivo. La idea para la novela (que empezó siendo un cuento) se nos ocurrió a medias a Alejandra, mi pareja de entonces, y a mí. Tuvimos un montón de conversaciones que sirvieron para desarrollar la trama, que todavía incluía únicamente la relación entre Elías y Jacqueline. Lo que estaba claro era que tenía que ser una ciudad extranjera, para subrayar la sensación de desamparo de Elías, y lo bastante grande como tener una escena artística importante. Por eso pensamos en Nueva York. Lo de Myrtle Beach llegó después. Necesitaba un tema para la novela que Elías iba a escribir en Nueva York, y pensé que podía ser buena idea contar algunas de mis experiencias en Myrtle Beach.
«El cuerpo herido, el cuerpo incorrecto, el cuerpo político, el cuerpo objeto». El cuerpo del hombre (Elías) como objeto en el arte de la protagonista (Jacqueline). ¿Pediste consejo para esta audaz incursión en el feminismo?
Claro, leí muchísimos libros, vi documentales… Porque una de mis mayores preocupaciones era que alguien pensara que me estaba entrometiendo. Porque, al fin y al cabo, ¿qué puede aportar al diálogo feminista un hombre heterosexual y cisgénero? Tenía miedo de decir chorradas sobre el tema, así que me documenté mucho para cerciorarme de que no las decía. En la novela, Jacqueline es una estudiante de arte que tiene que hacer un trabajo para su asignatura de Arte y Feminismo. Entonces decide hablar sobre la responsabilidad de los hombres en el feminismo y, por extensión, en el arte feminista. Harta de ver mujeres desnudas en muchas obras supuestamente feministas, ella decide poner en la suya a un hombre desnudo. Antes de publicar la novela, se la di a leer a algunas amigas muy comprometidas con el feminismo y me dieron el visto bueno. Ya te digo que para mí eso era muy importante.
Las trampas de la memoria. El protagonista mezcla recuerdos e invenciones y al final no puede distinguirlos. ¿Te ha pasado a ti? ¿El proceso creativo puede enloquecer?
No, por fortuna a mí no me ha pasado, que yo sepa, aunque debe de ser algo muy común. Una vez leí que la parte del cerebro encargada de los recuerdos y la encargada de la imaginación están muy cerca, y que no es extraño que recuerdos e invenciones puedan confundirse. Esto es muy fácil de comprobar. Basta con que dos personas que pasaron a la vez por la misma experiencia traten de recordarla. Es muy probable que sus recuerdos difieran. En cuanto a lo de enloquecer durante el proceso creativo, tampoco me ha pasado, así que no soy la persona más adecuada para responder a la pregunta.
¿Dónde pondrías los límites del arte?
Yo creo que en principio el arte no debería tener más límites que los que impone la ley. Es decir, no dañar físicamente a nadie. Aunque sí que creo que el arte debería servir para perturbar conciencias. Ahí no le pondría límites.
«A sus 32 años todavía aspira a convertirse en escritor». ¿Hay un límite de edad?
Desde luego que no. Te lo digo yo, que he publicado mi primera novela con 45 años. Lo que ocurre en «Recuerdos e invenciones de Myrtle Beach» es que Elías ve que, a su misma edad, sus amigos ya tienen empleos estables, casas, hijos… Y él todavía sigue buscando su sitio. Eso le produce cierto resquemor, aunque tampoco quiere lo que tienen sus amigos. Hay en él mucho miedo a la madurez y al compromiso. No es casual que sus compañeros, tanto en el parque de atracciones como en la Universidad, ronden todos los veinte años de edad.
¿Crees que has encontrado tu «voz propia»?
Pues, aunque pueda sonar arrogante, te diría que sí. Y no lo digo solo yo, también lo dice mi editor y muchas de las personas que han leído esta novela. Aunque tampoco hay que confundir tener voz propia con ser buen escritor. Lo segundo sería imposible sin lo primero, pero no al revés. De hecho, ya te he comentado que la primera versión del libro la escribí hace ya dieciocho años, gracias a una beca, y que hasta esta última versión, empecé y deseché muchas por el camino. Siempre he pensado que esta era una novela muy compleja y ambiciosa, y hasta que no consideré que era capaz de escribirla en condiciones, no intenté publicarla.
¿La escritura sirve como exorcismo?
Claro. Igual que cualquier otro medio de expresión artística. No descubro nada nuevo si digo que el arte sirve para purificarnos (en un sentido no religioso, que quede claro). Para convertir en algo bello la basura de nuestra mente.
¿A quiénes va dedicada la novela?
Si te refieres a la dedicatoria, la novela se la he dedicado a tres personas: Alejandra, la persona con la que fui desarrollando las ideas iniciales de la historia y mi pareja de entonces; Breogán, el amigo que me propuso ir con él a trabajar a Myrtle Beach y que me salvó de sufrir todo lo que sufre Elías en la novela, y Ana, mi actual pareja, que además de leer todo lo que yo iba escribiendo en esta última versión, me apoyó siempre muchísimo y me dio un montón de ideas clave.
Si, en cambio, te refieres a si pensaba en algún tipo de lector al escribirla, la respuesta es no. Aunque suene a tópico, solo pensaba en escribir la novela que a mí me habría gustado leer pero aún no existía. Y si tu pregunta se refiere, más bien, al tipo de personas a las que creo que podría gustarles esta novela, te diría que, en principio, a cualquiera a quien le interese el arte y la literatura y a los lectores jóvenes, pero no únicamente, porque creo (y muchos lectores me lo han confirmado) que esta es una novela que se lee muy fácil y que engancha enseguida. O sea, que incluso podría decir que es una novela que les gustaría a las personas que no son especialmente aficionadas a la lectura.
¿Aspiras a transformar al lector?
En absoluto. Imagínate que responsabilidad. Simplemente aspiro a que pase un buen rato leyendo la novela. Y si le hace pensar un poco, pues mejor.
«Y así inventa, así mezcla lo falso con lo verdadero». ¿La ficción siempre parte de una base de realidad?
Por supuesto. En la presentación del libro dije algo que, aunque suene a boutade, creo que es cierto: «Toda la literatura está hecha de recuerdos e invenciones». Incluso cuando lo que alguien escribe no le haya ocurrido nunca, para escribirlo habrá tenido que partir de una emoción que sí que ha vivido. Borges decía que, cuando iba a escribir un cuento, lo primero, antes que la trama, era la emoción.
¿Quedaste satisfecho con tu experiencia de libros infantiles para el Rompecabezas?
Sí y no. Yo a esta editorial le mandé mi currículum para trabajar con ellos, porque acababa de terminar un máster en edición. Pero ellos, en cambio, me propusieron escribir un libro para su colección Sabelotod@s, dedicada a biografías sobre personajes célebres. Lógicamente, aquello me hizo muchísima ilusión, porque iba a publicar un libro, algo con lo que había soñado toda mi vida. Escribí el primero, sobre Edison, y les gustó, así que escribí ocho más, el último de ellos sobre Mary Shelley. Imagínate, me publicaban y encima me pagaban. Como para no estar ilusionado. Aquellos libros me dieron muchas alegrías. Sobre todo, por la oportunidad de tener contacto con mis lectores. En especial, la vez que me invitaron a dar una serie de charlas en Sanlúcar de Barrameda con motivo del centenario de la primera vuelta al mundo. Descubrí que mi libro sobre Magallanes y Elcano era lectura obligatoria en todos los colegios de la ciudad. Incluso la Cámara de Comercio sacó unos cuadernillos de actividades sobre el libro. Fue una gran sorpresa. Un amigo llegó a decirme que yo era el Sugar Man de Sanlúcar. En cuanto a la parte negativa, la editorial lleva muchísimo tiempo sin pagarme los derechos que me corresponden, incluidas las reediciones de cuatro de mis libros. Así que, como comprenderás, no tengo muchos motivos para estar contento con ellos.
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