Oksana Lobas Zayasts es desde esta misma semana una diseñadora más de Kutxa Kultur Moda. Estos días recorre las dependencias de Tabakalera, habla con las responsables de este espacio, y entre las máquinas de coser empieza a sentirse más cómoda desde que llegó a Donostia a primeros de mes huyendo de la guerra en Ucrania con su niño de cinco años.
La de esta diseñadora de moda de 49 años es una historia de entre más de 500, que es el número de ucranianos que ha llegado a Euskadi hasta este pasado 21 de marzo. En Leópolis, la ciudad de donde viene, han quedado cuatro hijos más que trabajan como voluntarios, y su pareja.
Si Oksana ha tenido una ráfaga de luz en las últimas semanas, una mínima suerte entre tanto desastre, ha sido que a través de las redes se popularizó la llegada de una diseñadora de moda ucraniana a San Sebastián y Kutxa Kultur Moda recogió el guante.
«No ha podido traer nada», explicó el director de Kutxa Kultur Mikel Mendarte para DonostiTik, «y nosotros le hemos animado a que empiece por hacer cosas pequeñas y fáciles de vender como camisetas, por ejemplo. La idea es que el público venga a ver cómo trabaja y pueda comprar».
La llegada de esta mujer a Donostia no es casual. Aquí viven su hermano Vladimir y sus padres y estuvo de visita en una ocasión hace ya trece años. No se hubiera imaginado volver en estas circunstancias.
Ianire Soraluce, asesora en Kutxa Kultur Moda, y Naiara Palacios, la responsable del programa, la acompañan en este desembarco.
Ambas valoran que la estética de sus prendas es distinta, interesante, y que técnicamente es pulida. Opinan que la presencia de Oksana en Kutxa Kultur Moda, que en su caso es gratuita por lo singular de las circunstancias, es interesante para ambas partes. E incluso cuentan con ella de cara al desfile de mayo. «Hemos contactado con la tienda Muchas Telas para ver si le pueden pasar material y que empiece a trabajar».
Sin en algo están de acuerdo todos los responsables de Kutxa Kultur Moda es en que lo extraordinario de esta ocasión merece flexibilidad.
Este pasado lunes Oksana, que trabaja ya codo con codo con las residentes gipuzkoanas, estrenaba la tarjeta a su nombre con la que entra en Tabakalera. No disminuye la incertidumbre respecto a su vida y su país, pero vuelve a la actividad. Y se reconoce consciente de este golpe de suerte.
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