Hace dos meses Walid Beldjilali llego a Donostia después de cuatro años en Lyon (Francia), a donde arribó andando desde Turquía, que fue su primer destino tras abandonar su Argelia natal. Así contado parece que San Sebastián no es más que otra parada en el camino de este migrante de Orán de 29 años, pero escuchándolo hablar ya se nota que esta ciudad es un respiro en su curriculum.
A ese respiro contribuye, y mucho, el piragüismo, que define como su «gran pasión», y que en Francia apenas pudo practicar. Y sin duda contribuye, también, la comunidad creada en torno a Donostia Kayak, que no solo le ha hecho un hueco, sino que ha acogido con cariño a este ingeniero argelino que vive en un edificio abandonado y que semanalmente recibe bolsas de comida de las familias del club, que se van turnando para atenderlo.
El viernes pasado Walid tenía entrenamiento por la tarde, en grupo, y tras los estiramientos correspondientes sacó la piragua de la sede del club en Txomin Enea para navegar por el Urumea. «Hay diferencias con Orán, sí. Allí navegaba en el mar, no en el río. Y éramos diez para dos piraguas. Además estas piraguas están mejor», contó en inglés.
Dos días después, el domingo, Walid echó una mano al club con el avituallamiento de los corredores de la Behobia-San Sebastián.
Día a día se maneja mejor con el castellano, que ha comenzado a estudiar. Y no se queja en absoluto de tener que dormir en un edificio abandonado de la zona Este de la ciudad. Al revés, asegura a DonostiTik que mira al futuro «con optimismo».
«Casos así, contados»
Hasta Donostia Kayak Walid llegó por mediación del servicio municipal Hestia para personas en situación de exclusión, y concretamente por iniciativa de la educadora Macarena Leizaola, que contactó con el club cuando supo de la afición del argelino.
«Lo de Donostia Kayak ha ido como la seda. No suele ocurrir», contó Leizaola para DonostiTik, añadiendo que el caso de Walid Beldjilali es bastante particular. «Es ingeniero, sabe francés e inglés y le interesaba el piragüismo en vez del fútbol y el boxeo, que son los deportes que generalmente quieren practicar los inmigrantes en circunstancias parecidas a las de este chico».
El suyo es un caso poco común, como se ve, pero la realidad es igual de dura para las cerca de 400 personas que duermen en la calle en Donostia. «Lo primero que necesita un inmigrante sin papeles para regularizar su situación es tiempo. Mucho tiempo. Hasta el año pasado necesitaba estar empadronado durante tres años. Desde el año pasado se puede pedir el arraigo por formación tras dos años en la ciudad, y con eso y un precontrato sería más fácil trabajar y salir adelante, aunque no conozco a muchos que lo hayan conseguido así. Por supuesto todo esto siempre que no tengan antecedentes ni en su país natal ni aquí, lo cual para Walid no es ningún problema».
Según Leizaola la media para los inmigrantes que llegan a Donostia es de año y medio durmiendo en la calle «como mínimo». «Yo ya conozco alguno que lleva más de dos años en el entorno de Anoeta, y otros se hacen huecos en garajes. La gente ve la peor parte de la inmigración, que la hay, pero no siempre somos conscientes de la realidad que tienen que soportar estas personas».
Los albergues municipales, a los que se accede a través del Servicio Municipal de Urgencias Sociales (SMUS), tienen una limitación temporal. Y el servicio de Caritas, que no tiene esa limitación, a día de hoy cuenta con una lista de espera de 16 meses.
Mientras pasan los días, las semanas, los meses… cada migrante afronta la precariedad a su manera. En el caso de Walid, desde Hestia le han puesto en contacto con Bidez Bide para homologar parte de sus estudios y sumar mejores cartas a su baza. Y también están el piragüismo y la comunidad de Donostia Kayak para acompañarlo. «Estoy bien. Quiero conseguir los papeles y un trabajo. ¿Por qué no?», se pregunta el argelino con convicción. Más sobre Donostia Kayak, aquí.
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