Pocas veces se muestran de acuerdo las asociaciones conservadoras del patrimonio con las intervenciones que se dan en la arquitectura de las ciudades. Especialmente en Donostia. Sin embargo se ha dado ahora un caso representativo, el de la casa de Juan Bautista de Zozaya, en la calle 31 de Agosto. «Es una de las 36 casas que sobrevivieron al incendio de 1813 y la que mejor representa el aspecto que pudo tener la ciudad antes de su reconstrucción», incide la asociación.
En un comunicado Áncora felicita a los promotores, los dueños del Bar 1813, y a AGM arquitectos y la empresa HARRI Construcciones y Mampostería por la obra del edificio. «Han corregido las patologías y deterioros, retirando un cenador acristalado que afeaba su imagen».
La asociación califica la rehabilitación de «ejemplar»: «Sería deseable que el respeto con el que se ha intervenido se extendiera a otras actuaciones en el mismo Conjunto Monumental«, añade Áncora.
La casa chica de la calle de la Trinidad
Como ya se ha dicho este edificio se salvó del incendio de 1813.
Desde el punto de vista técnico la asociación destaca que «en su hechura domina la tensión vertical, ya que ocupa un solar muy estrecho y profundo, que conserva las reducidas dimensiones del lote gótico primitivo. Sin embargo se trata de un inmueble de factura barroca en su configuración actual. En el siglo XVIII era conocida como ‘la casa chica de la calle de la Trinidad’ porque tenía solamente dos pisos resueltos mediante plementería de ladrillo con postes de madera».
En su fachada lateral los pilares rectos se combinan con algunas piezas oblicuas que rigidizan la estructura, dibujando un bello entramado. La planta baja está construida en piedra arenisca, con sillares de buena labra en su frente principal.
Presenta balcones corridos que apoyan sobre fiadores de forja y ha mantenido el zaguán cerrado mediante un portalón de doble hoja, con tablazón de madera.
En el año 1848 le sumaron un levante sobre el que asoman las románticas buhardillas, ampliación realizada por el arquitecto municipal Joaquín Ramón de Echeveste.
Historia del propietario
Posee tres fachadas exentas y su parte posterior se integra en la Plaza de la Trinidad, componiendo uno de los rincones más fotografiados de la Parte Vieja. Y toma el nombre de su primer propietario conocido, Juan Bautista de Zozaya, comerciante nacido en Santesteban y relacionado con influyentes personajes navarros, que poseía intereses en México. Asentó su actividad económica en el puerto de San Sebastián, ciudad donde contrajo matrimonio y probó su hidalguía en 1788. Siendo alcalde de segundo voto firmó el acta de rendición ante las tropas de la Convención en 1794.
Parece ser que Juan Bautista de Zozaya, que fue sospechoso de connivencia con los franceses, fue sometido a un Consejo de Guerra y castigado con pena de destierro, de la que luego sería absuelto. Y con todo esto salió elegido Primer Cónsul en 1803, logrando amasar una fortuna que superaba el millón de reales en el año 1821, fecha de su fallecimiento. Fijó su residencia principal en la calle Mayor y dejó este otro inmueble en usufructo a dos criadas como premio a su lealtad durante los días críticos del incendio.
Derribo de la cárcel
La casa ganó cuando a fines del XIX se derribó la vieja cárcel que existía a su contacto, desapareciendo el angosto callejón que mediaba entre ambas.
Permaneció encalada hasta 1960, sacándose el ladrillo a la vista por iniciativa de la Comisión de Monumentos de Guipúzcoa.
Álvaro del Valle Lersundi pidió que le diesen especial protección, poniéndola en valor como “sagrado depósito de una época desaparecida”. Pero la declaración de Conjunto Monumental no llegó hasta el año 2019, «asignándole paradójicamente su tutela más débil» según Áncora. Que por ello destaca que la reciente renovación de la cubierta y la restauración de su fachada merecen los mayores elogios.
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