Parkea Bizirik ha dado a conocer el curioso hallazgo: el egiatarra Rafa Irastorza se encontró el pasado 13 de diciembre en el Monte Ulia con un tipo de ardilla exótica que de la forma más amigable se le acercó sin miedo para comer de la mano, así que aprovechó y le hizo unas cuantas fotos.
Después de saltar de teléfono a teléfono, la Asociación Itsas Enara identificó al animal: ardilla de Indochina (Callosciurus finlaysonii).
Se trata de una ardilla de tamaño similar a la ardilla de este entorno, que es la ardilla roja (Sciurus vulgaris). Está ampliamente extendida en Indochina y en Birmania, Tailandia, Laos, Camboya, en el delta del Mekong (Vietnam) y en Singapur.
De un tiempo a esta parte se ha introducido la especie en Italia y desde Parkea Bizirik recuerdan que la liberación de mascotas o la introducción de especies exóticas en la Naturaleza es una gran amenaza para el ya delicado equilibrio de los ecosistemas y que puede acarrear extinciones de especies de flora y fauna autóctonas, en su mayoría protegidas por la ley.
Es una preciosidad, pero cabe decir que la especie de ardilla de Indochina fotografiada en Ulia se encuentra catalogada por el Ministerio de Transición Ecológica dentro de la lista de “peores especies alóctonas invasoras que amenazan la biodiversidad en Europa”. El comercio y la adquisición de estos animales exóticos como mascota contribuye al tráfico ilegal de especies, provoca graves afecciones al medio ambiente y a la vida de los animales.
El monte Ulia ya tiene su propia ardilla autóctona, la ardilla roja. Acostumbra a recolectar frutos y enterrarlos en pequeños hoyos que excava en la tierra para su mejor conservación.
Algunos de estos hoyos son posteriormente olvidados; entonces, los frutos germinan y la ardilla colabora con la reforestación de los ecosistemas y la dispersión de especies vegetales.
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