Kokoshca es uno de los grupos del momento. Su disco homónimo está siendo acogido con los brazos abiertos por el mundo indie y más allá, les entrevistan tanto en medios especializados como generales y su música heterodoxa, a caballo entre varios estilos, del pop más directo a la rumba contemporánea, está llamada a romper de una vez la barrera de las minorías. El grupo pamplonés con conexiones donostiarras -su cantante y el batería viven en San Sebastián- presentó por sorpresa el disco en una abarrotada sala Dabadaba previa invitación rodeado de amigos, familiares y sospechosos habituales de la escena musical que tuvo el sabor eufórico de los conciertos de rock prepandémicos.
Aunque se había anunciado como un ensayo general antes de la gira que primero les llevará a Madrid, la de Kokoshca fue una señora actuación con todas las de la ley. A los cuatro miembros fijos del grupo -Iñaki, Amaia, Iñigo y Álex- hay que sumarle un quinto miembro, Javier Carrasco, conocido por su proyecto en solitario como Betacam y que fue presentado ante el público en la rítmica “El Rayo”. En el setlist del grupo habían bautizado la actuación como Kokoshca feat. Betacam, ubicándolo en el tiempo en “el segundo año de la pandemia”. Para entonces, el grupo ya había despachado la mitad del repertorio con algunos momentos sublimes (clavaron «Directo a tu corazón», «Regresando a la ciudad» se reveló como su nuevo himno al desamor y van…) y anotaron algún que otro desliz (en «Yo te sigo esperando» hubo problemas con el bajo y se confundieron con los coros), contratiempos sin importancia que son de esperar a estas alturas.
Sonó el «Himno de España» y llegó la apoteosis. Costó mantenerse en su sitio, el público se arrancaba con las palmas. En algún punto extraño donde se cruzan los Rolling Stones, Primal Scream y Las Grecas, se erigió en la gran vencedora de la noche en una versión más larga que la conocida en el disco. Tras un breve descanso, la melancólica «Aire» nos recordó que Kokoscha guardan un hueco para cuando se pueda bailar pegados, sin distancia de seguridad, y donde conviene abrir y que «corra un poco el aire”. En realidad, fue una falsa alarma, un respiro necesario antes de una triada incontestable que arrancó con los papapas de «Voy a salir de esta» y se remató de la mano de dos clásicos rompepistas de la banda, «La Fuerza» y «No Volveré», ambas pegadas como un chicle punk. Quizás quedó en tierra de nadie la synth-pop «Confusión», un tanto descolocada ante el despliegue guitarrero.
15 canciones, 9 del último disco, de la que solo se descolgó «No quiero cambiarte», ante un público entregado desde el primer minuto y que se marchó a casa con una sonrisa. Nadie de los que se reunió en el Dabadaba pensó que estaba ante un ensayo más, al contrario; si no terminó en pogo comunitario fue por la responsabilidad que demostraron los asistentes en el tiempo que nos ha tocado vivir.
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