(Carlos López Inquierdo/EFE). A pesar de que los ladrones de la emblemática joyería donostiarra Casa Munoa consiguieron un botín de casi un cuarto de millón en alhajas no pudieron abrir la caja fuerte que habían empezado a forzar con una lanza térmica. «Algo» les obligó a huir precipitadamente del lugar sin lograr su principal objetivo.
¿Qué sucedió la madrugada de aquel 17 de octubre de 2018 para que tuvieran que salir del local dejando allí parte de sus herramientas e incluso restos de ADN que fueron recogidos en la investigación?
El juicio por estos hechos que se celebra desde el lunes en la Audiencia de Gipuzkoa comienza ahora a arrojar algo de luz sobre las incógnitas de este atraco de película, perpetrado la madrugada del 17 de octubre de 2018, cuya ejecución sorprendió a los investigadores por su cuidada «planificación» y «preparación».
Único inculpado
Aunque en el banquillo de los acusados se sienta un único inculpado, llama la atención que varios de los ertzainas que investigaron el caso hablen en plural de sus autores.
Dos de estos agentes, encargados de la inspección ocular de la joyería han descrito este martes la situación de «desmadre total» en la que los ladrones dejaron el local en su precipitada huida. «Había piedras aparentemente preciosas por el suelo», «un desorden generalizado» y también «objetos» y «herramientas» que «no tenían nada que ver con la joyería».
Un «intenso y penetrante olor a quemado» impregnaba la atmósfera, ha recordado uno de ellos, que también se sorprendió al descubrir en el lugar diversos «objetos para hacer fuerza sobre materiales», como una palanqueta, «botellas de oxígeno» y una lanza térmica capaz de «proporcionar hasta 3.000 grados de un calor intenso que derrite prácticamente todo» junto a unas gafas protectoras.
«Nos llamó mucho la atención que los objetivos de las cámaras habían sido pintados con un espray negro porque no es una situación muy habitual en los robos», ha descrito su compañero quien ha opinado que se trató de un golpe «muy planificado» porque sus autores «sabían lo que hacían en cada momento».
Más de 400 robos
«He intervenido en más de 400 robos y nunca nos hemos encontrado con una circunstancia tan preparada desde el punto de vista de manipulación de la escena», ha insistido este agente, sorprendido también por el equipo utilizado para las «aperturas» de los accesos y la puerta blindada del negocio, así como por el «conocimiento» de la técnica que tenían los autores para la «desactivación» de alarma del local
«Yo no soy adivino pero, visto el fracaso de ese robo, me da la sensación de que algo tuvo que suceder en la pequeña habitación que se encuentra detrás del mostrador de atención al público, donde se encuentra una caja fuerte», ha dicho este policía, convencido de que una circunstancia inesperada sorprendió a los delincuentes mientras trabajaban en esta zona con la lanza térmica.
«Alguien se quemó o tenía limitaciones para respirar y tuvieron que marcharse» dejando «todo el material», ha conjeturado este ertzaina, quien ha explicado que abandonar las herramientas conlleva siempre un riesgo para los ladrones porque «existen más posibilidades» de que sean vinculados con estas herramientas por los restos de ADN detectados en ellas.
«Algo tuvo que suceder»
«Algo tuvo que suceder», ha insistido este policía quien ha desvelado que él incluso llegó a sugerir a sus compañeros de investigación que, ante estas «extrañas» circunstancias, era partidario de preguntar en los hospitales cercanos sobre posibles casos de «intoxicación respiratoria o quemaduras». «Fue muy extraño», ha concluido.
Momentos antes de la declaración de estos policías, ha testificado en el juicio otro agente que ha revelado como la Ertzaintza detectó un «acceso remoto» al sistema de alarma de la joyería mediante un teléfono cuya investigación trasladó las pesquisas hasta «un pueblo de Madrid», si bien esta línea de actuación no llegó a prosperar porque el móvil estaba vinculado a un DNI que constaba como «extraviado» por su propietario.
El único acusado por estos hechos se enfrenta a una petición de cuatro años y medio de cárcel por parte de la Fiscalía de Gipuzkoa, mientras que la acusación particular, que ejerce el letrado Juan Luis Alfaro en representación de la joyería asaltada, demanda seis años de prisión para este hombre, quien en la sesión del juicio celebrada ayer proclamó su inocencia y dijo no haber estado «jamás» en el citado establecimiento.
El juicio se reanudará el próximo 24 de mayo, cuando concluirá con las conclusiones definitivas y los informes de las partes.
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