(EFE). La Sala Kutxa Kultur Artegunea de Tabakalera acoge una retrospectiva de la fotógrafa estadounidense Jan Groover (1943-2012) que muestra alrededor de 200 imágenes de esta artista que aportó un enfoque pictórico y experimental a sus trabajos en los que siempre hizo primar la composición sobre el tema.
«Jan Groover. Laboratorio de formas», cuyos fondos proceden del Photo Elysée, Museo de la Fotografía de Lausana (Suiza) al que el marido de la artista, Bruce Boice, donó el archivo de su esposa en 2017, ha sido presentada este jueves por Emile Delcambre, comisaria de la muestra junto con Tatyana Franck.
Formada en el Pratt Institute de Nueva York, Groover se dedicó a la pintura abstracta en sus primeros años y dio clases de pintura, pero a finales de los 60 decidió comprarse una cámara y dedicarse a la fotografía la cien por cien con el propósito de que este arte entrara en los museos, algo que en esa época no había sucedido todavía.
Groover integró «nociones pictóricas» y los conceptos de la abstracción en sus obras que buscaron alejarse de la fotografía documental, ha explicado Delcambre.
Durante sus 40 años de carrera profesional atravesó por diferentes formatos, desde los pequeños trípticos y polípticos de los inicios a las grandes obras en color y tamaño de cuadro, «buscando siempre la investigación y la experimentación», ha señalado.
De esta diversidad da cuenta la exposición que estará en la cuarta planta de Tabakalera hasta el próximo 12 de noviembre y que propone un recorrido por las épocas y técnicas de esta artista que «no ha tenido el reconocimiento que se merece, pero que resulta esencial en la historia de la fotografía», ha considerado Delcambre.
Las primeras fotos de Groover, que marcan el arranque de la exposición, son «polípticos» de objetos triviales de su entorno que combinan varias tomas consecutivas de imágenes captadas entre 1973 y 1975 en las que aparecen secuencias de coches, de autopistas o de arquitecturas con las que crea una «nueva gramática visual» conceptual.
No son en ningún caso fotos instantáneas, sino el resultado de un estudio previo que elaborada mediante dibujos preparatorios de la escena que iba a fotografiar, las sombras o la composición que iba a utilizar «porque de lo que se trataba era de reflejar una realidad reconstruida«, ha indicado la comisaria.
Esta serie da paso a otra etapa en la que Groover se centra en las naturalezas muertas, que elabora con elementos triviales de cocina, desde cuchillos, tazas a pimientos y saleros, que la artista dispone cuidadosamente para lograr las composiciones más características de la artista.
«Ninguna de las fotografías de Groover tienen título porque consideraba que lo importante no era el tema sino la composición», ha explicado Delcambre.
A finales de los años setenta Groover se sumergió en el platino, el antiguo procedimiento fotográfico que obtiene las copias por contacto con materiales de sales de platino y hierro, y el proceso de impresión del paladio que ofrecen un aspecto de grabado a las imágenes.
Mediante este procedimiento realiza retratos de amigos y la serie que titula «Partes del cuerpo» en la que muestra manos, rodillas o piernas, de una manera fragmentaria.
En 1991 Groover y su marido se trasladaron a Montpon-Menesterol, un pueblo de la Dordoña francesa. En el jardín de su casa montó un estudio exterior en el que colocaba materiales como jarrones, frutas, juguetes de plástico, algunos de los cuales están en una de las vitrinas de la exposición.
La artista fotografiaba estos pequeños objetos con diferentes cámaras, entre ellas una enorme de placas que databa de 1900 y había comprado en Estados Unidos.
Con ella profundizó en la técnica de platino y paladio y empleó negativos alargados de 30 por 50 centímetros que imprimía directamente en un papel muy fino.
San Sebastián es la última etapa del recorrido de la exposición «Jan Groover. Laboratorio de formas» que se presentó en Photo Elysée de Lausana y estuvo después en la Fundación Cartier-Bresson de París.
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