«El reto no es sólo introducir el modelo Amara Berri en el instituto de Bidebieta, nuestro gran reto es que los padres del barrio recuperen la confianza en nosotros y nos manden a sus chicos en vez de enviarlos a los centros concertados». Así se expresó ayer el nuevo director del instituto de Bidebieta, Javier López, que se hace cargo del centro después de la crisis debida a la amenaza de cierre que movilizó a todo el barrio. Con los padres de los alumnos coincide en la incertidumbre («hasta que no veamos las obras no nos lo creemos», dicen ellos), si bien el director (al revés que la familias) tiene claro que cuenta con tres o cuatro años para darle la vuelta a la situación y lograr que el instituto recupere el lugar que le corresponde. «No sólo un lugar educativo, sino social para todo el barrio», expresó con convicción.
«Hay desconfianza, desde luego. La Delegación de Gipuzkoa anunció que cerraba y después desde Lakua dijeron que no, pero teníamos que presentar un proyecto renovador. Lo hemos hecho. El problema es que después nos faltan confirmaciones: concretamente la aprobación las obras. Y con ese silencio administrativo estamos paralizados», reconoció López, quien puso como ejemplo el traslado entre edificios. «El edificio amarillo se cierra, pero no tenemos permiso aún para hacer el traslado. Habrá que traer cosas, analizar los espacios, etc. Tenemos buenas palabras, eso es verdad. Pero las obras deberían ser en julio».
Las obras serán mucho más modestas que las que en su momento se presupuestaron para continuar con la actividad del instituto, que rondaban los dos millones de euros. Ahora calcula el director que tirando tabiques y arreglando los cuartos de baño (las dos intervenciones básicas) puede ascender el coste a unos 100.000 euros. «Pienso que después, si el sistema funciona, se irán haciendo más arreglos. Es verdad que las ventanas están muy viejas pero son palabras mayores».
La esperanza de un futuro educativo para el barrio estriba en la adopción del modelo Amara Berri. «Se trata de un sistema puntero a nivel internacional. La idea es aplicarlo a Secundaria. Además lo estamos planteando con el propio centro de Amara Berri. Acabamos de reunirnos con los profesores de Amara Berri y de hecho los de Bidebieta irán próximamente allí. Yo creo que va a salir adelante y nos van a dar las obras», confía López, que como donostiarra conoce bien las particularidades del barrio de Bidebieta.
Además el plan que han planteado los responsables del centro va más lejos y la idea es que el instituto recupere el papel social que tuvo en su momento. «Habrá talleres por la tarde, por ejemplo, que puedan organizar los agentes sociales del barrio. Eso va a ser esencial».
Desconfianza en las familias
«Nuestro miedo es que haya sido el ruido el que ha llevado a tomar la decisión de que el instituto no se cierre y después de un tiempo, cuando todo se tranquilice, volvamos a las andadas», expresó el padre de un alumno, quien a la necesidad «urgente» de que haya obras le suma también la necesidad «de una campaña para que más chavales se vengan al instituto. Ni de una cosa ni de otra tenemos noticias y la realidad es que siguen siendo pocos alumnos. Eso no ha cambiado».
Esta familia, al igual que las otras, cuenta que se enteró a finales de 2017 por la prensa de que cerrarían el instituto en dos años. «De igual forma nos hemos enterado ahora de que hay un nuevo director en el centro», afirman. «¿Contentos de que no cierre el centro?, en parte. En realidad hasta que no veamos que se hacen obras no nos lo vamos a creer»
Esta familia, junto a otras tantas, se mantuvo firme en el movimiento Marea Bidebieta. Una plataforma que a lo largo de estos meses ha acudido al Parlamento, a Lakua y ha organizado distintas movilizaciones con el objetivo de que no cerraran el instituto del barrio. Aparentemente con éxito.
Pero el anuncio de la supervivencia del instituto no termina de llevar la paz al barrio. «Algunos padres están resentidos, la verdad. Siempre nos ha faltado un interlocutor. Cuando dijeron que cerraban fuimos a Manteo, que tiene muchísimos alumnos. También estaba la posibilidad de Altza, pero no llegamos a cerrar nada porque empezamos a movernos», expresó uno de los padres, que al igual que al resto prefiere «que sea el grupo el que hable en vez de dar nombres».
El instituto de Bidebieta, que llegó a tener bachillerato nocturno, sufrió un revés en el curso 14-15, cuando se decidió que Karmengo Ama, que hasta ese momento nutría de alumnos al centro, también tendría ESO. Quedaba como referencia sólo Mendiola, que tiene una media de una decena de alumnos por curso. A partir de ese momento comenzó a descender la matrícula y la plataforma generada en el barrio siempre ha insistido en el papel social del instituto.
«Este es un barrio que tiene de todo. ¿Cómo no va a tener educación?», se vuelven a preguntar los padres convencidos de que habrá futuro para el instituto si antes hay antes una inversión.
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