Últimamente, todos los ojos están puestos en Gros. La inesperada tala de árboles a la altura de la avenida de Navarra y el inicio de las obras del nuevo edificio del Basque Culinary Center (el GOE) han puesto en pie de guerra a una parte de un barrio que en los últimos años se ha transformado. Sus algo más de 18.000 habitantes han visto cómo esta zona situada en la parte oriental de la ciudad exhibe dinamismo económico vinculado al turismo, la cultura del surf, la restauración y un comercio cada vez más gentrificado. Gros está cambiando. ¿A mejor o a peor? La respuesta no tiene, de momento, una respuesta del todo clara. Lo que sí se ha abierto es un debate a su alrededor sobre la sostenibilidad y conveniencia de esos cambios que terminan afectando a la ciudadanía.
Trazado por calles y edificios con fuerte personalidad, el comercio de proximidad en sus plazas y arterias principales (plaza Cataluña, Gran Vía, calle San Francisco, Miracruz, Secundino Esnaola) ha sido tradicionalmente un factor de cohesión entre vecinos. Azoka, un pequeño mercado con una docena de puestos ubicada en la plaza Nafarroa Behera es un buen ejemplo de cómo se puede aunar economía, tradición gastronómica y convivencia. Es un oasis encajonado en un edificio, medio escondido detrás del bar Kau que está siempre a tope.
En los últimos lustros, el barrio se ha convertido en termómetro político y también moneda de cambio en el desarrollo urbanístico y económico de Donostia. En este primer cuarto de siglo XXI muestra una realidad que poco tiene que ver con el Gros anterior al paseo de la Zurriola y el palacio del Kursaal que se inauguró en agosto de 1999.
Algo hizo crac en 2016, en plena celebración de la capitalidad cultural europea. El edificio de Miracruz 19 iba a ser derribado, con la aprobación del Ayuntamiento, para dar así paso a “una operación especulativa” en la que el promotor se iba a llevar “un pellizco impresionante”. Un heterogéneo grupo de vecinos se había unido por aquel entonces para mostrar su disconformidad con la demolición: un estudiante, un arquitecto, un empleado de banca, un profesor de ikastola… Todos ellos montaron una plataforma, Miracruz 19. Se manifestaron. Hicieron ruido. Pero el plan siguió adelante y la profecía de uno de sus miembros se vio cumplida: “Esto es de una calidad nefasta, no cumple ni los cinco puntos de arquitectura moderna de Le Corbusier ni nada. Es sencilla especulación. Vamos a gastarnos lo menos posible para sacar el máximo número de viviendas”, exclamaron hace ya 8 años.
En un contexto en el que los expertos alertan de que el coste de las casas se aproxima al nivel de la burbuja inmobiliaria, actualmente en Gros solo están a la venta 183 casas o pisos a través del portal inmobiliario Idealista. La mayoría de los precios son prohibitivos. Varios inmuebles superan holgadamente el millón de euros. De todos los alojamientos ofertados, solo unas pocas decenas tienen un precio inferior a los 500.000 euros. El apartamento más barato cuesta 105.00 euros, pero tiene truco. Está lejos de ser una ganga: es un bajo interior “con una pequeña ventana a la escalera” que no dispone de “cédula de habitabilidad”, por lo que no reuniría unas condiciones mínimas para poder vivir en ella.
El sindicato de vivienda de Gros, Saretxe, lleva años denunciando algunos de los impactos negativos derivados del proceso de turistificación del barrio. Hace unas semanas celebraron en sus redes sociales una pequeña victoria al haber conseguido, según se leía en su perfil de Instagram, “que el fondo buitre Azora devuelva la fianza a una de las inquilinas a la cual echó”. En su lucha por una vivienda más digna, alertan del “destierro del vecindario”. “Ya sea por la incapacidad de hacer frente a los alquileres o por unos servicios y comercios que poco a poco cierran para dar paso a unos comercios dedicados a los turistas. Va a llegar un punto donde no podremos comprar leche, pero sí patitos de goma”, denunciaron a Donostitik hace ya más de un año.
Auzodefentsa, palabra fetiche
Saretxe se reúne todos los lunes, a las 19 horas, en el espacio de la asociación de vecinos Hondarpe de Gros, en la plaza Nafarroa Behera. Ambos, sindicato y asociación, comparten una visión preocupante de algunas cosas que les rodea. La palabra fetiche es ahora auzodefentsa. ¿Contra quién o contra qué se activa esta actitud de defensa? Kai Kerexeta, uno de los miembros de Hondarpe Auzo Elkartea, amplía el foco y se explica: “En el barrio el precio de la vivienda no para de subir y el urbanismo no se ajusta a las necesidades de los vecinos del barrio, sino de los bolsillos más pudientes y aquellos que viven de la especulación. Esta realidad nos condiciona como comunidad, así que lo que pretendemos es establecer redes con otras personas y entidades afines y potenciar las relaciones entre todos nosotros”.
Desde Hondarpe están convencidos de que los cambios que se están produciendo en Gros se realizan “al margen de los intereses reales del barrio”. La autodefentsa o contraofensiva vecinal que se crea desde abajo no se entendería sin “una toma de decisiones en comunidad”. Y, ahí, ponen el foco en el ámbito cultural y en el euskera; dos ejes imprescindibles en su acción social y política con los que “hacen partícipes a los vecinos del barrio y se conectan entre sí». «Es importante que algo así se pueda mantener”, subraya Kerexeta. El próximo plato fuerte son las euskal inauteriak que tendrán lugar el próximo 10 de febrero, a las 17 horas, con la compañía de los gigantes y cabezudos que partirán de la plaza Behe Nafarroa. Desde el comité de fiestas de la asociación organizaron el pasado viernes 26 un encuentro en su sede para la confección del traje típico del carnaval vasco, incluido el colorido ttuntturro con forma de gorro cónico.
Ese día también habrá vistosas danzas tradicionales y un fin de fiesta, a las 19:30 horas, a cargo de dj Mikeltxi en la calle General Artetxe. Cultura y fiestas populares para crear comunidad y estrechar lazos. Auzodefentsa. Desde Hondarpe han sido beligerantes contra los apartamentos de lujo que sustituirán el antiguo edificio de Telefónica, en la plaza Cataluña, o con la polémica construcción del nuevo Basque Culinary Center en la zona de Manteo. “La asociación está arraigada y eso es algo que se visualiza de diferentes maneras: la gente participa, los comercios se implican en las actividades que realizamos… Lo que tenemos que hacer es continuar por la misma senda y que el cuidado del barrio se extienda a cada uno de los vecinos”, culmina Kerexeta.
Deja un comentario