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Conmemoración

‘Gipuzkoa’ cumple mil años en 2025

El primer documento escrito en el que se cita el nombre del territorio histórico -Ipuscua- data de 1025

(EFE). En 2025 se cumplirán mil años de la primera referencia documental de la palabra Gipuzkoa, un «hito» de «gran relevancia histórica» que el territorio celebrará con un programa de actividades que incluye numerosos actos conmemorativos, entre ellos citas institucionales, exposiciones y publicaciones.

El primer documento escrito en el que se cita el nombre del territorio histórico -Ipuscua- data de 1025 y recoge la donación de la iglesia rural de San Salvador de Olazabal de la pequeña localidad de Altzo al monasterio de San Juan de la Peña.

Este documento de gran relevancia histórica será la ‘pieza estrella’ de una exposición que se celebrará en el Museo San Telmo de San Sebastián para celebrar los mil años de Gipuzkoa.

‘Ipusuca, 1.000 años’

‘Ipuscua, 1.000 años’ es el título de la muestra, que se podrá visitar desde el 18 de enero al 11 de mayo y que exhibirá este ‘certificado’ que atesora mil años de historia y supone el inicio de Gipuzkoa como entidad geográfica con personalidad jurídica propia.

Este documento es uno de los que se incluyen en el libro gótico o cartulario de San Juan de la Peña, conservado en la biblioteca de la Universidad de Zaragoza, que reúne 311 escritos antiguos.

Unos de estos, que se expondrá en San Sebastián, es el que recoge la primera mención conocida del territorio de Ipuscua, cuya delimitación no es clara, aunque se puede concluir que la Gipuzkoa de 1025 era más reducida que la actual, según señalan a EFE fuentes del museo donostiarra.

«No formaba parte de Gipuzkoa casi todo el valle del Deba ni las tierras de los tramos más bajos de los ríos Urumea, Oria y Bidasoa», constatan las fuentes.

Gipuzkoa en 1025: más reducida que la actual

El documento, clave en la historia del territorio, recoge la donación de esta iglesia de Altzo, junto con otros bienes y terrenos circundantes, realizada por el matrimonio formado por García Acenáriz y, su esposa, Gayla de Iputza.

En el mismo, se muestra a García Acenáriz como señor «deipusuca» -todo junto-, bajo el reinado de Sancho III el Mayor de Pamplona, y se describen los límites de las tierras pertenecientes al monasterio de Olazabal que abarcaban una larga y estrecha franja de tierra que iba desde las cercanías de la costa de Aia hasta la sierra de Aralar.

Se supone que este territorio, centrado en el valle del río Oria, constituía el corazón de la Ipuscua del siglo XI, gobernada por García Aznárez.

Este documento cobra «gran relevancia porque marca el inicio de lo que se puede considerar la documentación escrita de Gipuzkoa» y llena un vacío documental en la historia, ha señalado a EFE la diputada foral de Cultura, Goizane Álvarez.

«La historia de Gipuzkoa no comienza en el momento en el que se escriben estos documentos pero, sin duda, estos primeros textos resultan clave para entender cómo la identidad de nuestra tierra fue tomando forma a través del tiempo», recalca Álvarez.

En su opinión, la mención de Ipuscua en 1025 invita a reflexionar sobre un territorio que ha mantenido «su singularidad, que ha crecido y ha evolucionado pero que sigue fiel a sus valores«.

Un «hito» que conecta pasado y presente

Este «hito» que conecta el pasado medieval del territorio con su identidad actual será el eje central de distintos actos y actividades culturales en 2025, entre ellos una exposición fotográfica que se celebrará en el centro cultural Tabakalera de San Sebastián, que reflexionará sobre la Gipuzkoa actual.

El Ayuntamiento de Altzo, localidad protagonista en toda esta historia, también tomará parte en los festejos, cuyo programa completo se desvelará en una comparecencia pública en la primera quincena de enero.

En el solar de aquel monasterio de los señores de Ipuscua se asienta hoy la iglesia de San Salvador, un inmueble del siglo XVI ligado también a la historia del territorio, en concreto a la de su vecino más grande: Miguel Joaquín Eleicegui (1818-1861), más conocido como el ‘gigante de Altzo’, según recuerda el Centro de Patrimonio Cultural del Gobierno Vasco.

Las huellas de su desmesurado crecimiento están marcadas en forma de incisas en una de los muros del edificio, mientras que los restos mortales de este coloso guipuzcoano, que alcanzó los 2,40 metros de altura, descansan en el diminuto cementerio adyacente al templo. 


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