Yuri Alekséyevich Gagarin (1934-1968) fue algo más que el primer hombre en viajar al espacio exterior completando una órbita completa a la Tierra desde la cápsula espacial Vostok 1. Aquel 12 de abril de 1961 se convirtió en leyenda y en una de las armas de propaganda de la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), que había trasladado al mismísimo universo el alcance de su Guerra Fría con Estados Unidos. Gagarin se hizo famoso y tal era su estela cósmica que, en junio de 1963, la municipalidad del suburbio parisino de Ivry-Sur-Seine, gobernado por el Partido Comunista francés desde el año 1920, decidió poner su nombre a un nuevo complejo de viviendas sociales destinadas a la clase trabajadora: un bloque de alrededor de 370 apartamentos distribuidos en 13 plantas de altura con todas las comodidades para la vida moderna de aquellos años. El propio Gagarin (las imágenes documentales se insertan en el propio filme) acudió a la inauguración de este moderno bloque de pisos. Pero lo que se convirtió en una idílica urbanización, entró con el tiempo en decadencia a la vez que el desmantelamiento industrial que azotó a Francia en los años 90. Las viviendas se convirtieron en inhabitables e insalubres. Tras varios intentos por rehabilitar el inmueble, en el año 2015 se optó por su demolición. Este triste final dio pie a ‘Gagarine’, el primer corto de los cineastas franceses Fanny Liatard y Jérémy Trouilh y, posteriormente, con la colaboración en el reparto de muchos de los 60.000 vecinos que, desde su inauguración, vivieron en Gagarine, a este largometraje que se estrenó en la sección oficial del Festival de Cannes de 2020.
Como los propios cineastas destacan, el objetivo de este proyecto cinematográfico era aunar un homenaje al imponente edificio con el sentimiento de pérdida de los que habían sido sus moradores al abandonar el que había sido su hogar. La cuenta atrás para la demolición del edificio tuvo lugar el 31 de agosto de 2019 con una fiesta a la que asistieron muchos de los que habían sido moradores de este complejo de apartamentos. Pero, en un maravilloso ejercicio de crear ficción de la propia realidad como sólo el cine puede hacer, Yuri, de 16 años, el último vecino que no quiere marcharse, hace todo lo posible para impedir el derribo del inmueble. Así que pondrá en marcha una misión igual de arriesgada, solitaria y trascendental que la que Gagarin sostuvo el 12 de abril de 1961. Con la ayuda de sus amigos Dina y Houssan no tendrá tiempo que perder para poner en órbita su plan.
“Nos pareció muy interesante acercar esta historia desde el punto de vista de alguien que ve su edificio como una nave espacial. Porque para nosotros el punto de inicio de la película era cambiar la mirada que tenemos hacia este territorio”, explica la realizadora Fanny Liatard.
Así, el original planteamiento cinematográfico de estos talentosos directores debutantes es convertir el edificio (sus ascensores, sus recovecos, sus extraños y misteriosos ruidos) en el personaje principal del filme. De hecho, el inmueble, ayudado por la ingeniosa imaginación de Yuri, comenzará a cobrar vida y a transformarse ante el espectador, como por arte de magia (cinematográfica), en la nave en la que el joven (este nuevo Yuri que busca su camino en la vida) iniciará su viaje.
Así, poco a poco, el espacio habitable en el que tantas vidas confluyeron durante décadas va transformándose, gracias a la destreza de un verdadero McGiver, en la nave en la que, finalmente, emprenderá sólo su viaje.
Filme sobre la importancia de las raíces, también sobre esas primeras veces que, como la gesta espacial de Yuri Gagarin, abren nuevos caminos en la vida personal, Liatard y Trouilh hilan con preciosismo y una gran frescura e inventiva visual un relato en el que se entremezclan muchas sintaxis cinematográficas, desde el documental a la ciencia ficción, y en el que es también un placer descubrir referencias a títulos míticos de la historia del cine (del ‘Jules et Jim’ de Truffaut a ‘2001. Una odisea en el espacio’ de Stanley Kubrick, por ejemplo).
Dirigida con mimo, también destacan en el filme la fotografía de Victor Seguin que hace real la conversión del edificio en la nave espacial de Yuri, y, especialmente, una particular y atractiva atmósfera sonora recreada con los ruidos reales del edificio Gagarin. “Grabamos ruidos muy concretos y realistas del edificio. De ascensores, de vecinos, y, poco a poco, los fuimos transformando en la película en sonidos un poco raros, como sonidos de ciencia-ficción”, explica Fanny Liatard.
Pero si la gesta de Yuri Gagarin fue solitaria, sólo gracias al apoyo y la intervención de sus amigos podrá salir sano y salvo el joven Yuri francés de su particular misión. Porque en toda cuenta atrás hay siempre un inicio, en ‘Gagarine’ acaba venciendo ese espíritu colectivo, la unión y la fraternidad de quienes dejan un pedacito de sí mismos (muchos recuerdos y amistades) en los lugares que habitan.
Postdata: La demolición del edificio Gagarine se prolongó durante 16 meses. Sobre él está proyectado un nuevo y moderno concepto de viviendas: un barrio ecológico con pequeños edificios sostenibles.
Deja un comentario