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El libro

Felipe Cabrerizo: «Jane Birkin lleva con orgullo la etiqueta de musa de Gainsbourg»

El periodista y escritor donostiarra lanza la editorial independiente Monstruo Bicéfalo especializada en música, cine y cultura pop.

Felipe Cabrerizo, afincado desde hace años en Madrid, es una de esas personas verborreicas que recuerda fechas, datos y anécdotas con absoluta precisión, una clase de sabio que se ha especializado en rescatar (y poner en su sitio) la cultura popular española, francesa e italiana, principalmente. Al biógrafo de Loquillo y Serge Gainsbourg, por citar a dos conocidísimos gigantes de la música, le pilla sentimentalmente más cerca Burdeos, León o Roma que, pongamos, el Mánchester de Joy Division, The Smiths, The Stone Roses, Oasis y tantos otros .

«La anglofilia que padecemos en la música es una mierda de herencia envenenada que nos cayó encima cuando la posmodernidad mal digerida nos arrolló en los ochenta: repentinamente, todo aquello que no provenía de Manchester o de Dakota del Norte pareció convertirse en algo rancio», afirma en esta entrevista donde, como suele ser habitual en el periodista, escritor y también realizador donostiarra del podcast Psycho Beat, focalizado en los sonidos que alumbraron los años 60 a orillas del Mediterráneo, no se muerde la lengua y se explaya libremente sobre las cuestiones más diversas.

La hiperactividad de Cabrerizo y su extraordinaria pasión por la cultura pop le han llevado a la aventura de embarcarse en la creación de su propio sello editorial, Monstruo Bicéfalo. La primera referencia es nada más y nada menos que Diarios 1957-1982. Munkey Diaries, de la cantante francesa e icono Jane Birkin.

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Ediciones Chelsea, del exCooper y exFlechazos Alejandro Díez, se define como una editorial que aborda “los relatos del mundo subterráneo para aficionados a la música con alma. Libros, sueños y cultura pop”. ¿Los tiros de Monstruo Bicéfalo irían más o menos por aquí?

Como definición me viene que ni pintada, aunque se me quede un poco corto su radio de acción. Chelsea es uno de los referentes que tuve siempre en la cabeza desde que empecé a maquinar Monstruo Bicéfalo. Me gustan los libros que edita Álex por los riesgos que corre con muchos de ellos y por ese cariño en la edición que se nota en cada una de sus páginas. Por ahí van los tiros, sí, aunque intuyo dos diferencias con Chelsea: que nuestra línea será un poco menos British y que Monstruo Bicéfalo tendrá los libros musicales como uno de sus ejes centrales, pero no el único.

Has elegido un nombre muy trash, como de película de serie B o que suena incluso a grupo pop de La Movida. ¿Cómo se te ocurrió y, sobre todo, qué relación guarda con el espíritu de la editorial?

El título no es mío, que se lo he tangado inverecundamente a Carmencita Whitetower, diseñadora del acabado visual de estos diarios de Jane Birkin y alma máter y cerebro en la sombra de la editorial. Fue ella la que bautizó así su empresa de diseño hace años, y cuando me enteré de ello me pasó un poco lo de Buñuel, que un día un amigo le dijo que estaba escribiendo una novela llamada El Ángel Exterminador y le pareció un título tan extraordinario que se lo compró allí mismo para ponérselo a su próxima película, fuera esta cual fuera. Pues esto es lo mismo, pero por supuesto sin pagar un chavo. Es un nombre estupendo para una editorial formada únicamente por dos personas coincidentes en afinidades electivas y que nos permitía hacer cosas como ese logo que ni el de un drakkar vikingo. Siempre a favor de los nombres (y los logos) serie Z y agresivos, claro que sí.

¿Cómo funciona una pequeña editorial como esta? Te imagino haciendo una gira española en coche a lo Pedro Sánchez recordando a los libreros que ha llegado una nueva editorial a la ciudad.

Pues salvo porque carezco de la apostura de Pedro y no tengo ni carnet de conducir, la cosa no va muy desencaminada. Dar a conocer un libro es una aventura que te lleva a lugares insospechados. Arrastró además la novedad de la editorial, lo que te obliga a duplicar esfuerzos, que en estos tiempos de información fragmentada y sin un eurodólar para publicidad no hay otra manera. Todo es muy artesanal. Aquí lo mismo te toca negociar con un emporio editorial extranjero que pelearte con la funcionaria de Correos cuando hago los envíos. Y, por supuesto, allá que iremos a ejercer el proselitismo a donde sea menester: de momento arrancamos presentando el libro en Filmoteca Española este mes de junio, y si a partir de ahí hay que marcarse un Monstruo Bicéfalo world tour vamos a dejar lo de Coldplay a la altura del betún y sin necesidad de pulseritas.

En la entrevista de Alberto Moyano en El Diario Vasco te marcabas un mínimo de 1.000 ejemplares por libro para permitir “mantener la maquinaria en marcha”. No sé si es poco o mucho, si aspiras también a vivir de ello…

¡Jajaja! Perdona, que me ha entrado la risa floja con la frase “vivir de ello”. Qué va, nada de eso, los mil ejemplares son la cifra mágica para cubrir los gastos de edición del libro y tener un pequeño margen para poder ir adelantando los del siguiente. Aspirar a vivir de una editorial minúscula y unos libros forzosamente minoritarios como estos es algo que ni me planteo. Publicar estas cosas no es más que un acto de amor y la idea de que la editorial sea autosuficiente ya es suficientemente ambiciosa. Vamos, que como esto me dé algún día para pagar la cuota de autónomos lo consideraré un triunfo épico.

¿Si mil ejemplares son pocos o muchos? Pues depende de cómo lo mires: pocos en el sentido de que no dan más que para eso, para la autarquía; mucho si contamos que el 90% de libros que se editan en este país tan poco dado a la lectura no llegan a vender ni cincuenta ejemplares. En esa realidad nos movemos y sería muy ingenuo pensar que la perspectiva es otra.

¿Qué mundos pop te gustaría sacar a la luz? Conociendo tu trayectoria, ¿te especializarás en rescatar grandes figuras de la cultura popular española, italiana y francesa?

Hombre, por descontado que esa va a ser una línea clarísima de la editorial, entre otras cosas porque no solo coge el testigo de la colección Libros Psycho Beat!, sino que arrancamos la aventura con ella, que ahí se encuadran estos Diarios 1957-1982. Munkey Diaries de Jane Birkin. Pero no será la única. No tengo intención de editar solo libros de música ni tengo muchos prejuicios con el origen de los libros. De hecho, los dos siguientes con los que me estoy peleando estos días son dos traducciones del inglés, un libro británico y otro estadounidense.

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Nuestro gurú de la cultura musical y cinéfila hispana-francesa-italiana. Foto: S.F.

¿Por qué crees que en el imaginario colectivo siguen molando más The Hollies que Los Íberos o Los Ángeles? ¿Nos hemos pasado de anglófilos?

Hombre, como punto de partida es poco cuestionable que en este caso concreto los Hollies lo que se dice molar, molan más, pero de ahí a considerar que el mundo se acaba donde se deja de hablar inglés… En fin. Lo del desprecio a la cultura propia es un mal endémico de este país (que por otra parte da un poco de risa fuera de nuestras fronteras) que marca a fuego la autoestima que nos gastamos, pero esto es ya un tema con unas ramificaciones sociológicas y psicológicas que quedan fuera de mi capacidad de análisis.

Vi a Jane Birkin en 2018 acompañada de una orquesta en el Primavera Sound y me pareció un concierto muy emotivo y sensacional. Su carrera es larga y brillante. ¿Por qué crees que sigue arrastrando la etiqueta de musa de Gainsbourg más de 50 años después?

Sobre todo porque la lleva con orgullo y hace muy bien: ¿por qué renegar de que te haya escrito algunas de sus mejores canciones uno de los mayores compositores que hemos tenido en el siglo XX? Birkin no solo cantó las canciones de Gainsbourg en vida de este, sino que se autoerigió en principal depositaria de su memoria después de muerto, cuando su figura no cotizaba al alza en el mercado de lo cool, y ha seguido interpretando estos temas en todas y cada una de sus giras, ayudando a convertirlos en unos clásicos que distaban de serlo cuando Serge se fue a ver a Elvis. Pero esto no debe ensombrecer que la carrera de Jane ha sido mucho más que eso.

En la música, desde luego, donde ha seguido labrándose una discografía off-Gainsbourg repleta de aciertos, pero también en el teatro, en el cine o en la literatura. A fin de cuentas, hablamos de una persona que, fuera del radio de acción gainsbourguiano y por méritos exclusivamente propios, ha sido una actriz popularísima que ha interpretado por igual comedias contemporáneas que a Eurípides, que ha hecho teatro, que ha dirigido y que ha colaborado de igual a igual con algunas de las personas más brillantes de la cultura del siglo XX y XXI; léase Agnès Varda, Jacques Rivette, Antonioni o Iggy Pop, por decirte los primeros que me vienen a la cabeza.

¿Qué te dijo sobre Elefantes Rosas, la biografía que escribiste sobre Serge Gainsbourg?

Sobre el contenido en sí poco, porque Jane no habla español y no ha podido leerlo, pero por las referencias que le llegaron de terceras personas quedó lo suficientemente contenta como para haber incluido el libro en el merchan de todas sus giras desde entonces, cosa que estuvo a punto de provocarme un tarantantán cuando lo comprobé por mí mismo la primera vez que fui a verla en directo posElefantes.

Respecto a la edición de estos Diarios 1957-1982. Munkey Diaries, está muy contenta con el resultado, ha seguido al detalle el trabajo del libro y ha dado personalmente el visto bueno a la traducción, a la maquetación, a la portada e incluso a las notas a pie de página que le propuse añadir.

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Felipe Cabrerizo, en plan rockstar francófilo. Foto: Carmencita Whitetower

¿Ha cambiado tu percepción de Gainsbourg después de leer sus diarios? Se dice que en su día le llegó a decir cosas como “yo te he fabricado” y que su rol de macho alfa era total.

No, cambiar no ha cambiado. Escribir una biografía de alguien implica convivir tanto tiempo con el personaje y manejar tanta información que es difícil que una nueva pieza te haga cambiar de manera sustancial la idea que tienes de él. Lo que sí ha hecho ha sido enriquecerlo, porque el libro viene repleto de reflexiones personales de Jane que por supuesto desconocía, de episodios de vida en pareja y de un anecdotario divertidísimo que sirven como piezas para completar el puzle. Con lo de macho alfa no estoy de acuerdo. La verdad es que se me ocurren pocos personajes más antitéticos de la figura del macho alfa que Gainsbourg.

La frase, sacada de contexto, es un poco traicionera: es cierto que Gainsbourg la soltó por esa boquita de piñón, pero también que se la dijo a Jane cuando esta le confesó que a sus espaldas se había acostado con otros hombres, lo que convierte una frase en apariencia agresiva en algo de una moderación que ni de colegio de ursulinas. Supongo que en el saldo, más que una frase dicha puntualmente en una situación desesperada, debería pesar que tras la separación ambos se reconciliaron inmediatamente, que fueron íntimos amigos hasta la muerte de Serge e incluso que Gainsbourg sería padrino de Lou, la hija que Jane tendría con su nueva pareja, Jacques Doillon.

Los años 60 siempre se han vendido como los de la liberación sexual y la contracultura, pero luego lees ciertas cosas y se derrumba el mito. Pienso en Marianne Faithfull, que cuenta en su autobiografía cómo detestaba la versión angelical y sexy que la industria musical había construido a su alrededor…

Uy, es que, al margen de que crear una imagen ficticia para hacerte vendible es consustancial a la industria seas hombre, mujer o perro cantarín, hacer estos términos comparativos sobre hechos puntuales creo que termina creando una realidad distorsionada. Comparar un momento concreto de hoy en día con otro de cinco décadas atrás es un poco hacerse trampas al solitario: si alguien dentro de cincuenta años hace lo propio con nosotros quedaríamos como unos gañanes por más que ahora nos consideremos tan sumamente civilizados.

Así que no creo que trazar una comparativa entre dos momentos históricos puntuales sea muy cabal: cualquier historiador sabe que para calibrar en su justa medida las cosas lo que hay que hacer es entender cuál es su punto de partida y cuál el de llegada. Y ahí yo creo que la década de los sesenta es imbatible y que vio una evolución social que no ha tenido parangón con ninguna otra posterior.

La última y ya en plano local. ¿Javier Gurruchaga no merece una biografía que le haga justicia?

¡Jajaja! Me quieres matar a hiperactividad, que eres una máquina de pedirme libros cada vez que hablamos. Me temo que Gurruchaga, siempre esquivo con estas cosas, no está mucho por la labor, pero desde luego tiene un historión como pocos y sí, carajo, ya va siendo hora de reivindicar como se merece a la Orquesta Mondragón, que pocas apariciones de grupos han sido tan fulminantes como la de este, que agrupó a músicos del nivel sideral de Jaime Stinus o a personajes como Popotxo, nuestro Buster Keaton, y supo jugar una carta de lo grotesco mucho más molona que esta filfa del burlesque que nos vendieron después. Y, desde luego, no seré yo quien diga una sola palabra mala sobre un grupo capaz de hacer una canción sobre una película de Tod Browning, qué carajo.

 


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