Es fácil imaginar (y difícil de asumir) cuánto ha cambiado de pronto la vida de los ucranianos desde que se iniciara la invasión rusa, hace poco más de un mes. Pero no solo la vida de quienes residían en su país, sino también de los que ya son también gipuzkoanos. Es el caso de Eugeni, que lleva prácticamente una década entre nosotros y ha compartido con DonostiTik el caos repleto de necesidades en el que se ha convertido su existencia cotidiana.
Pide ayuda, ayuda que la tele dice que se reparte… pero a él no le llega. Asegura que ha tocado las puertas institucionales y no le dan soluciones. Así que confía en que al menos, contando su repentina historia, “corra la voz” y los donostiarras de a pie puedan ayudarle (abajo del todo dejamos sus vías de contacto). Porque, cuando flaquean las instituciones, “la fortaleza es el pueblo”, la solidaridad, se esperanza.
Bucha, en la provincia de Kiev, es el nombre de una ciudad ucraniana que de golpe se ha hecho famosa por el horror de la matanza de civiles; donde los rusos “han hecho crímenes de guerra”, precisa Eugeni. De allí son él y su familia. Afortunadamente, unos cuantos de sus miembros pudieron salir antes de la encerrona, y él mismo fue a recoger a varios a Polonia. Hace un mes viven con él su madre y su hermano adolescente, hace tres semanas también llegaron sus abuelos. En casa de un amigo se han alojado otros cuatro familiares, incluido un bebé. Además, ha colaborado en reubicar a otros compatriotas en Irun y Egia.
Así que, en el último mes, ocho ucranianos que huyen del espanto se han sumado al entorno de Eugeni. En su pequeño piso de 40 metros cuadrados y una sola habitación se agolpan habitualmente seis personas, contando con el propio anfitrión y la hija de 4 años que tiene en custodia compartida. Se confiesa superado: “Estoy muy reventado, cuesta mucho no desesperarse”, cuenta. “Yo no pido ayuda para mí, tengo mi trabajo (en el mundo comercial), pero no puedo mantener a tanta gente, también un bebé”.
Gracias a sus amigos
“He tenido que pedir ayuda a mis amigos” para salir adelante, y de momento solo van unos días desde que su círculo se multiplicó. Porque ha consultado por ejemplo en Cruz Roja, o en CEAR (la Comisión Española de Ayuda al Refugiado), y el problema es que los suyos no han venido a Gipuzkoa a través de ninguna ONG o grupo preestablecido, sino de forma independiente. “Si tienes una nómina, aunque solo sea una, y son tus familiares, no hay nada. Esas personas tienen que estar en la calle para que les den una ayuda alimentaria o de alojamiento”, se desespera.
“Yo he llamado a todos y no saben qué hacer; CEAR dice que se apunten en la Policía” para dar a los recién llegados la condición oficial de refugiados, por ejemplo para que los adultos puedan trabajar, “y nada más. Pero no hay un procedimiento claro, y la Policía también está desbordada”; da las citas con un mes de retraso, asegura, y mientras tanto hay que vivir.
Una amiga local de Eugeni es Leire, gracias a quien está llegando al menos comida para el ucraniano-gipuzkoano y los suyos. Ella corrobora que está “hecho polvo” y que no hay apoyos: ni en Cáritas les daban ropa, al no tratarse de una asociación. Y también que se están moviendo todo lo que pueden, sobre todo para que los nuevos donostiarras “puedan buscar trabajo, aprendan español y que se vayan integrando”, que a su juicio es “lo importante”.
«Comida, pañales, artículos de higiene…»
Coincide Eugeni: “Yo trabajo en el mundo comercial y entiendo lo que es la vida”, no se puede vivir de subvenciones. Pero mientras llegan los papeles y las posibilidades reales de que los refugiados se ganen la vida a este lado de Europa, es un momento de emergencia en el que pide a quien pueda aportarles lo que sea: “Comida, pañales, artículos de higiene…”.
Cree el ucraniano-gipuzkoano que tiene que existir incluso gente altruistamente dispuesta a compartir incluso sus hogares por un tiempo indeterminado, algo que desde luego les vendría también mejor que bien. El reto es poner en contacto al generoso y a quien lo necesita, porque los intermediarios, insiste, no están funcionando. Y porque la población en general “piensa al ver el periódico que está todo solucionado”, que las vías oficiales marchan y los refugiados encuentran su techo. La realidad, lo ha comprobado él, no está siendo así.
Estas son las vías de contacto con Eugeni:
– Teléfono: 722 145 132
– E-mail: [email protected]
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