(Mercedes Zabaleta/EFE). El trompetista Enrico Rava, una de las leyendas del jazz, ofreció este lunes un concierto con su repertorio clásico de melodías a prueba del paso del tiempo ante un público, en el que no faltaban sus incondicionales de décadas, que soportaron el aguacero que cayó sobre la plaza de la Trinidad de San Sebastián por la noche.
Horas antes Enrico Rava recibió de manos del alcalde de la ciudad, Eneko Goia, el premio Donostia del Jazzaldia, un festival que «adora» y una ciudad de la que «le gusta todo, también la comida», aseguró el artista.
Como es frecuente en él, tocó con jóvenes artistas, una compañía que no busca porque considere que «tiene la misión de descubrir talentos», sino porque necesita «sorprender y que le sorprendan» cuando interrelaciona con otros músicos en el escenario, según reconoció durante la entrega del premio.
Lo que busca este maestro de la melodía y de la improvisación es «ese momento sublime de democracia perfecta» -lo definió- en el que un músico recibe esa especie de «telepatía» de sus compañeros de escena y viceversa.
El lunes parecía que el tiempo iba a dar una tregua y respetar la actuación de Rava, la batería Evita Polidoro, el trombonista Matteo Paggi, el guitarrista Franceso Diodati y el contrabajo Franceso Ponticelli, pero a los pocos minutos de empezar cayó un chaparrón que dejó vacías varias filas de espectadores aunque la mayoría se quedó en sus asientos.
El particular uso de la melodía, la personalidad de este músico siempre en constante investigación, abriendo nuevos caminos desde sus inicios en el free jazz, se apreciaron en el recital de una hora que ofreció y en el que no faltaron clásicos como «Sola» o «Cornette».
Los diálogos entre los instrumentos se sucedieron en el escenario en el que cada uno de los músicos tuvo su espacio para el lucimiento con los solos que se intercalaron a lo largo de los temas.
Pat Metheny versátil
Diferente, pero también acompañado de jóvenes músicos, fue la propuesta de Pat Metheny, otro de los protagonistas de esta cuarta jornada del Jazzaldia, aunque el guitarrista actuó, eso sí, a resguardo de las inclemencias del Cantábrico en el centro Kursaal.
Versátil como siempre, Metheny llenó el auditorio donostiarra en el que irrumpió con su enmarañada melena y pertrechado de su guitarra Picasso de varios mástiles y 42 cuerdas, que la luthier Linda Manzer fabricó exclusivamente para él.
Con «Make peace», que interpretó en solitario, dio comienzo un concierto que fue prácticamente un ininterrumpido interludio jazzero en el que los temas se sucedieron de forma casi concatenada durante dos horas, sin respiro entre uno y otro.
El artista de Missouri presentó su último proyecto, Side Eye, que trata de apoyar a un grupo de músicos que va rotando y que interpreta piezas nuevas.
Chris Fishman al piano y los teclados y Joe Dyson a la batería mantuvieron duelos entre ellos y con el propio Metheny, que ha dejado brillar a sus acompañantes.
Metheny desplegó su parafernalia instrumental, lo que hace que en momentos fuera difícil identificar qué músico era el responsable de la amplia gama de sonidos que salen del escenario en el que solo hay tres personas.
El icónico «Bright Size Life», de su primer álbum que gravó en 1976 con el bajista Jaco Pastorius, dio paso a «Better Days Ahead», otro de sus éxitos, y «Timeline», en el que Metheny ha mantenido un «tete a tete» con Joe Dyson.
A las intensas «Phase Dance» y «Trigonometry» siguieron el halo más reposado de «Zenith blue», con el que Metheny quiso dar por concluido el concierto.
Pero el público quería más y el guitarrista regaló un primer bis con un recopilatorio de algunas de sus melodías y un segundo con «Are You Going With Me» con el que se despidió
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