(EFE). «Entendemos que -el violador de Gipuzkoa- es un agresor sexual en serie que fue perfeccionando su técnica» de tal forma que una de sus víctimas incluso tuvo en un primer momento «dudas» de si la había llegado a penetrar. Y añade la Ertzaintza se trata de un hombre que empezó atacando con gas pimienta a alguna de sus víctimas y que acabó sometiéndolas con cloroformo. Así se ha referido hoy al caso la policía vasca en una nueva jornada del juicio que tiene lugar en la Audiencia de Gipuzkoa y que está previsto concluya mañana con la declaración de varios peritos, las conclusiones definitivas y los informes de las partes.
Varios agentes de la Ertzainta que trabajaron en la laboriosa investigación que, tras varios años, permitió detener al violador en serie de Gipuzkoa, condenado ya por dos de estos casos ocurridos en Beasain y en Lasarte-Oria, han detallado este lunes las pesquisas que condujeron al arresto de este hombre, durante la segunda jornada del juicio por dos tentativas de agresión sexual y una violación consumada ocurridas en Tolosa, Andoain y Anoeta.
Los investigadores han explicado que desde el año 2012 ya tenían conocimiento de cuatro situaciones similares en las que el agresor había empleado gas pimienta. Un método bastante «inusual» que les hizo sospechar de que se encontraban ante un mismo responsable.
Ya en 2013 la Ertzaintza detectó otros casos en los que las víctimas hablaban de que su agresor había utilizado un pañuelo que desprendía un fuerte olor.
Dos años más tarde, en 2015, se produjo una situación similar en Lasarte-Oria y en 2019 tuvo lugar una nueva agresión sexual con el mismo «modus operandi», si bien en esta oportunidad la violación no tuvo lugar en la calle sino en el interior de un piso de Beasain.
Este caso finalmente permitió detener al procesado y vincularlo con el resto de agresiones a través de su perfil genético, encontrado por la Ertzaintza en el edredón de este domicilio que coincidía con el hallado por una patrulla en una cuchara desechada por el procesado tras cenar en un restaurante.
La Policía Vasca también descubrió en el ordenador personal del inculpado que éste había realizado búsquedas sobre el uso del cloroformo y constató entonces cómo había «evolucionado» en su forma de actuar, pasando de golpear a alguna de sus víctimas para intentar reducirla, a utilizar gas pimienta primero y cloroformo después con la intención de someterlas.
Al acecho
Asimismo los investigadores determinaron que el hombre siempre buscaba zonas «solitarias» y «apartadas» en las que permanecía «al acecho buscando a una chica sola» cuando regresaba a su casa, casi siempre en noches de fines de semana o días festivos.
«Pensamos que conocía muy bien los sitios» en los que actuaba, ha comentado uno de los agentes, quien ha explicado que se trataba siempre de lugares con buena «visibilidad» sobre sus víctimas aunque sin iluminación artificial, y desde las que el autor tenía una rápida conexión con la carretera nacional N-1 para permitirle la huida.
Una forma de actuar en la que, según ha descrito otro de los policías, con el tiempo fue «mejorando» y «evolucionando desgraciadamente a mejor» con «un resultado mucho más lesivo para sus víctimas».
«Pensamos que él mejoró su sistema de ataque para tratar de reducir la resistencia de las chicas, aunque también fue perfeccionando en otros aspectos y dejó de hablar con ellas -como hacía al principio- para evitar que lo identificaran».
El testimonio más desgarrador de esta segunda jornada del juicio ha venido de la mano del padre de la chica que fue agredida en Anoeta en 2013, después de que su agresor la dejara inconsciente en un lugar con poca visibilidad, pero que no tuvo la seguridad de que fue violada hasta el año 2019, cuando la Ertzaintza detuvo al acusado.
«Fue el peor momento que ha pasado mi hija porque entonces le contaron con ‘pelos y señales’ todos los detalles de lo que había ocurrido«, se ha lamentado el padre de la víctima, para quien vivir este instante fue «como si le hubieran golpeado -a su hija- con un ladrillo en la cabeza».
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