Su objetivo era convertirse en investigador y en docente, pero hace tres años Kenny Álvarez se embarcó en una aventura empresarial en Donostia, con la que no solo cambió el rumbo de su vida, sino que también espera cambiar la industria. O al menos, facilitar el acceso a un componente clave para su desarrollo: los imanes.
Tras años de pruebas de laboratorio y una inversión de cerca de 2 millones de euros -a la que han contribuido ayudas y subvenciones como las de Fomento San Sebastián-, su “polvo de imán reciclado” está a punto de llegar a la fase de producción.
Para explicar la importancia de esta aportación tecnológica, Kenny Álvarez comienza por el principio: “Todos saben lo que es un imán. Todos hemos tenido un imán en nuestras manos o incluso lo tenemos en la puerta del frigorífico, pero los imanes se usan en todo tipo de componentes eléctricos y electrónicos”. Desde altavoces y teléfonos móviles, hasta los motores eléctricos con los que empieza a moverse el mundo.
Vehículos eléctricos y otros sectores en auge, como los parques eólicos, necesitan imanes para su construcción. El problema es que algunas de las materias primas que se utilizan para fabricar esos imanes no existen en este continente. “Son materiales críticos a nivel europeo. Europa no posee yacimientos y tiene que importar todo desde China”, explica Kenny Álvarez. Por eso, con el objetivo de cubrir esa necesidad nació la empresa Ecomagnet, de la que es CEO y cofundador. Con ella pretenden unir tecnología y reciclaje, generando economía circular. “Ahora mismo, cuando por ejemplo un motor eléctrico llega al final de su vida útil, no se recupera. Va con la chatarra de hierro y lo procesan como cualquier otra chatarra, como escoria. Lo que nosotros estamos ofreciendo es un proceso que hemos desarrollado en laboratorio para coger todos esos imanes que han llegado al final de su vida útil y fabricar polvo de imán”, explica. De esta forma, los fabricantes podrán tener acceso a esa materia prima de manera local, para producir sus propios imanes a través del polvo reciclado, sin necesidad de depender de la importación desde China, abaratando los costes y reduciendo también la contaminación que genera la extracción.
El “empujón” de Ekin+
Kenny Álvarez nació hace 35 años en Chile y allí estudió Ingeniería Mecánica, pero en 2016 aterrizó en Donostia para hacer un Doctorado en Ingeniería de Materiales. Así entró en contacto con el centro de investigación CEIT, donde empezó a trabajar tras terminar su tesis, hasta que surgió esta oportunidad.
“Habíamos desarrollado una tecnología de laboratorio que nos permitía reciclar imanes permanentes y me propusieron crear una empresa spin off”, recuerda. Fue entonces cuando nació Ecomagnet, en enero de 2021, y Kenny Álvarez se puso al frente.
Solo unos meses después empezó a contar con el respaldo del Ayuntamiento de Donostia, a través de la Sociedad Fomento San Sebastián. “El centro tecnológico está muy al tanto de las ayudas y me comentaron que mirara las ayudas de Fomento, porque hay bastantes para startups, para nuevas empresas y sobre todo para las tecnológicas”.
La primera ayuda que recibió fue dentro del programa Ekin+, una aceleradora de proyectos emprendedores e innovadores, y eso fue precisamente lo que supuso para él. “Fue una manera de acelerar un poco todo, de dar un empujón”.
De ese programa de Fomento, sobre todo, recuerda lo que supuso para él el asesoramiento, ya que incluía una bolsa de horas de mentoría con un experto en innovación. “Uno cuando empieza con esto, sobre todo yo que no soy un perfil de emprendedor ni de business, al principio tienes muchas dudas y no sabes con quién hablarlas. El 90% de lo que iba a hacer no entendía cómo hacerlo y en esas sesiones, que eran de dos o tres horas una vez al mes, tenía la oportunidad de tratar todos los temas de acuerdo con las necesidades que teníamos. El mentor te va guiando en la dirección correcta”.
Con él aprendió de financiación, de auditorías, de análisis de mercado… Y también de “cómo sacarle el máximo partido al I+D, a todas las ayudas que hay, pero que a veces no conoces”. De hecho, en este tiempo ha ido sumando apoyo de distintas instituciones, que le han ayudado a afrontar estos primeros años destinados aún al desarrollo del producto.
“Aquí en San Sebastián y en el País Vasco hay muchas ayudas para poder montar este tipo de empresas, sobre todo industriales. Tenemos un entorno muy industrial y hay mucha necesidad de empresas para servir a todo el parque. Por eso hay muchas facilidades para que uno pueda arrancar. Si es algo interesante para la comunidad o para la industria local, hay muchas ayudas”.
Solo a través de Fomento San Sebastián, su empresa se ha acogido a varias líneas de ayudas, a las que tuvo un “acceso más fácil y más directo por estar ya dentro del programa Ekin+”. Así llegó también la ayuda para la creación de nuevas empresas innovadoras; y más tarde dos bonos tecnológicos para contratar servicios a centros de investigación o universidades. “También pedimos la ayuda Implanta, para tema de innovación, para poder pagar gastos de consultoría, por ejemplo”, precisa.
Tres años “vivos sin ventas”
“Es clave tener este tipo de ayudas para poder ir creciendo poco a poco”, subraya Kenny Álvarez. Especialmente en el caso de su empresa, que ha necesitado tres años de validaciones en laboratorio, de pruebas piloto y de ir “escalando la tecnología” para llevarla a una escala más grande, a la industria.
Hasta ahora, la inversión privada y las ayudas les han permitido “seguir vivos sin ventas”, pero el próximo año esperan dar el gran salto, empezando a comercializar su producto.
De momento, tras ir cumpliendo los hitos que se habían fijado, hace dos meses abrieron su propia nave. “Ya hemos salido del centro de investigación y nos hemos independizado, que para nosotros es un paso grande”, celebra.
En esa nave empezarán ahora a hacer pruebas piloto a mayor escala, en cuanto llegue la maquinaria que ya han adquirido. También este mes se ha incorporado otra doctora que hizo su tesis en imanes permanentes, y en mayo del año pasado una ingeniera que se encarga de la parte de industrialización. “La idea es ir aumentando personas y cantidad de material producido”.
En el laboratorio en el que habían venido trabajando hasta ahora, y en el que Kenny Álvarez estuvo durante más de un año solo con el equipo del CEIT, podían producir un máximo de tres kilos de polvo de imán, cuando su estimación es que un cliente requeriría “como mínimo una tonelada por año”.
Con la maquinaria que está empezando a llegar a la nueva nave, esperan realizar pruebas hasta final del año, y desde comienzos de 2024, iniciar la producción para una venta a pequeña escala. El siguiente reto, buscar nuevos inversores el próximo año, para afrontar la parte definitiva y más costosa del proyecto: construir ya la planta industrial.
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