BiziLagunEkin, la plataforma crítica con el modelo turístico de Donostia, ve una oportunidad en esta crisis provocada por la Covid-19 para que instituciones y habitantes se replanteen la opción de lo que considera un «monocultivo turístico». En esta entrevista dos de sus representantes, Nerea Arregi y Asier Basurto, hablan sobre el papel del Obispado en este asunto, los pisos turísticos, el precio de la vivienda, las terrazas hosteleras…
BiziLagunEkin quiere que el postconfinamiento sea ‘aprovechado’ para replantearnos las bondades del turismo. Sin embargo, la dependencia laboral de la hostelería de tantos donostiarras, por ejemplo, daría al traste con el futuro de miles de personas si no se reactiva. ¿No sería el momento más bien de arrimar el hombro?
Nuestra manera de arrimar el hombro es aportar en la reflexión y el debate sobre el modelo de ciudad que tenemos y hacia dónde nos convendría llevarlo. Nos parece que no cambiar de rumbo en esta situación es lo que nos supondría un futuro oscuro. La crisis del coronavirus nos ha reflejado muy vulnerables ante el espejo. Y ha mostrado que el modelo económico de Donostia es demasiado dependiente de la actividad turística. Rescatar lo que nos hunde no es una buena opción. El presupuesto público debe conducirse a crear alternativas laborales para impulsar un proceso de decrecimiento turístico y un modelo económico más diversificado, con el menor daño posible para las personas que hoy en día trabajan en dicho sector.
En este momento hay hoteles en construcción, en reforma o a punto de abrirse en Donostia. Incluso del Obispado. Desde Hoteles de Gipuzkoa dicen que las reservas de este verano se han quedado en el 30%. ¿Puede ser el final de la expansión hotelera llegada así, de forma natural?
Los últimos 5 años se han concedido más de 35 licencias de hotel en Donostia. Se ha atraído a cadenas hoteleras e inversores concediéndoles todas las facilidades.
Respecto al Obispado, por lo que nos consta son tres los proyectos que tiene en marcha: el edificio del Paseo Colón, el edificio enfrente de Correos en la calle Urdaneta-trasera del Buen Pastor y la Parroquia de la Sagrada Familia en Amara Berri. Están destinados a ser apartahoteles y hoteles. Podemos decir que el Obispado es un agente más que busca el negocio mediante hoteles con parcelas y edificios.
No nos parece que la cantidad de hoteles que tiene que haber en la ciudad deba regularse solamente por las leyes del mercado. Donostia es una ciudad de dimensiones reducidas donde hay un grave problema de vivienda y estamos avanzando hacia el monocultivo turístico.
Desde algunos barrios se mostraron contrarios a las facilidades para expandir las terrazas hosteleras tras el confinamiento. Desde las instituciones se mostraron a favor más que nunca de arrimar el hombro para defender el sector. ¿Van a ser siempre incompatibles estas posturas?
No son incompatibles en ningún momento. Los bares y restaurantes son parte de la vida cotidiana de los donostiarras. Deben poder ejercer su trabajo y ojalá todo el mundo pueda disfrutar de los mismos. Ojalá también que los trabajadores tengan condiciones dignas, los precios sean adecuados a parámetros locales y estos establecimientos no estén controlados por cuatro grupos inversores que acumulen poder hasta dictar políticas municipales.
Por otro lado el espacio público es vital para la vida comunitaria y para los cuidados que tan necesarios y fundamentales se nos han mostrado en tiempos de confinamiento. No podemos dejar que el 100% del espacio de las plazas y calles lo ocupen las terrazas.
La UPV-EHU demuestra en un estudio que ustedes han hecho público que el precio del alquiler sube un 7% en las ciudades donde operan plataformas como AirBNB. ¿Qué papel debería tener este tipo de estudios en el debate sobre el turismo en la ciudad?
A nosotros nos parece importantísimo conocer con datos y criterios científicos las consecuencias económicas, sociales, medioambientales y culturales que tiene la turistificación de la ciudad. Es fundamental para que el modelo de turismo llegue a ser adecuado que tengamos información neutral.
Según estos resultados, el alquiler de una vivienda utilizada como residencia es de media unos 74 euros más cara al mes en Donostia debido a la presencia de los pisos turísticos. Es una cantidad significativa que puede contribuir a ahogar a muchas familias y hacer que abandonen sus casas y barrios. Es un elemento más que hace que el alquiler residencial en Donostia sea una opción poco viable para muchas personas. Y hay que tener en cuenta que ese efecto se le suma a una situación gravísima de crisis residencial que se da en la ciudad desde hace décadas y la turistificación sigue agravándola.
Entonces, ¿ustedes no dan por resuelto el debate en torno a los pisos turísticos en Donostia?
Nada más lejos de la realidad. Nos encontramos en medio de una pandemia mundial, a las puertas de una crisis económica que apretará las condiciones de vida de mucha gente, con un problema de la vivienda cronificado en la ciudad y sin una regulación de alquiler vacacional actualizada en vigor. Ahora es el momento de dar un paso adelante.
Cuando nos ha asaltado la crisis sanitaria y económica provocada por el Covid-19, muchos propietarios de viviendas han huido del alquiler vacacional para ofrecer sus pisos como viviendas de alquiler (más de 27.000 en el estado español). Esto demuestra que nada volverá a ser igual.
En agosto de 2017 se aprobó la ordenanza para regular los pisos turísticos. Se legalizaron decenas de pisos que no cumplían la normativa anterior y deberían haber sido clausurados. El equipo designado para inspeccionar pisos nunca contó con los medios humanos y materiales necesarios para esta ingente tarea. En enero de 2020 el TSJPV dejó sin validez la ordenanza del Ayuntamiento de Donostia debido a que no se tramitó el correspondiente cambio del PGOU.
Es el momento de una nueva regulación del alquiler vacacional que nos lleve, desde la gestión de lo existente, paso a paso, a erradicar esta práctica.
¿Cuál debería ser la postura de las instituciones llegado este punto exacto en que estamos?, ¿qué les piden?
Teniendo en cuenta que las recetas hasta ahora puestas sobre la mesa pretenden restablecer la “normalidad” anterior, desde la plataforma BiziLagunEkin tenemos claro que ahora es el momento para dar pasos hacia el decrecimiento turístico.
Hay que hacer frente a la privatización del espacio urbano y dar prioridad a la vida comunitaria, poner en el centro la vida de barrio y las redes de proximidad, impulsar un modelo económico basado en la promoción de otros sectores, erradicar las condiciones de trabajo precarias del sector turístico, redirigir los recursos públicos hacia las necesidades socioeconómicas básicas de la población, repensar desde una perspectiva local el modelo de eventos masivos dirigidos a atraer visitantes, poner límite al uso turístico de las viviendas y promover su uso como hogares de alquiler, dejar de dar licencias para nuevos hoteles y detener el crecimiento de la oferta hotelera, abandonar un modelo de movilidad basado en las macro-infraestructuras y el uso del coche, detener la turistificación de los entornos de valor ecológico como la isla Santa Clara, y, sobre todo, dejar de tomar decisiones de forma unilateral y garantizar a las donostiarras la opción de debatir y decidir el modelo turístico de la ciudad.
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