En el cine, a diferencia de la cocina, no hay recetas infalibles. Tener grandes actores en el reparto, un reputado y solvente director o un guión con mucho potencial no asegura que el resultado final sea una gran película. El séptimo arte es mucho más que una suma de ingredientes y su posterior cocinado. Es algo etéreo y casi inexplicable que nunca llega a controlarse al 100% lo que inclina la balanza hacia que una película no convenza del todo o, todo lo contrario: que conmueva al espectador. Ahí reside, precisamente, su valor. Pero cine y cocina comparten ese mimo, esa perfecta y sincronizada labor de equipo que posibilita que el comensal/espectador sólo disfrute y no sea consciente de todo el duro trabajo que hay hasta que el plato llega a su mesa o el filme a la pantalla, en el caso del público. Quizá por eso son muchas las producciones cinematográficas que, especialmente en estos últimos años, tienen la gastronomía como temática. El cine, ya se sabe, siempre está muy atento a las modas y a los nuevos usos sociales y la gastronomía se ha elevado a la categoría de lo más instagrameable. Una de las últimas películas de temática culinaria que han pasado por las salas es ‘El menú’, una muy notable producción de la que, si hubiera que dar la receta, sería la siguiente:
Ingredientes: Un buen grupo de grandes actores, destacando especialmente Anya Taylor-Joy y Ralph Fiennes, como Margo y el Chef Slowik, respaldados por un nutrido conjunto de carismáticos intérpretes; una puesta en escena tan sencilla que impacte precisamente por su falta de supuesta ambición; una historia llena de grandes frases, giros inesperados y misterio con unos personajes bien dibujados que permitan que los intérpretes (hasta los que tienen una frase o sólo un momento único) se luzcan. Mucha crítica social (sin miedo a pasarse y rozar la caricatura), algo de comedia para destensar mientras se cocina a fuego lento un thriller muy oscuro y con buenas dosis de mala leche.
Dirigida por Mark Mylod, ‘El menú’ rebasa con mucho cualquier expectativa inicial gracias a que, desde el primer momento, queda claro que ni los personajes ni la trama son lo que parece. Hay que degustar esos primeros platos, esos primeros minutos de metraje, para ir siendo conscientes del horror que esconde la trama. Todo comienza con un estimulante viaje a un renombrado y algo excéntrico restaurante ubicado en una isla en la que los comensales, a cambio de disfrutar de una experiencia culinaria única, tendrán que dejarse ‘secuestrar’, someterse a unas férreas normas. Para Tyler (Nicholas Hoult) es un sueño cumplido; para su pareja, Margo (maravillosa Anya Taylor-Joy) no tanto, especialmente cuando comienza a darse cuenta de la crueldad y la violencia gratuita que atenaza la cocina del Chef Slowik (el no menos maravilloso Ralph Fiennes). Algo no encaja para ella y, a la vez, ella no encaja en ese establecimiento. Del ‘tour de force’ entre estos dos últimos personajes dependerá, en el fondo, todo el devenir de la película. Para fortuna de los espectadores, la interacción entre ambos (los dos estuvieron nominados como mejores intérpretes en la pasada edición de los Globo de Oro), dará lugar a las mejores escenas, los mejores diálogos y los más sorprendentes astutos ‘shock’ narrativos. Sus miradas dejan grandes momentos y son lo mejor de un filme que, desde el principio, anima a tener la misma actitud crítica que el personaje de Margo.
Da igual que, en el fondo, nunca se sepa el porqué de toda [atención, spoilers] la sucesión de violencia que se desata en la cocina y en el comedor. A veces las cosas no tienen explicación y, desde luego, en ‘El menú’ no las hay. De ahí ese halo de cine de terror que exhala este filme llevando a otro nivel lo que desde el principio parece una comedia satírica y después se convierte en un thriller psicológico (espeluznante).
Cuentan los guionistas, Seth Reiss y Will Tract, que la historia está inspirada parcialmente en la experiencia que vivió uno de ellos en un remoto restaurante ubicado en una isla noruega. Pero si hay algo que sobresale en la narración de esta historia es esa fría exposición de tópicos tan reconocibles y tan habituales en cualquier restaurante del mundo: comensales más excitados por exhibir lo que comen que en disfrutar del plato, la pedantería de los críticos gastronómicos o de los que juegan a serlo y no tienen ni idea, la arrogancia de los que juzgan la calidad por su precio…
Conducida sabiamente como una coreografía que llega al punto de ebullición varias veces, como espectador se acaba sintiendo la opresión, el miedo, incluso el asco ante los pecados propios de los distintos personajes abocados a un final terrible.
Pero, ¿hay esperanza? [atención, spoiler]. La hay, aunque para entenderla hay que saber mirar más allá de una simple hamburguesa. La autenticidad y la sencillez, tanto en la cocina como en el cine, deben ser, a decir del filme, los principios básicos. En ‘El menú’ tal vez no los haya durante todo el metraje, pero sí hay mucha originalidad y, sobre todo, muchas ganas de plantear en el espectador muchas preguntas.
En esa astuta mezcla de géneros seguramente prevalecerá un regusto contundente un tanto agrio, que saciará a los estómagos más exigentes y a los espectadores más sibaritas, y dejará con ganas de ir a un restaurante con otra actitud, disfrutando de la vida y del momento, que es de lo que se trata.
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