Juan Antonio Rodríguez Arroyo es un salmantino de 73 años que tiene una misión en la vida. “Me levanté en contra de la mentira como me he levantado siempre. Soy un hombre que pregono la verdad. La gente tiene que saber lo que pasa en esta ciudad”, proclama en un breve descanso en la playa de La Concha. Su biografía, según narra, es la historia de una lucha continua. Cuando cumplió 15 años abandonó su pueblo natal, Villavieja de Yeltes, y se desplazó a Euskadi con una mano delante y otra detrás. No tenía nada, subraya. Este albañil jubilado y orgulloso de su sector laboral -“que haya construcción es algo bueno para todo el mundo”-, participó, asegura, en las huelgas de mayo del 68. Años más tarde, en tiempos de la Transición, marchó junto con unos “compañeros” desde San Sebastián a Pamplona con el propósito de poner en marcha una “inmobiliaria municipal”. “En esta ciudad se ha construido muy poca vivienda social. Nuestros políticos podrían darse una vuelta por Irun”, comenta.
Con semejante currículum no resulta extraño el rito que repite desde hace casi 8 años. “Son exactamente 2904 días, lo he puesto ahí”, afirma apuntando al arenal, donde un batiburrillo de números y letras se combina formando un gran mosaico reivindicativo. Desde aquellos primeros tiempos hasta ahora, sus peticiones han variado y se han ido transformando. Todo empezó con la subida del IBI que impulsó Bildu desde las instituciones para gravar más las viviendas vacías. Los grafitis efímeros empezaron a asomar sobre la arena con una fórmula (IBI = Pobreza ó IBI= +P) que con el tiempo se hizo popular, y a la que los paseantes de La Concha se fueron acostumbrando.
El impuesto afectaba de lleno a Juan Antonio, que cuenta con una segunda vivienda en Irun. “La medida atenta contra la propia Constitución, es confiscatoria y discriminatoria”, asegura visiblemente enfadado. “Soy una persona ahorradora que ha trabajado toda su vida como un cosaco, pero esto no lo hago solo por mí”, insiste, antes de arremeter duramente contra “el marqués de Galapagar” y hasta el Gobierno español. “Son los peores que hemos tenido nunca y que además han llegado en el peor momento posible”.
Otros dos números destacan en el texto playero que está rematando esta mañana, aprovechando que la marea baja y el cielo, cubierto, ha dado una tregua. Uno de ellos es 1079, que hace mención a todas las mujeres asesinadas en España por sus parejas, exparejas o “la madre que los parió” desde que empezaron a contabilizarse en 2003. “Han matado a más de 1000. No hay sensibilidad en este país. Este año vamos mejor porque de momento ha habido una sola víctima, cuando lo normal es que se produzcan tres asesinatos al mes”, dice. Pero pide que no se baje la guardia ante la violencia machista porque “en dos días se le da la vuelta a las cifras. Hay gente que sale de la cárcel y mata a la víctima. Hombre, no me jodas, déjalo que se pudra en prisión”.
Otro de los temas que le traen de cabeza es el futuro de las pensiones. De ahí ese “1080 (euros) pensión mínima”, que ha escrito sobre la arena haciendo suya la conocida reclamación de los pensionistas. “Ningún partido político ha defendido a los pensionistas. Cada uno ha ido a Madrid a por su historia”, dice en referencia a los partidos vascos. “Hay que mirar a Europa. No tiene nada de progre tener que trabajar 35 años para cobrar una pensión. Te lo dice alguien que ha cotizado 40 años”.
Juan Antonio tiene sus ideas muy definidas y batalla por lo que cree. La arena es su ring. No utiliza Internet. Manda cartas al ayuntamiento, las últimas dos por unas obras en su edificio que califica de “ilegales”, a la altura de la calle Miracruz 13. “¡Es una fachada histórica, hombre!”, exclama alarmado. ¿Te quedan más cosas por reivindicar? “Si, pero necesitaría otra playa entera”, responde.
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