(María D. Valderrama/EFE). El director de orquesta lírico Iñaki Encina Oyón, natural de Eskoriatza, dirigirá el 26 y el 28 de diciembre en la orquesta de la Ópera de París la obra Alcina, de Georg Friedrich Haëndel, con la que se consolida como uno de los nuevos talentos de la prestigiosa institución parisina.
Encina, de 43 años, vive uno de los momentos más florecientes de su carrera tras haberse estrenado esta temporada de la Ópera al mando de “Iphigénie en Tauride”, de Gluck, en octubre, y ahora con esta pieza barroca.
“Debutar en la Ópera de París es un paso muy importante y te da mucha visibilidad”, explicó Encina en una entrevista a EFE, añadiendo que la institución trabaja con una orquesta externa expecializada en música barroca.
Encina tiene una larga trayectoria entre las paredes del Palais Garnier tras haber integrado en 2005 el programa de jóvenes artistas de la Ópera, conocido actualmente como la Academia. Pero su trabajo había sido sobre todo como asistente del jefe de orquesta.
Durante el mes que la obra lleva en los escenarios, Thomas Hengelbrock ha sido el responsable de la batuta que ahora cede durante dos representaciones a su mano derecha, Encina.
Pero el guipuzcoano no es ningún novato: ha sido director titular en Rouen, Lille y numerosas ciudades de Francia, e incluso en Japón y Argentina, donde ha actuado en el Teatro Colón.
En paralelo, el músico y pianista acaba de publicar un disco junto a la soprano guatemalteca Adriana González, ganadora de Operalia en 2019, recuperando las piezas vocales de Isaac Albéniz, una rama menos conocida del compositor catalán.
Es ya su segundo disco tras la publicación en 2020 de “Dussaut & Covatti”, también junto a González, un homenaje a la que fue su profesora de piano en Toulouse, pues Encina grabó por primera vez las partituras de música de sus padres, Robert Dussaut y Hélène Covatti.
“El primer disco funcionó muy bien así que decidimos grabar un segundo disco con estas canciones de Albéniz, uno de los compositores españoles más conocidos aunque no se conoce su obra vocal. Tenía este proyecto en mente desde hace años, y con la pandemia, todos encerrados en casa, fue ideal”, dice.
Encina insiste en que pese a su formación, no se considera pianista. “Es un trabajo muy complicado, hay que dedicarle muchas horas y con mi carrera de director de orquesta no puedo hacerlo”, explica.
Tras haber sido hace 16 años el primer pianista español en ingresar en la Academia de la Ópera de París (después de él ha habido más y este año hay dos españoles), incita a los jóvenes aspirantes a músicos a hacerlo por su proyección internacional.
“Cuando dije a mis amigos que quería hacer la audición para esta academia me dijeron: ‘Tú estás loco. Ahí solo van a entrar chinos y rusos’. Hay gente que se pone muchas barreras. En España tenemos muchos complejos de que no estamos al nivel, y estamos de sobra al nivel, somos un país muy musical y con mucha intuición”, defiende.
Para él el interés, la pasión y el trabajo son el secreto para cumplir con sus objetivos. “No son sueños, son objetivos muy factibles”, dice.
Ahora, con nuevos proyectos a la vista en la Ópera de París y con el deseo de volver a Argentina, Encina defiende la apertura de la música a todas las clases sociales desde la infancia.
“Yo no vengo de una familia musical. Descubrí la música con cinco años y fue amor a primera vista”, dice, añadiendo que “aunque no sea una buena comparación, el arte es como la mala hierba, surge en cualquier sitio”.
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