(Ana Burgueño/EFE). El chef Andrés Torres fue cronista de guerra antes que cocinero y lo que vio en sus viajes por el mundo le llevó a fundar hace 25 años la ONG Global Humanitaria. Siempre ha dicho que el hambre es «el arma más mortífera» y verlo de cerca le ha empujado «a no girar la cabeza», a ejercer de «altavoz» para ayudar a quienes lo sufren.
Torres (Barcelona, 1968) se ha encontrado este año en el camino con el Basque Culinary World Prize, un reconocimiento a su labor que ve como otro «altavoz» para llegar a la gente, «para que sea más consciente de lo que está pasando en otros lugares, más sensible y más solidaria», destaca en una entrevista con EFE.
Este premio, que otorgan el Gobierno Vasco y el Basque Culinary Center, y que recogerá este miércoles en San Sebastián en una ceremonia a la que asistirá el lehendakari, Imanol Pradales, está dotado con 100.000 euros, una cifra nada desdeñable para quienes trabajan en la acción social, «acostumbrados a estirar el dinero como un chicle».
«Hasta un euro es mucho dinero para hacer cosas, cualquier cantidad siempre es bienvenida», ha asegurado el presidente de Global Humanitaria, que destinará esos fondos a aumentar el número de comedores escolares en la comunidades altoandinas de Perú, uno de los diez países donde desarrolla su labor esta ONG.
No obstante, están estudiando también dedicar una parte a las necesidades «más urgentes» en el sur del Líbano, agrega Torres, que ha estado ya en la zona repartiendo alimentos que cocinaban por la noche y que, además ha podido, después de «muchísimas gestiones», volar en un avión militar de Jordania para lanzar en paracaídas 30 toneladas de alimentos y medicinas a la población de Gaza.
«Un pequeño granito de arena»
«Ah, tú eres el premiado», le dijo un comandante jordano que le recibió para esa misión, cuenta Torres para dar una idea de «la trascendencia» del premio, que en esta novena edición ha concedido menciones especiales a la argentina Gisela Medina y al español Ángel León por sus «inspiradoras propuestas de integración social, innovación y sostenibilidad».
«Es un pequeño granito arena, pero no deja de ser ayuda, que es muy importante, y seguimos con ganas de hacer más cosas en esta región», afirma.
«A mí -señala- me ha movido mucho ver cómo a familias que llevaban una vida normal les cambia la vida por completo y se convierten en una familia que pasa mucho hambre por el hecho de que políticos decidan un día crear una situación de crisis en un país o decidan que haya una guerra».
Su ONG pone el foco especialmente en la infancia. «Siempre hay niños sufriendo y no pueden hacer nada. Un adulto se puede mover, se puede buscar la vida, pero un niño lo único que hace es pedir ayuda. Y esos niños crecen con problemas, lo que, a la larga, les va a afectar psicológicamente», añade.
Global Humanitaria ha ayudado a críos que ahora son trabajadores de la organización. «Se les ha quedado eso de ‘a mí me han ayudado, yo tengo que trabajar y ayudar a mi comunidad’. Para mí, es un orgullo», manifiesta este chef que desde Casa Nova, su restaurante del Penedés, con una estrella verde Michelin, también trabaja por la solidaridad y la sostenibilidad.
«Tenemos instalaciones en 10.000 metros cuadrados. Hay huertos y hacemos cultivos siguiendo la tradición de las culturas con las que trabajamos, pero el restaurante solo tiene cinco mesas porque busco un trato personalizado, quiero que el comensal se involucre y sepa que lo que está comiendo tiene un sentido. Muchos colaboran y destinamos esa ayuda a la ONG», explica.
Entre sus planes, está el de crear comedores escolares en todo el mundo que puedan ser financiados por colegas con restaurantes en España.
Ayuda de las instituciones
«Tú das de comer aquí, pero también estás dando de comer allá. Es un proyecto que tengo en mente empezar a trabajar prácticamente desde ya», remarca Torres, que no conoce a José Andrés, el cocinero impulsor de World Central Kitchen, ganador del Basque Culinary World Prize en 2020, con quien estaría «encantado» de colaborar.
Tras tres décadas en la acción social «ciertamente» es «algo pesimista», pero las ganas de ayudar siguen estando ahí.
«Soy pesimista por lo que veo en persona. Y luego, tengo un contraste muy bestia cuando llego de estos viajes donde hay hambruna, miseria, bombas, sangre, y me encuentro en una reunión o en una comida donde alguien se queja de que el cubierto está mal puesto o de que el plato está un poco frío», relata.
Admite que «esa contradicción es muy dura» para él y trabaja «en ello para solucionarlo». Quiere que las personas «que viven en el mundo occidental y que no tienen ningún problema ni por qué sufrirlo», vean lo que está pasando y sean «al menos» solidarias.
Torres dice que las instituciones deben actuar «ya» cuando se necesita su ayuda, que «no se puede esperar a que tomen decisiones en grandes hoteles». «Las ayudas, o tardan en llegar o no llegan ¿Por qué no son más rápidas?», se pregunta.
Su ONG se financia al 98 % de la cuota de sus socios y el resto procede de financiación privada, precisa.
Deja un comentario