«Oscurece. Enjambres de mosquitos se apoderan del bosque y la caja-nido para el cárabo en Aiako Harria aguarda la primera inspección tras el confinamiento. Un pariente cercano del roble pedunculado, el marojo, acoge la caja pintada de verde y cubierta por una hiedra. ¿Habrá habido suerte este año? ¿Qué habrá ocurrido en marzo y abril?
Las hembrillas de la tapa enroñadas por la humedad dificultan y demoran la apertura. La intriga aumenta. De repente, un aviso desde el interior todavía cerrado, txak-txak. Hay huéspedes. El techo-tapa cede ante la expectación y por fin se abre; desde el fondo de la caja, dos ojos como ascuas, enfocan por primera vez al cielo. Es una cría de cárabo que goza de muy buena salud. A su lado, un huevo no eclosionado ennegrecido por los restos de comida. Inspección concluida y con éxito.
El cuaderno de campo engrosa. Cuando proceda y la cría haya abandonado la caja, se volverá para limpiarla y mantenerla en óptimas condiciones.
En las inmediaciones, el arroyo borbotea y el cárabo ulula con fuerza. Este es el año de los cárabos en las cajas-nido de Parkea Bizirik. A Ulia le ha seguido Aiako Harria. Estamos contentos y de enhorabuena».
Naturaleza
El cárabo cría también en las cajas-nido de Aiako Harria
«Oscurece. Enjambres de mosquitos se apoderan del bosque y la caja-nido para el cárabo en Aiako Harria aguarda la primera
El carabo del pasado año en junio de 2020. Foto: Parkea Bizirik ‘kukulunbera’
Temas: medio ambiente
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