(EFE). Las dos psicólogas forenses que examinaron al acusado de violar a una menor tutelada de 14 años, con quien mantuvo un breve noviazgo, han descrito este martes al procesado como un joven «muy impulsivo» e «irritable», con una «expresividad impetuosa» que «en contexto de estrés puede tener conductas disruptivas de un grado importante».
«Es voluble emocionalmente», han detallado estas dos profesionales, que han situado estas características en un contexto de falta de madurez del inculpado. Esa inmadurez también la detectaron en la víctima, aunque ella tenía 14 años cuando ocurrieron los hechos y el 23.
«Es una adolescente de 14 años y es difícil encontrar un adolescente de esa edad que sea maduro», han descrito las psicólogas en su declaración durante la segunda jornada del juicio que se sigue en la Sección Tercera de la Audiencia de Gipuzkoa, en la que han también han destacado el alto grado de «vulnerabilidad» que presentaba la chica.
Los hechos, que comenzaron a enjuiciarse el lunes, se remontan al año 2020, cuando ambos iniciaron una relación sentimental tras conocerse una noche del mes de junio. Según el escrito de acusación del Ministerio Fiscal, el procesado, «a sabiendas» de que la chica tenía 14 años, presuntamente mantuvo con ella varias relaciones sexuales con penetración vaginal; y en una de ellas la víctima «trató de zafarse del agarre» del acusado para «evitar» que «continuara con la penetración», a pesar de lo cual él supuestamente «le impidió que se soltara, agarrándola con mayor fuerza las muñecas,, manteniendo el agarre inmovilizador y continuando» con su propósito.
Después de que la madre de la víctima interpusiera una denuncia ante la Ertzaintza por estos hechos, el varón presuntamente se dirigió a la menor «con intención de presionarla psíquicamente» para que no declarara contra él.
Tutelada por la Diputación
Durante la «breve relación de pareja», según mantienen el fiscal y la acusación particular, el procesado presuntamente ejerció sobre la adolescente, que se encontraba tutelada por la Diputación, «una posición de dominio y control», ya que se habría mostrado «celoso con ella, impidiéndole mantener relaciones sociales o utilizar las redes sociales», además de darle «órdenes» sobre lo que «tenía que hacer o no».
Según la versión de la víctima, en este período de tiempo también habrían mantenido relaciones sexuales completas en la vivienda que él compartía con otros miembros de su familia en una localidad del interior de Gipuzkoa, algo que el procesado niega, aunque reconoce la existencia de besos y abrazos mutuos.
La declaración de las dos peritos forenses que examinaron a ambos tras lo sucedido ha centrado la sesión del juicio celebrada este martes, en la que ambas profesionales han considerado verosímil el testimonio de la chica, si bien han advertido de que no han constatado que el vínculo que mantenía con el investigado fuera «una relación de violencia de género al uso», porque no existía «una asimetría de poder».
Lo que «sí había era una relación altamente disfuncional y volátil e inmadura por parte de los dos», han remarcado.
Afectividad «negativa»
Las especialistas también han mantenido que la «afectividad» de la chica «es bastante negativa» con un «estado de ánimo bajo», además de ser una persona «impulsiva», con «una inmadurez psicológica también importante».
«Lo que hace que esta mujer se vincule a este tipo de relaciones es que tiene una gran vulnerabilidad psicoafeciva y psicosocial. Esta vulnerabilidad que tiene ella y que no tiene él es lo que puede producir que esta chica intente acomodarse a los deseos del acusado en momentos puntuales», han resumido las forenses.
«Si vemos todas las piezas del puzzle, los rasgos de personalidad de uno y de otro confluyen bastante, lo que pasa es que hay una diferencia de edad en la que hay que decir que el acusado tenía que estar ya en un grado de madurez muy superior al que tiene», han concretado.
En otro momento de la vista, ha comparecido una educadora del centro en el que se encontraba la víctima, que fue testigo de una discusión entre el acusado y la chica en el exterior de este lugar y que, como ha relatado, tuvo que «intervenir» en el incidente porque le dio miedo la «agresividad» que mostraba el varón.
Por su parte, un ertzaina que tomó una primera declaración a la víctima junto su madre, ha recordado que en aquella ocasión la menor reconoció tener una «relación» con el procesado en la que no había tenido relaciones sexuales, aunque sí besos y abrazos.
Igualmente han testificado varios familiares del inculpado que convivían en el mismo domicilio que él, donde la menor pernoctó en varias ocasiones, quienes han asegurado que nunca vieron ni oyeron nada extraño entre ellos, y que no presenciaron insultos ni malos tratos por parte del acusado.
Penas de 32 años de cárcel
La Fiscalía y la acusación particular consideran que los hechos son constitutivos de un delito de agresión sexual y de otro de abuso sexual, ambos con penetración, sobre una persona menor de 16 años, así como de un delito de maltrato habitual y otro no habitual en el ámbito de la violencia de género, y de otros delitos de coacciones, vejaciones injustas e injurias con la agravante de parentesco.
Por todos ellos, reclaman penas que suman 32 años y medio de prisión, 60 días de localización permanente, entre otras condenas accesorias.
Estaba previsto que el juicio concluyera este mismo martes, pero la ausencia de una testigo ha obligado a suspenderla hasta el próximo mes de diciembre.
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