Aitor Nabarro es un activo impulsor de la cultura de base, que él llama «básica», desde hace 22 años. Humorista, dramaturgo, guionista, actor, profesor… publicó la obra de teatro La casa de los cuerdos en 2019, la trilogía de «desarrollo personal» El escenario de la vida la inició en 2020, y tiene un nuevo proyecto, El abrazo invisible. Su «primera obra de teatro grande con compañía profesional (Producciones Suéñate, que lleva junto su socia desde hace 6 años, Laura Muñoz)» y que está en fase de ensayos.
El abrazo invisible «es una crítica constructiva reflexiva» en torno al confinamiento, en la que «no ataca a ningún político» pero parodia al gobierno, «el que sea», e invita al espectador a «reflexionar sobre todo lo que está sucediendo». Pero «sobre todo es una obra sobre las consecuencias del confinamiento que presenta la actualidad como una distopía, con abusos policiales, vecinos enfrentados, rupturas entre convivientes, enfermeras amenazadas por sus vecinos, aplausos rituales en los balcones…».
En definitiva, «una obra sobre el confinamiento en época de confusión, donde se habla sobre la ternura, el amor y el miedo».
«Da la impresión de que si no triunfas fuera de Euskadi, la llevas clara aquí», lamenta, y asegura que El abrazo invisible ha suscitado más interés en Madrid que en Donostia. Y eso a pesar de que han «remodelado» varias veces el guión de esta «sátira atrevida» para no herir a nadie ni insultar. Nabarro insiste en que se trata de una «crítica constructiva».
Los ensayos de El abrazo invisible tienen lugar en EAB, asociación de actores vascos, La fábrica de Egia (un espacio de co working asociado a EAB) y el centro cultural Txondorra, también en Egia, y sede también de la emisora de radio Ttan Ttakun.
Pasamos con Aitor al lado de la academia de teatro Borobil, en la calle Iparragirre de Gros. «Uno de mis sueños es tener mi propia academia y estamos en ello», confiesa. Lleva un maletín con guiones para repasar después de la entrevista.
«La casa de los cuerdos se está vendiendo por rachas, viene y va», comenta sobre este libro presente en la librería Noski de Errenteria, el bar Picachilla en Gros, la Farándula en Egia y en la plataforma Amazon, así como en la editorial Punto Didot. Aunque reconoce que también es una crítica «feroz» a la psiquiatría, asegura que la escribió «desde el corazón, el humor y el teatro», sin rabia, para mostrarla «tal como es en realidad».
Aitor considera que «Donostia es un foco cultural interesante mal desarrollado». «Los máximos responsables culturales en esta ciudad han forzado a la autogestión a muchos creadores y no se ha fomentado la cultura de base. Nadie puede negar que hay un montón de subvenciones, pero también trabas, cuesta trabajo conseguirlas y con esas ayudas no te llega», denuncia. Así que Aitor se hizo empresario para que lo tomaran más «en serio».
Nabarro sabe que «hay un vicio de cultura gratis en nuestra sociedad», así como asegura que «falta teatro en los institutos». «El teatro es desarrollo personal y una herramienta importante en la educación». ¿Y qué buscan sus alumnos adultos? «Algunos no saben lo que buscan, otros buscan diversión y muchos quieren perder su vergüenza y timidez, y otros muchos buscan encontrar pareja». Tal cual.
22 años en esto dan para mucho, pero Aitor no empezó en el teatro, sino en el humor. Con 20 años se apuntó al primer concurso de monólogos que se celebró en Donostia. Más recientemente, recibió el encargo del Ayuntamiento de organizar el concurso de monólogos Donostia Hiria Comedy. Los guiones tenían que pasar su filtro. «Gracias a ello, nos libramos de una buena». ¿No hay un exceso de corrección política hoy en día? «Más bien, estupidez aguda», responde.
Hablamos del «boom» del humor vasco, un fenómeno que resultó «más fuera». ¿No ha habido saturación de monólogos y comedia en televisión? «El humor nunca cansa, pero puede perder gracia si se abusa. Una de las claves del humor es la sorpresa, y otras son la naturalidad, la originalidad, y tener un estilo propio, que no es lo mismo, porque ya no queda nadie original».
Nabarro niega la saturación en el género del «desarrollo personal» porque siempre ha estado en las librerías, y rechaza el término de autoayuda porque cree que todos los libros resultan de ayuda al lector. En sus tres libros de desarrollo personal aplica el teatro porque «la vida es un enorme escenario. Somos protagonistas hasta los 10 o 12 años en que nos convertimos en figurantes porque es más fácil y requiere menos responsabilidad que ser el protagonista de tu propia vida».
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