Resulta difícil hacer un balance exclusivamente ambiental de 2020 «cuando el precio humano y económico de la Covid-19 ha sido brutal aunque se hayan producido menos emisiones contaminantes y los animales hayan recuperado su espacio temporalmente», incide el grupo ecologista Eguzki. Y es que 2020 también en lo ambiental ha sido un año muy intenso. Ha habido vertidos constantes en los ríos de Gipuzkoa. Y ha sido, para recalcar, el año en que «el desprendimiento en el vertedero de Zaldibar nos ha dejado desnudos ante el espejo».
Los efectos de la Covid-19
El precio humano y económico está siendo «brutal» en lo que se refiere a la Covid-19, incide Eguzki, «pero paradójicamente desde una perspectiva exclusivamente medioambiental se puede hacer una valoración positiva de esta crisis». Y es que el tráfico aéreo ha vuelto a niveles de los años 80 con la consiguiente reducción de emisiones, igual ha ocurrido con el tráfico marítimo y el transporte por carretera y el tráfico motorizado también han conocido una significativa reducción.
Y hay más: «El confinamiento ha dejado al descubierto también la presión que los seres humanos ejercemos sobre el resto de los animales. Han bastado 45 días para que numerosos ejemplares hayan vuelto a campear por sus antiguos territorios. Otro tanto ha ocurrido en la mar, donde hemos tenido la oportunidad de ver animales no habituales en nuestros puertos y arenales de Euskadi».
Otra consecuencia de los confinamientos, en este caso perimetrales, ha sido el hecho de que numeroso ciudadanos hayan vuelto a disfrutar cerca de sus casas del medio natural, «placentero y seguro». «Pero esa presión humana sobre los montes y parques ha tenido su cara negativa en la proliferación de residuos en parques y zonas de esparcimiento, fruto de los pic-nic y botellones. Eso demuestra que todavía hay una parte de la sociedad que no sabe comportarse en el medio natural».
Zaldibar
«A falta de calamidades en el año de la Covid-19», destaca Eguzki, «el desprendimiento en el vertedero de Zaldibar nos ha dejado desnudos ante el espejo. Creíamos que escondiendo nuestra basura -vergüenzas- en un remoto vertedero podíamos continuar con un sistema productivo que no se preocupa del tratamiento final de aquello que produce. Si a eso le unimos la falta de control institucional y la connivencia con los que solo buscan el negocio fácil y sin escrúpulos, la tragedia está servida. Zaldibar es el fracaso colectivo de una sociedad que no se preocupa de su huella», afirman los ecologistas.
Puntos negros en Gipuzkoa
En 2020 Eguzki ha puesto el acento en los vertidos en los ríos gipuzkoanos: Ibaeta, Oria, Urola, Urumea… algunos de ellos provenientes de las obras del Metro y «que además de dejar su huella en el Urumea-Ibaeta han dejado también dos preocupantes socavones en Donostia».
«Pero el vertido más peligroso y llamativo ha sido el que se ha producido desde la incineradora de Zubieta, que ha arrasado la regata de Arkaitzerreka y que está en manos de la Fiscalía», recuerda el grupo ecologista, que también se refiere a la «proliferación» de los vertidos clandestinos en Belartza, Barkaiztegi, Oria Itxia, Ulia….
Objetivos para Donostia
Para este 2021 que acabamos de estrenar el colectivo Eguzki pide cuestiones concretas en lo que se refiere a Donostia: mejorar los índices de recogida selectiva, dulcificar el tráfico en la ciudad y «que el Ayuntamiento cumpla el reto que se propuso de que Donostia sea una ciudad libre de bolsas de plástico». También «redoblar esfuerzos para ir recuperando las zonas verdes y arboladas que la ciudad ha ido perdiendo año tras año». No son objetivos nuevos pero siguen pendientes.
Eguzki recuerda también que están a la espera de que el Ayuntamiento de Donostia acepte un plan de uso y visitas a la Isla de Santa Clara de cara a la escultura de Cristina Iglesias «para evitar que se convierta en un mero reclamo turístico».
«Por otro lado y puestos a pedir esperamos que el nuevo Plan de Transición Ecológica recoja medidas eficaces para reducir las emisiones del transporte», añaden los ecologistas.
Deja un comentario