(Ana Burgueño/EFE). La chef turca Ebru Baybara descubrió hace más de dos décadas que la cocina podía llevar a las mujeres a ocupar el lugar que la «mentalidad feudal» de su Mardin natal les negaba. Desde entonces, su labor ha ido mucho más allá y ha desarrollado proyectos que implican también a los refugiados sirios que llegan al país.
Su trabajo ha sido reconocido con el Basque Culinary World Prize 2023, fallado por un jurado internacional presidido por el cocinero Joan Roca y anunciado el pasado 7 de junio en Tokio en el marco de las actividades del Año Euskadi-Japón 2023.
La entrega de este premio, creado en 2016 por el Gobierno Vasco y el Basque Culinary Center y dotado con 100.000 euros, tendrá lugar en la tarde de este jueves en una ceremonia que se celebrará en el centro de cultura contemporánea Tabakalera de San Sebastián.
Para Ebru Baybara, «significa mucho» recibir el galardón en al centenario de la república turca fundada por Kemal Atatürk, que «allanó el camino a las mujeres para que fueran educadas y se sintieran seguras de sí mismas».
Educación en Estambul y regreso al Mardin natal
Ella nació en la provincia de Mardin, en la región de Anatolia, en el sudeste de Turquía, a 33 kilómetros de la frontera con Siria, aunque pronto se trasladó con su familia a Estambul porque su padre quería que sus tres hijas recibieran una educación lejos de «una cultura donde los chicos eran tradicionalmente más importantes», explica en una entrevista con EFE.
Baybara estudió Turismo y decidió regresar a Mardin, ante el enojo inicial de su padre, para trabajar como guía turística en un sector apenas desarrollado en esa zona, donde solo había un restaurante y 220 plazas hoteleras.
Un viaje de 28 turistas alemanes, descontentos con la comida que les ofrecieron en ese único establecimiento, lo cambió todo. Al día siguiente, decidió llevarlos a su propia casa y todas las mujeres de su extensa familia cocinaron para los germanos, que quedaron encantados.
«Los turistas anularon sus programas de viaje y se quedaron en las casas familiares, nos contaron sus historias y lo pasamos muy bien. Aquel día vi que la comida era compartir. Hablé con las mujeres y les dije que yo iba a llevar turistas y ellas iban a preparar la comida. Al principio fue difícil, pero empezamos a ganar dinero y los hombres también estaban contentos», relata.
Las dificultades en una sociedad pequeña
Hubo un momento en que las casas no eran suficientes y dieron el paso para abrir un restaurante. Fueron veintiuna mujeres unidas, lideradas por una mujer, para sacar adelante un establecimiento en el que además se servían bebidas alcohólicas.
«Era una sociedad pequeña y tuve todas las dificultades. Me dijeron de todo, pero cerré mis orejas. Creía en el cambio social en Mardin, creía que era posible», destaca esta mujer precursora, que fue sumando acólitos, mujeres y también hombres, como el primero que supo entender sus propósitos y le consultó si era mejor hacer de su casa un hotel o un restaurante porque sus hijos estaban en paro y sus nueras hacían «comidas muy ricas».
Habla de 1999, cuando se contabilizaron 11.000 visitantes en un área que este año ha sumado dos millones de turistas y que en la actualidad cuenta con alrededor de 20.000 camas en sus alojamientos.
«Con esta historia quiero demostrar que la gastronomía tiene una potencia increíble para la transformación social. Yo no hice nada nuevo, solo organizar el sistema«, afirma Ebru Baybara.
Otros proyectos
En estas casi dos décadas y media ha puesto en marcha otros proyectos que apuestan por el desarrollo social y la biodiversidad, como la recuperación de un tipo de trigo para lo que ha incorporado también a mujeres, la mitad de ellas refugiadas sirias, y para lo que cuenta con el apoyo de la FAO.
«Hemos aprendido mucho de las mujeres sirias, como limpiar la tierra de productos químicos o hacer crecer el trigo sin agua en un lugar donde hay muy poco para que sea una agricultura más sostenible», detalla Baybara, que destinará el dinero del premio a una iniciativa de «integración social», un restaurante que ofrecerá a los turistas comidas de Siria y Turquía y que creará puestos de trabajo para ciudadanos de los dos países.
Actualmente, están ayudando a niños víctimas del terremoto del pasado mes de febrero, «que hizo un daño terrible» y que se produjo cuando ella, que vive en la ciudad de Mardin, capital de la provincia homónima, se encontraba en Estambul.
A través de una cooperativa social, están llevando desayunos a las escuelas para 8.000 niños.
«Todavía hay problemas de alojamiento y comida. Mucha gente no tiene casa y sigue viviendo en contenedores. Nuestro objetivo es proteger a los niños y tenemos previsto seguir con este proyecto hasta junio de 2024», ha señalado la ganadora de Basque Culinary World Prize, que reconoce a chefs que han hecho aportaciones a la sociedad a través de la cocina.
En el acto de entrega del galardón participarán, entre otros, la consejera vasca de Desarrollo Económico, Sostenibilidad y Medio Ambiente, Arantxa Tapia, el presidente del Basque Culinary Center, Vicente Atxa, y Joan Roca, entre otros.
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