«No puedo elegir una película de mi carrera, imposible. No puedo. ¿Se puede elegir a un hijo?, yo tengo cinco y no puedo. Se lo aseguro, imposible», ha expresado con convicción Donald Sutherland para añadir de repente, casi a traición, cuando estaba en ciernes la siguiente pregunta: «Pero me encantó trabajar con Fellini…»
Así ha empezado la rueda de prensa con el veterano actor, que recibirá esta noche el Premio Donostia a los 84 años con una carrera que ofrece títulos maravillosos y que no se ha detenido. De hecho ha traído a Donostia, junto al director Giuseppe Capotondi, ‘The burnt orange heresy’ (‘Una obra maestra’), su último trabajo.
Tal y como Sutherland ha reconocido él pidió entrar en el elenco después de que su agente le pasara el guión por si le apetecía leerlo. «En cada película es diferente, pero lees el guión y te enamoras. Pensé que soy mayor para este papel, pero las palabras del personaje, sus pensamientos, su relación con las mujeres… me gustaron. Y tiene más fuerza que yo como individuo».
De hecho Sutherland ama su trabajo, como ha dejado claro cuando le han preguntado si no tiene tentaciones de dejar de madrugar y vivir de rentas. «Alimento muchas bocas», ha parodiado entre risas. «Mi vida es el trabajo. El trabajo de un actor es buscar el siguiente papel. Me encanta trabajar. Es una pasión. Mis personajes me han dado libertad y la oportunidad de vivir otras vidas».
Estos días ha aprendido algunas palabras en euskara, tal y como ha demostrado durante la rueda de prensa, y se ha referido con cariño a la ciudad. En concreto a la desembocadura del Urumea en el mar y a Chillida Leku, donde estuvo ayer. Y entre risas ha añadido que piensa radicarse aquí.
Sutherland no se considera parte de Hollywood. Vive entre Canadá y Miami y en ocasiones en Francia. «Ahora se hace cine de una forma distinta y no estoy completamente ajustado. Me parece bien aunque es diferente», ha expresado al respecto de la industria.
En lo que se refiere a sus orígenes ha recordado cuando le dijo a su padre, con 17 años, que quería ser actor. Curiosamente nunca habían ido a un teatro. «Nos queríamos mucho. Me dijo que sería bueno que aparte tuviera alguna profesión. Llevaba bien las matemáticas y estudié Ingeniería sin intención de ser ingeniero».
Durante varios años fue actor de teatro, exclusivamente, y encantado de serlo. Pero un buen día saltó a la televisión y de ahí al cine, donde cuenta que de primeras se divirtió.
Donald Sutherland también tiene su punto reivindicativo. Interrogado sobre la política de la Unión Europea en materia de refugiados ha recordado que él vive en Canadá y que sus tatarabuelos eran refugiados y allí son bien aceptados. «Sé que la situación de los refugiados es desesperada», ha añadido. Y ha aprovechado para referirse al que se ha descubierto como su gran caballo de batalla: el cambio climático. «Se ven cada vez menos insectos en el jardín y desaparecen especies de pájaros. Dejo a mis hijos y nietos un mundo en que no se va a poder vivir. La actitud de Naciones Unidas es una mierda».
La anécdota
Se ha referido Sutherland al rodaje de ‘Los violentos de Kelly’ de Brian Hutton, película del año 70. Y ha narrado que la meningitis que sufrió casi le provoca la muerte o incluso llegó a provocársela por unos minutos en que, según ha narrado, se vio a sí mismo tumbado en la cama y decidió aferrarse a la misma.
«Para que vean cómo eran entonces las cosas» (el rodaje transcurrió en Yugoslavia), «la ambulancia que me llevaba al hospital se quedó sin gasolina…» Pasó seis semanas ingresado en el hospital y parte de este tiempo estuvo en coma.
Deja un comentario