La lasartearra Shandra Ledesma vive con su gata Dido en Valladolid. Su marido, Nacho, trabaja en Soria, así que el confinamiento les ha dado la oportunidad de vivir juntos esta temporada. Es lo mejor que les ha pasado en esta época extraña y llena de incertidumbres. Amantes de los viajes, muchos planes han tenido que ser postergados. Sin embargo no es lo que más preocupa a Shandra, que se pregunta cómo saldrá la sociedad de ésta,» tanto emocional como económicamente».
¿Cuántos sois en la familia?
Tres: dos humanos y un felino. Somos mi marido Nacho y yo; Dido es nuestra compañera gatuna.
¿Desde qué día estáis encerrados?
Yo desde el 11 de marzo porque en mi empresa ya habían comenzado a dar los pasos para un posible confinamiento en la semana anterior como medida preventiva después de ver los que pasaba en Italia. La verdad es que fue un acierto. Nacho desde que comenzó el estado de alarma.
¿Salís alguno a trabajar?
No. Podemos hacer teletrabajo, de momento. Pero en la empresa de mi marido ya están ultimando todo para que puedan incorporarse en breve (mamparas, mascarillas, guantes, gel hidroalcohólico…). Lo peor es que es en otra provincia (Soria, donde yo también vivía hasta hace un par de años) y eso supone desplazamiento, sin saber si después podrá volver si esto se alarga.
¿Creéis que podéis ser positivo alguno?
No, aunque nunca se sabe. Cada día salen nuevas noticias sobre este nuevo coronavirus: inmunidad, persistencia, origen… Así que todo es una incógnita. En un futuro, si hay pruebas disponibles (aunque se tengan que pagar), sí me gustaría saber si lo hemos pasado, si hemos desarrollado inmunidad o si hay que vacunarse, si es que se encuentra una vacuna. Lo que está claro es que tenemos que convivir con ello y cuanto más responsablemente nos comportemos en estos momentos de ‘reclusión’ más se podrá avanzar en su control.
¿De qué espacio disponéis?
Aquí vivimos de alquiler en una casa modesta y con pocas comodidades, pero tiene algunas ventajas. Tenemos un patio interior y un balcón bastante largo que nos dan un respiro. El sol da una hora a mediodía en el balcón, así que podemos tomarlo unos minutos después de trabajar. El patio lo compartimos con una vecina de casi 90 años a la que le gustan los gatos, así que es una suerte charlar un poco con ella.
¿Cómo habéis planteado la compra?
Un par de días antes de que se decretara el estado de alarma me tocaba hacer algo de compra. Me pareció de locos ver que las baldas de los supermercados estuvieran vacías, a la gente chocándose con los carros, aquel trasiego infinito en las cajas para pagar… Pero yo tenía que comprar, no consumir por histeria colectiva. En ese par de días me tocó recorrer más de un sitio para cosas básicas.
Después hemos ido saliendo una vez a la semana o cada diez días a hacer compras más grandes al supermercado más cercano.
¿Qué teméis más de este encierro?
Cómo saldrá la sociedad de ésta, tanto emocional como económicamente. No soy una persona materialista, pero creo que ambas circunstancias pueden ir unidas. Y la posibilidad de perder a seres queridos sin poder apoyarles ni despedirte de ellos.
¿Qué es lo que peor lleváis?
Somos muy viajeros y nos gustan mucho los eventos culturales; ya se nos han jorobado unos cuantos planes. Pero, bueno, yo me he hecho a la idea de que será para largo, así que hay que buscar alternativas. Y la naturaleza. Si estiramos el cuello desde casa vemos la playa fluvial del Pisuerga y todos sus árboles, tan verdes… Cuando podamos, lo primero será ir a pasear al Canal de Castilla, que lo tenemos al lado. Y respirar.
No poder ver a la familia y a los amigos, aunque las videollamadas nos acercan un poco.
¿Cómo transcurre el día a día?
A mí se me pasan los días volando, sinceramente. He querido continuar con mis rutinas desde el principio: levantarme a mi hora, meditar un poco sobre lo que me deparará el día, asearme y vestirme de calle, hacerme un buen desayuno, jugar con la gata… Trabajo por las mañanas. Me gusta cocinar, así que procuro preparar algo rico y sano cuando acabo con lo laboral.
Las tardes van variando, aunque siempre hago 15 minutos de ejercicio con un step con cuerdas que me regalaron hace años y ahora me viene genial, y procuro ponerme al día con tareas domésticas. Siempre dedico una parte de la tarde al ocio por salud mental y, como he dicho, va variando: leo, escribo, medito, escucho música, aprendo algo (manuales de idiomas, busco algo que me interese por Internet), pinto un mandala (tengo esperándome el carboncillo de dibujo), hago ganchillo o trapillo… Y, por supuesto, juego con Dido. Series y películas se quedan para el ocio nocturno. Una cita ineludible es salir a aplaudir al balcón a las 20.00 horas. Está muy animado y hay que dar siempre las gracias.
¿Hay algo positivo en este confinamiento?
Sí, por supuesto. Hemos podido pasar más tiempo juntos. Pero también tiene su cara B. Me gusta reflexionar siempre, no sólo cuando las cosas van mal o son diferentes, por eso estoy segura de que las previsiones de que seremos mejores cuando salgamos de ésta no se van a cumplir. Quien es mezquino lo es siempre; quien es amable lo es siempre.
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