José David Ros y su novia, Judit, viven en Urnieta, donde pasan un confinamiento que arrancó hace más de un mes. Ella, fisioterapeuta de profesión, se dedica durante la crisis a fabricar Equipos de Protección Individual (Epis) en la planta baja del hospital de la Fundación Matía. Pese a esta actividad y al teletrabajo echan falta salir a estirar las piernas y temen el posible contagio de sus familiares. Él, además, es crítico con la realidad que vivimos.
¿Cuántos sois en la familia?
Somos dos adultos, Judit y yo.
¿Desde qué día estáis encerrados?
Desde el inicio del Estado de Alarma.
¿Salís alguno a trabajar?
Yo teletrabajo y voy puntualmente a la empresa. Judit es fisioterapeuta, pero en este momento el servicio de rehabilitación está cerrado y los fisios están a disposición de la empresa para cubrir cualquier necesidad durante la crisis sanitaria. Así que ahora hace Epis para los sanitarios. Está en la planta baja del hospital de la Fundación Matía junto a otros compañeros este hospital y a otros centros.
¿Podéis ser positivo alguno?
No sabemos. Asintomáticos, quizá. No estamos seguros.
¿De qué espacio disponéis?
Vivimos en un piso con 95 metros cuadrados.
¿Cómo habéis planteado la compra?
Vamos dos veces por semana al supermercado del barrio.
¿Qué teméis más de este encierro?
El contagio de familiares y la retracción del consumo que la crisis va a generar. Son las dos cosas que más nos preocupan.
¿Qué es lo que peor lleváis?
No poder pasear porque somos bastante activos.
¿Cómo transcurre el día a día?
Pues los días laborables yo trabajo casi todo el día y hago 50 minutos de deporte dentro de casa. Los días festivos leo, dibujo, veo series…
¿Hay algo positivo en este confinamiento?
Socialmente no veo nada positivo, la verdad. Creo que las iniciativas verdaderamente desinteresadas son mínimas. Y hay más acciones negativas que positivas. Nosotros nos quedamos con el tiempo que tenemos para estar juntos.
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