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Confinados

Día 27. «Echo de menos a unas 10 personas, no muchas más, pero le dan sentido a mi vida»

El periodista Jon Pagola dejó su casa en Ategorrieta y se fue a Irun, donde acompaña a su madre en

Jon Pagola en su confinamiento. Foto: Donostitik

El periodista Jon Pagola dejó su casa en Ategorrieta y se fue a Irun, donde acompaña a su madre en el confinamiento. El día a día no es ningún problema para él, «el encierro es lo de menos», y entre series y lecturas se pasa volando. Pero de cara al futuro se declara pesimista y como tantos otros padece en primera persona «el puto drama económico» al que nos enfrentamos. 

¿Cuántos sois en la familia?
Somos dos. La ama (se llama María) y yo.

¿Desde qué día estáis encerrados y dónde?
Más o menos coincidiendo con todo este follón me desplacé de Ategorrieta a casa de la ama, que se encuentra en un barrio de las afueras de Irun llamado Landetxa o Ventas de Irun. El último día que SALÍ de casa fue el miércoles 11 de marzo. Dí una vuelta por lo Viejo y luego fui a ver al grupo holandés Mooon al Dababada. El verbo salir lo he puesto en mayúscula porque desde entonces no he pisado a la calle, ni siquiera para comprar el pan o sacar la basura. Un mes encerrado a cal y canto, aunque la casa es espaciosa y tiene muchas comodidades. Un lujo en tiempos de confinamiento.

¿Sales a trabajar o teletrabajas?
Soy periodista ‘freelance’ y normalmente trabajo desde casa. Para mí el teletrabajo es lo habitual. Pero desde que se decretó el Estado de Emergencia casi todos mis clientes han suspendido su actividad y mi actividad se ha visto reducida un 90%. Es un puto drama económico.

¿Crees que podéis ser positivo en coronavirus alguno de los dos?
Con esto de que hay asintomáticos no tengo ni idea. En mi caso la probabilidad será marginal porque no he salido en 30 días. La ama va de vez en cuando va al supermercado, pero toma mogollón de precauciones y nada más entrar a casa se lava las manos con esmero.

¿De qué espacio disponéis en casa?
Es una villa adosada con un jardincito en la entrada. Tiene dos plantas y un sótano que he reconvertido en mi discoteca-estudio. No sé cuántos metros serán en total, pero los suficientes como para pasar este encierro holgadamente. Soy un afortunado. Cuando me agobio de estar en el sótano subo al exterior a que me dé un poco el aire. Si nos vemos, hablamos del tiempo y del estropicio que están causando los caracoles en el jardín. Cosas banales. Parece que no, pero este tipo de conversaciones de ascensor te ayudan a crear un ambiente de normalidad.

¿Cómo te has planteado la compra?
La compra se plantea semanalmente. Nos juntamos y hacemos un listado. La ama lleva la batuta. Yo siempre le pido que apunte galletas de chocolate y una pieza de salmón. Ella está empeñada en comprar acelgas y esas cosas verdes que dicen los nutricionistas que son muy sanas.

¿Qué temes más de este encierro?
El encierro es lo de menos. Me importa el día después del encierro. Cuando salgamos creo que no habrá cambiado nuestra escala de prioridades y seguiremos tropezando con la misma piedra. La historia nos demuestra que el ser humano aprende muy poco de sus errores. El otro día leí un artículo de Manuel Jabois en el que venía a decir que seremos más débiles que antes y que viviremos peor. Soy bastante pesimista con todo esto.

¿Qué es lo que peor lleváis?
Ahora mismo que no haya nadie al volante en el mundo y que hasta la OMS diga una cosa y la contraria al día siguiente. Este virus es una colleja a todos nosotros.

¿Cómo transcurre el día a día?
Como cantaba Morrissey, everyday is like sunday. Prácticamente todos los días son iguales con un poco más de manga ancha para el fin de semana. Desayunamos a las 9:30-10 y después estamos a nuestra bola hasta que preparamos la comida a las 13:45. A las 14:00 hacemos la primera vídeo llamada familiar. A las 14:15, la segunda. Comemos y limpiamos rápidamente para ver el Telediario de La 1. Somos fans de sus reporteros, desde Lorenzo Milá hasta Sara Rancaño. De 16 a 18 horas nos damos otro respiro. Hacemos un poco de deporte subiendo y bajando escaleras. A las siete vemos un capítulo de «Breaking Bad». Salimos a la terraza a aplaudir. Cenamos a las 21 horas y a las 22:00 vemos alguna película, normalmente un clásico en VO o cine español contemporáneo. Antes de acostarme siempre, leo. Pueden ser 10 minutos o una hora. Los últimos dos libros: «La peste» de Camus y uno genial de relatos de Mario Benedetti.

¿Hay algo positivo en este confinamiento?
Sí. Que el amor es lo único imprescindible. Lo demás da igual. No hay nada más importante que el amor. En mi caso echo de menos a unas 10 personas, no muchas más, pero le dan sentido a mi vida.


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