Confinados habla con Yovana Cabrera, una joven que compagina su trabajo como camarera con los estudios de último año del doctorado y su tesis en bioquímica. Comparte piso con dos compañeras, una de ellas trabajadora en una residencia de ancianos. Yovana cuenta que hasta hace unas semanas solo usaba su casa para ducharse y dormir y ahora está allí las 24 horas del día. Eso sí: disfruta de su terraza al máximo.
¿Cuántos sois en la familia?
Actualmente vivo en un piso compartido con otras dos chicas. Sin embargo una de las compañeras con las que convivo está pasando la cuarentena en su casa, en Aramaio (Araba). Por lo tanto en estos momentos sólo estamos 2.
¿Desde qué día estáis encerradas?
Yo llevo en casa confinada desde el domingo 15, que fue cuando se decretó el Estado de Alarma. Mi último día de trabajo fue el viernes y ese sábado pude aprovechar para cerrar varias cosas que tenía pendientes, hacer algo de compra y visitar a algún amigo.
¿Salís a trabajar?
Mi compañera de piso trabaja en una residencia de ancianos, por lo que según el turno que le toque pasa toda la mañana o la tarde fuera de casa.
¿Podéis ser positivo alguna?
Con el trabajo de mi compañera de piso nunca podemos descartar que en algún momento pueda resultar contagiada. Las medidas de seguridad de las que disponen en su centro de trabajo son máximas así que esperamos que no llegue a darse esta situación.
Una vez llega a casa lo primero que hace es cambiarse la ropa y lavarse las zonas expuestas (manos, cara…) tal y como recomiendan las instituciones sanitarias. Al margen de esto hemos diferenciado gran parte de las cosas que hasta ahora eran comunes como la toalla de mano, jabones… etc. Por lo tanto de momento estamos tranquilas.
¿De qué espacio disponéis?
La verdad que la casa es bastante amplia, unos 90 metros cuadrados, y a parte de las zonas de uso común como la cocina, el baño y el salón, cada una tenemos una habitación amplia, que es donde pasamos la mayor parte del tiempo a lo largo del día.
Además cada una tiene su propia terraza. La verdad es que llevamos bien la gestión de los espacios comunes porque no coincidimos mucho y en caso de hacerlo tratamos de mantener ciertas rutinas (cada una siempre en un sofá determinado, un lado de la mesa…), aunque bueno, creo que esto veníamos haciéndolo también desde antes de que nos encontrásemos en esta situación.
¿Cómo habéis planteado la compra?
Nosotras siempre hemos hecho la compra por separado. Es decir, quitando ciertas cosas como la sal, aceite, productos de limpieza y demás, cada una dispone de su despensa y de su zona dentro del frigorífico, y es independiente en cuanto a las comidas se refiere.
Lo único que ha cambiado, aparte de seguir a rajatabla las medidas de higiene aconsejadas, es que ahora salimos menos veces y las compras son mayores. Pero por lo demás todo igual. Aunque durante estas semanas siempre que bajo a hacer algún recado aprovecho para hacer la compra a mis vecinos de al lado, los cuales pertenecen a la población de riesgo, y que me regalan croquetas, cerveza, chorizo o mejillones rellenos.
¿Qué temes más de este encierro?
Lo que más temo del encierro es que se alargue mucho tiempo más. Aunque tengo que admitir que ya me he acostumbrado a esta situación, echo bastante de menos mi vida «pre-cuarentena», mi ritmo del día a día, mi trabajo, mi gente… y la incertidumbre que existe en torno a cómo van a ir las cosas es algo que me preocupa o inquieta bastante. Pero es verdad que es algo que no podemos controlar así que no nos queda más remedio que intentar ser positivos y vivir el día a día, pensar menos en las consecuencias de todo esto y esperando que todo vaya a ir mejor de lo que prevemos.
¿Qué es lo que peor lleváis?
Creo que lo que más me ha costado ha sido acostumbrarme a este nuevo ritmo de vida. Hasta ahora se podía decir que no paraba ni un minuto: gimnasio, estudios, trabajo y ocio. Se podría decir que la casa era un sitio al que venía a dormir, ducharme y cambiarme de ropa. Y de repente verme obligada a quedarme las 24 horas del día dentro de casa fue algo que me costó bastante.
La primera semana y media me subía por las paredes, siempre atenta de poder hablar con mi gente o encontrar la manera de que pasaran las horas lo más rápido posible. Además el sentimiento de «angustia» no me dejaba concentrarme en el trabajo, algo que empeoraba mi humor, pues saber que tienes todo el tiempo del mundo y no poder aprovecharlo es bastante frustrante.
Sin embargo luego he podido verlo desde otro ángulo y he ido recuperando viejas aficiones que tenía olvidadas como leer, escribir, dibujar, ver documentales, cocinar…
¿Cómo transcurre el día a día?
Bueno, yo tengo que decir que me he mudado a la terraza, literalmente. A no ser que haga muy mal tiempo (que por suerte o por desgracia, todavía no se ha dado el caso), hago casi todo aquí: desayuno, tomo el sol, como o ceno si me apetece… algo que todavía no he hecho es dormir aquí, pero no descarto una futura acampada al aire libre. No se si esta necesidad de «vivir» en la terraza es psicológica, en respuesta a no poder salir de casa.
Después de desayunar hago una hora de deporte, me ducho y me pongo a trabajar con el ordenador. Si hace bueno me echo al sol y después de comer continúo trabajando.
Cuando acaba la tarde salgo a saludar a los vecinos al aplauso de las 20 horas y luego ya me dedico a hablar con mis amigos, a leer, a escribir o a ver algo que me interese en la tele o en Netflix.
¿Hay algo positivo en este confinamiento?
Al margen de todas las cosas negativas que ha traído y que traerá ésta situación, creo que también está siendo una experiencia que nos va a aportar y a enseñar muchas cosas positivas. Por ejemplo a ser más solidarios. Durante estas semanas se han generado numerosas y redes de voluntarios en todos los barrios, lo cuales ayudan en todo lo que pueden a todas aquellas personas que se encuentran en estado de dependencia o tienen dificultades.
Por otro lado creo que la mayoría de tareas de cuidado y del hogar sigue recayendo en la mujer. Ante esta situación excepcional estoy segura de que en muchas familias se han encontrado obligados a reorganizar estos roles y esto me parece algo positivo.
Por último creo que esta situación nos va a hacer más maduros y más humanos al mismo tiempo. Es una experiencia que podemos aprovechar para aprender a estar con nosotros mismos o para disfrutar de ello dándonos todo el tiempo que merecemos para reflexionar. El hecho de no poder estar con nuestra gente durante tantos días nos va a ayudar a valorar la compañía de las personas que nos rodean a diario.
El otro día leí una frase que decía algo así como que estas situaciones nos igualan a todos y que independientemente de las cosas que tengas o hayas conseguido durante años te das cuenta de lo que realmente necesitas, que es la gente a la que quieres y que muchas veces descuidamos en nuestro día a día.
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