María Iruretagoyena, su hijo Paul y su pareja, Igor, cumplen estas dos semanas de confinamiento en el barrio del Antiguo haciendo malabarismos, como todos, para que los días parezcan distintos y el buen humor no se apague.
¿Cuántos sois en la familia?
Tres personas: mi pareja, mi hijo de tres años y yo.
¿Desde qué día estáis encerrados?
Desde el viernes 13, al día siguiente de que anunciaran que los niños ya no volverían a los colegios.
¿Alguno de vosotros sale a trabajar?
Igor trabaja en el sector alimentario. Cuando no tiene que ir a la empresa teletrabaja de 8 a 17. Durante la primera semana de confinamiento fue con un horario reducido y la segunda fue lunes, martes y miércoles. Probablemente esta próxima semana tenga que ir jueves y viernes.
Yo soy odontóloga y el jueves 12 aplacé las citas urgentes y entre ese día y los siguientes resolví los casos urgentes. Existe la posibilidad de que me llamen para una urgencia, pero en principio no estoy trabajando.
¿Creéis que podéis ser positivo por coronavirus alguno?
No.
¿De qué espacio disponéis en casa?
Es una casa de 85 metros cuadrados con dos ventajas importantes en esta situación: una terraza donde se puede hacer algo de ejercicio (pero que siempre está a la sombra) y un balconcito minúsculo donde da el sol. Sacamos ahí una mesita del niño y nos organizamos los aperitivos al sol. Exprimimos a tope ese balcón.
¿Cómo habéis planteado la compra?
Hemos hecho un par de compras grandes on-line y las hemos ido a recoger. Y para lo fresco vamos al súper del barrio una vez cada cuatro o cinco días.
¿Qué temes más de este encierro?
Temo que mi cabeza no pueda más y entre en un estado de apatía continua.
¿Qué es lo que peor lleváis?
Pues que no hay una válvula de escape posible. Si el niño tiene mal día o se cruza no podemos cambiar de escenario. Intentamos no agobiarnos los unos a los otros y respetar los tiempos para hacer ejercicio o cocinar tranquilamente.
¿Cómo transcurre el día a día?
Nos despertamos sobre las 7.30, desayunamos y entre semana me encargo de entretener al niño mientras Igor trabaja. La rutina no está muy clara y puede cambiar, pero no hay muchas opciones. Los fines de semana todo con más calma, con más tiempo para hacer ejercicio, cocinar, charlar…
¿Veis algo positivo en este confinamiento?
Para mí este confinamiento es como si nos quitáramos los adornos y nos quedáramos en la esencia de lo que somos: el mal genio, la generosidad, el buen humor. En una situación así no hay nada más.
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