(Cristina Lladó/EFE). Gorka Barrigón, un donostiarra que tuvo un hijo en Ucrania, ha sido repatriado a España con su niño de cuatro años pero su intención es dejar al pequeño en San Sebastián y volver a Ucrania a ayudar.
Este empresario y aventurero donostiarra forma parte del grupo de españoles y ucranianos repatriados gracias a una operación organizada por el Ministerio de Asuntos Exteriores.
He recibido en el aeropuerto a los 106 españoles evacuados por avión desde Cracovia. Alivio por su regreso, preocupación por Ucrania.
España adoptará todas las medidas en su mano para detener la guerra y continuará enviando ayuda humanitaria y militar. pic.twitter.com/iFn57ezs6t
— José Manuel Albares (@jmalbares) February 28, 2022
Son 106 personas que jamás pensaron que vivirían bombardeos, sirenas y refugios antibombas, ni que tendrían que sumarse un convoy de “exfiltración” – como dicen en Exteriores – para salir del país: empresarios, estudiantes, cuatro religiosas dedicadas a cuidar de niños ucranianos, un pareja que iba a recoger a su bebé nacido por gestación subrogada…
Gorka Barrigón ha relatado a Efe al llegar esta madrugada a Barajas que, para salir de Ucrania, le esperaban en la frontera más de 30 kilómetros de coches esperando cruzar, muchos de ellos abandonados por gente que había decidido hacer el último tramo de su huida a pie.
Cuando vio la situación en la frontera, la madre del niño prefirió quedarse “para ayudar en lo que pueda”, explica este donostiarra que por “cosas de la vida” tuvo un hijo en Ucrania y quedó ya vinculado para siempre a ese país, y cuyo plan es dejar al niño en Donostia con su familia y regresar a Ucrania “a ayudar”.
“Nunca pude imaginar que en el siglo XXI, en Europa, íbamos a salir huyendo de una guerra”, asegura Julia, una ucraniana de 29 años que, junto a su novio español, también ha llegado en la madrugada de este lunes a España como parte de ese grupo.
Todos han volado hasta Barajas acompañados de varios diplomáticos y una veintena de GEO que han garantizado su seguridad a lo largo de las más de 36 horas de viaje a través de un país en guerra.
Agotada por el viaje y el miedo, Julia explica que su familia ha quedado toda en Ucrania porque “van a luchar»; «van a hacer todo lo necesario para que nuestro país sea nuestro país y no Rusia”, explica emocionada, antes de apuntar que ni la capital, Kiev, ni el resto del país es seguro, y no solo por las bombas.
“Hay rusos por todos lados, algunos vestidos de policía ucraniana; te pueden matar sin preguntar nada”, comenta pensando en su padre, que se ha unido a los grupos de Defensa Territorial de Civiles, sin más armas que los cócteles molotov que está haciendo y con los que pretenden frenar en lo posible el avance ruso.
“Espero que el mundo va a ayudar a mi país a luchar contra el país más grande del mundo”, se despide.
La determinación y audacia de los ucranianos en defensa de su nación es precisamente una de las cosas que más ha impresionado a José Antonio, un murciano casado con una ucraniana que no dudó en viajar a Kiev para ayudar a su mujer y el hijo adolescente de ella a regresar a Murcia.
“Les sorprendió la guerra cuando fueron de visita por la muerte de un familiar”, explica impactado por la sangre fría de los ucranianos, que están dispuestos a morir en defensa de su país.
“Son capaces de pararse ante un tanque para tirarle un cóctel molotov sin pensar en el peligro. Y si tienen que morir, se muere”, dice impresionado, convencido de que la resistencia de los ucranianos ante las tropas invasoras va a ser “histórica y escalofriante”.
José Antonio cuenta cómo la embajada le dio una hora para recoger todo y presentarse a unirse al convoy que salía en dirección a Polonia, 36 horas de viaje en las que les dieron el alto cuatro cinco veces controles ucranianos, que paraban a todos los hombres de 18 a 60 años para que se unieran a las fuerzas de resistencia.
Otros que han viajado con niños son Marina y Antonio, de Málaga, a quienes la guerra les pilló recogiendo a una bebé de días nacida por gestación subrogada y con su otro hijo de cinco años.
“Le dieron de alta en el hospital un día y al siguiente nos despertaron las sirenas que avisaban de las bombas, ahora ya es imposible entrar e imposible salir”, cuenta Mariana, angustiada por la situación de otro matrimonio español que estaba también esperando a que naciera su bebé cuando estalló la guerra.
El padre, Antonio, cuenta que estaba buscando leche para el bebé de farmacia en farmacia cuando le llamó la embajada: “Nos dieron una hora para presentarnos con 10 kilos de equipaje por persona, y cuando uno viaja con dos niños eso no es nada”, dice señalando las tres pequeñas mochilas que conforman todo su equipaje.
Son decenas de historias de 106 personas que nunca pensaron que les tocaría vivir una guerra y que, a su llegada a Barajas han agradecido con un gran aplauso a una veintena de GEO que les han escoltado todo el camino desde Kiev hasta Cracovia (Polonia) para garantizar su seguridad.
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