Hace años un amigo me preguntó de qué (añadir aquí cualquier exabrupto malsonante) iba realmente ‘Mulholland drive’, de David Lynch. Mi respuesta (*) no le gustó. Pensó que le tomaba el pelo. Tal vez hubiera debido contestar con las palabras que el propio director pronunció una vez sobre sus películas a propósito de la misma pregunta: “No entiendo por qué el público espera que el arte tenga sentido cuando aceptan que la vida no lo tiene”. O mejor aún, con una de las frases de John Merrick, el marginado protagonista de uno de sus más celebrados filmes, ‘El hombre elefante’: “A la gente le asusta lo que no puede comprender. Es difícil incluso para mí entender por qué mi madre era tan hermosa…”.
Para bien o para mal, David Lynch lleva ‘colgada’ la ‘etiqueta’ de ‘rarito’, que en el mejor de los casos es la forma más o menos cariñosa de decir que, aunque difíciles y poco convencionales, sus películas resultan fascinantes y cautivadoras. Y para comprobarlo la Sade, en colaboración con la distribuidora Avalon, pondrá en marcha a partir del próximo 11 de junio en cines Trueba ‘Universo Lynch’, un ciclo que repasará ocho de sus títulos más destacados aprovechando la conmemoración del vigésimo aniversario del estreno de, precisamente, ‘Mulholland drive’.
Será una buena ocasión para revisitar títulos ya míticos como la ya citada ‘El hombre elefante’ (1980), ‘Cabeza borradora’, ‘Terciopelo azul’, ‘Corazón salvaje’, ‘Una historia verdadera’, ‘Twin Peaks, fuego camina conmigo’ o ‘Carretera perdida’ pero, sobre todo, para dejarse llevar por lo que para este director son las claves de su filmografía, “flotación y magia”, y tal vez entender que, como decía Sandy Williams (interpretada por una jovencita Laura Dern) en una de escenas de ‘Terciopelo azul’, su cine “parece como soñar despierto, pero resulta demasiado complicado, demasiado peligroso”. Porque sus películas no están hechas para personas poco audaces, eso es verdad. “Haciendo lo que hago, siempre he tenido presente el peligro de ser etiquetado de extraño porque, en los tiempos que corren, la gente no se preocupa en buscar los matices necesarios para que esto no suceda. Te meten en una caja, te clasifican y ya está. A mí siempre me han asignado la categoría de lo raro, pero creo que lo que soy es ajeno a este tipo de etiquetas”, añadió Lynch en una entrevista.
Que nadie busque posibles explicaciones a su turbio y enmarañado mundo creativo en su infancia (fue, como el propio director ha confesado, muy feliz), ni tampoco a experiencias traumáticas más allá de vivir durante una temporada en uno de los barrios más peligrosos de Philadelphia (Lynch contó en alguna ocasión que a le desvalijaron la casa unas cuantas veces y que contempló estampas de delincuencia verdaderamente inquietantes, aunque, en general, lo considera uno de los mejores períodos de su vida).
Pero lo cierto es que en sus películas algo oscuro y amenazante está siempre presente. “Hay muchas malas ideas sueltas por ahí”, como le confiesa en ‘Corazón salvaje’ Lula (Laura Dern) a Sailor (Nicolas Cage en el papel que encumbró definitivamente su carrera antes de caer en las excentricidades y en filmes de serie B).
El propio David Lynch se definió hace tiempo a sí mismo “como un detective que descubre las cosas que habitualmente se ocultan”, convencido de que “el sufrimiento, la maldad, la confusión y el absurdo están por todas partes”. En ‘Terciopelo azul’ todo comienza hasta adquirir tintes de pesadilla cuando Jeffrey Beaumont (Kyle MacLachlan, uno de los actores ‘fetiche’ de Lynch) encuentra una oreja humana cortada mientras pasea por su idílico pueblo natal, Lumberton; en ‘Carretera perdida’ es el inquietante mensaje “Dick Laurent está muerto” que alguien transmite anónimamente a través del portero automático lo que desata las terribles tribulaciones del músico de jazz Fred Madison (Bill Pullman). En ‘Mulholland drive’ un accidente de tráfico provoca amnesia a una joven que, en homenaje a la película ‘Gilda’, tomará el nombre de Rita y tratará de averiguar quién es realmente y a quién pertenece la llave azul que lleva en el bolso…
Cierto, el ‘thriller’ le sirve predominantemente a Lynch para contar sus historias en estructura clásica (como en ‘Terciopelo azul’) o explorando las simbiosis de este género cinematográfico con el terror (la escena de la bilocación en ‘Carretera perdida’, por ejemplo) o lo fantástico u onírico inclusive. Y dentro de esa preferencia por el ‘thriller’ hay una referencia muy marcada en Lynch que no puede pasar desapercibida: Alfred Hitchcock. Hay algo de ‘La Ventana indiscreta’ en ‘Terciopelo azul’; un poco de ‘Vértigo’ también en filmes como ‘Carretera perdida o ‘Mulholland drive’.
Pero esa forma tan personal de retratar la oscuridad del mundo se adapta igualmente a otros géneros que Lynch ha abordado con éxito también a lo largo de su trayectoria, como la conmovedora ‘road movie’ con tintes de western ‘Una historia verdadera’ (1999) o el drama victoriano en ‘El hombre elefante’, un hermoso filme lleno de poesía.
“Lo que adoro de David Lynch es que es muy extraño y cuenta historias terroríficas. Sin embargo, es un ingenuo que cree en el amor. Incluso es un verdadero idealista”, ha comentado en alguna ocasión Laura Dern, la protagonista de esa versión moderna, cargada de sexo, violencia y rock& roll, de ‘El mago de Oz’ que es realmente ‘Corazón salvaje’ (1990).
Que David Lynch, más que realizador de cine, es un artista, es algo que queda sobradamente acreditado en cualquiera de sus producciones, incluida ‘Dune’ (1984), que a día de hoy sigue siendo considerada fallida incluso por el propio director, pero cuya imaginativa y potente puesta en escena (habrá que ver si Denis Villeneuve es capaz de hacer algo mejor en su esperado ‘remake’ pendiente de estreno) continúa siendo sorprendente e increíblemente moderna.
El propio Lynch ha confesado muchas veces que crear texturas y distintas atmósferas es lo que más le gusta del séptimo arte y en su cine éstas se materializan también de forma muy orgánica. Así, el asfixiante apartamento de Dorothy Valens se convierte en el corazón de ‘Terciopelo azul’ (1986), las nebulosas líneas discontinuas de la calzada a toda velocidad mientras suena ‘I’m deranged (Estoy perturbado)’ de David Bowie se corresponde con el cerebro de ‘Carretera perdida’ (1997); los opresivos decorados de ‘El hombre elefante’ en la soledad y el desprecio social que siente el propio Merrick; Laura Palmer en ‘Twin Peaks, fuego camina conmigo’ (1992) en el cuerpo que orbita entre un mundo (aún analógico) y la claustrofóbica habitación de cortinas rojas.
En su particular fórmula para crear opresivos e inquietantes ambientes, Lynch tiene un particular aliado, el sonido, crucial en sus filmes. A través de una potente banda sonora en la que la música (Angelo Badalamenti y David Lynch conforman uno de los tándems creativos más fructíferos e inspirados de la historia del cine) y el ruido ambiente (ese extraño vacío en el rellano de la casa de Dorothy Valens en ‘Terciopelo azul’; el fuego en ‘Corazón salvaje’, por ejemplo) atenazan a los personajes y a la trama con su propio halo. Pero también el silencio, que para el cineasta es “una emoción” de profundo significado aporta un elemento diferenciador a sus películas.
No es casual que el propio David Lynch se haya ocupado personalmente del departamento técnico de sonido en filmes como ‘Carretera perdida’ o que haya escrito la letra de muchas de las canciones de Badalamenti que conforman después de la banda sonora de sus títulos (como el famoso ‘Falling’ de la serie de televisión ‘Twin Peaks’, que se convirtió en todo un éxito musical).
Para este realizador las películas, con su plus de imagen en movimiento y sonoridad, son la prolongación perfecta de un lienzo que comenzó a quedársele pequeño cuando estudiaba pintura a finales de los años 60. “Quería derramar en el cine la atmósfera de una pintura, hacer una especie de pintura en movimiento”, explicó Lynch hace años. Nacieron así sus primeros cortometrajes ‘The Alphabet (1968) y ‘The grandmother’ (1970) y, especialmente, la que casi desde su estreno se considera una película de culto, ‘Cabeza borradora’ (1976). El resto, hasta ‘Inland empire’ (2006), de momento, su último largometraje, es ya historia del cine.
Fue la actriz Laura Dern la que definió una vez trabajar con David Lynch como “ir a Disneylandia”. Ver sus películas también es una experiencia parecida, pero a un Disneyworld en el que Mickey deja de sonreír y baila al son de alguna canción triste de Roy Orbison, donde Blancanieves oculta un secreto o Goofy está de mal humor… El mundo es menos perfecto y, quizá por ello, más fascinante.
(*) Le expliqué a mi amigo que ‘Mulholland drive’ era una triste y truncada historia de amor entre sus dos protagonistas, interpretadas por Naomi Watts y Laura Harring, desde distintas perspectivas temporales y de plano astral. Años después leí una entrevista en la que el propio David Lynch explicaba el filme de una forma aún más sencilla con un: “Va de dos personas que se aman”.
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