«¡Viva el cine criminal!», ha proclamado esta noche David Cronenberg poco después de recoger el Premio Donostia de las manos del realizador Gaspar Noé. El director canadiense, agradecido con su galardón, ha asegurado que lo interpreta «como un aliento» para seguir haciendo cine. Ese cine peligroso, extraño, tan característico y sin duda subversivo que ha querido premiar el Zinemaldia en su 70º aniversario.
Uno de sus actores fetiche, pero sobre todo un gran amigo, Viggo Mortensen, Premio Donostia en 2020, ha enviado un vídeo al director felicitándole y recordándole que es uno de los más grandes, y después de la gala se ha proyectado ‘Crímenes del futuro’.
Al recoger su premio, Cronenberg ha manifestado: «A menudo he pensado que el arte es un crimen en el sentido de que es subversivo con respecto a la norma y aborda aspectos de nuestra naturaleza humana que son difíciles, violentos (…)». Y ha añadido que «el arte presta un servicio a la civilización al dar un modo de expresión a estas cosas que son necesarias para que podamos entender, para seguir teniendo una sociedad civil en la tierra. Creo que incluso ahora, más que nunca, es necesario el crimen del arte dados los acontecimientos que han sucedido en los últimos años. Por eso, yo diría que… ¡Viva el cine criminal!»
«El cine me raptó»
Horas antes en rueda de prensa Cronenberg ha narrado que iba para novelista, de hecho su padre era escritor, y publicó una primera novela con 20 años. «Pero fui raptado por el cine», ha añadido y solo ha habido una segunda en los últimos años. Sin embargo ha dicho que se sigue considerando novelista. «Si escribiera un guion que no se pudiera producir por extremo o por poco comercial lo convertiría en una novela».
Respecto a la actividad de dirigir, ha manifestado que la considera «placentera», y realmente es lo que transmite este veterano que en persona está muy alejado de esa inquietud que provocan sus filmes.
Cuestionado sobre la libertad que respiran sus obras y sobre posibles presiones que puede haber sufrido en su carrera para hacer películas más comerciales, Cronenberg lo ha dejado claro: «Yo empecé con dos películas no comerciales, Stereo (1969) y Crimes of the future (1970), y no vivo en Hollywood. Si no hago nada, a nadie le importa».
Gran filmografía
Maestro del horror biológico, de las atmósferas turbadoras y de un universo tan personal como intransferible, Cronenberg ha dirigido una veintena de largometrajes entre los que destacan obras convertidas en clásicos de géneros como la ciencia ficción, el terror, el drama psicológico o el thriller. También es autor de numerosos trabajos para televisión.
En 2004 el Festival de San Sebastián proyectó Crash (1996) y tres años después Cronenberg visitó San Sebastián por primera y única vez hasta la fecha para inaugurar la Sección Oficial a concurso con Eastern Promises (Promesas del Este, 2007).
El canadiense se ha sumado al listado de directores que también han recibido el Premio Donostia, entre quienes destacan Francis Ford Coppola, Woody Allen, Oliver Stone, Agnès Varda, Hirokazu Koreeda y Costa-Gavras.
Hijo de una pianista y de un escritor, David Cronenberg creció entre libros y cómics que cimentaron su interés por la cultura y el cine. Autodidacta, sus primeros trabajos fueron cortos como Transfer (1966) y From the Drain (1967), a los que siguieron sus primeros largometrajes, de corte experimental, Stereo (1969) y Crimes of the Future (1970), cuyo título coincide con el de su película más reciente. En estas obras primerizas podían rastrearse ya los rasgos de una filmografía marcada por temas como la enfermedad, la violencia, el sexo, el cuerpo o la experimentación científica.
Esta última está muy presente en la primera etapa de su obra, por ejemplo, en Shivers (Vinieron de dentro de…, 1975), Rabid (Rabia, 1977) o The Brood (Cromosoma 3, 1979), en las que conviven parásitos asesinos, plagas violentas y terapias fallidas para tratar psicópatas.
También firmó encargos como Fast Company (1979), una película sobre carreras de coches, aunque los títulos que forjaron su prestigio como autor dentro del cine de género más radical fueron Scanners (1981), sobre un grupo de personas con mortales poderes mentales, y Videodrome (1983), una de las cimas de la estética de la Nueva Carne.
Tras narrar en The Fly (La mosca, 1986) la asfixiante historia de un científico que se transforma en insecto, contó con Jeremy Irons para protagonizar dos de sus siguientes películas: Dead Ringers (Inseparables, 1988), en la que el actor se desdobló para encarnar a unos atormentados ginecólogos gemelos, y M. Butterfly (1993), el ambiguo romance entre una misteriosa diva de la ópera y un diplomático francés en la China de los años 60.
Cronenberg ha llevado a la pantalla novelas de escritores tan icónicos como Stephen King -The Dead Zone (La zona muerta, 1983)-, William Burroughs -The Naked Lunch (El almuerzo desnudo, 1991), quizá su mayor obra de culto- y J.G. Ballard, a quien adaptó en Crash (1996), que analizaba la excitación sexual de varios personajes al sufrir accidentes automovilísticos y que obtuvo el Premio Especial del Jurado en el Festival de Cannes.
Tras adentrarse en la realidad virtual con eXistenZ (1999) y asomarse a los abismos de la enfermedad mental en Spider (2002), el cineasta canadiense inauguró una etapa en su filmografía en la que el fantástico dejó de ser el ingrediente principal de su cine, hasta que ahora, 20 años después, acaba de estrenar Crimes of the Future (2022), una revisión o compendio de sus antiguas obsesiones.
Esta última película supone su cuarta colaboración con el actor Viggo Mortensen, con quien primero rodó A History of Violence (Una historia de violencia, 2005), un thriller sobre un hombre marcado por un intrigante pasado. Los otros filmes son Eastern Promises (Promesas del Este, 2007), una inmersión en el infierno de la mafia rusa de Londres, y A Dangerous Method (Un método peligroso, 2011), en la que Mortensen interpretaba a Sigmund Freud. Los dos últimos títulos anteriores a Crimes of the Future fueron Cosmopolis (2012), adaptación de la novela de Don DeLillo, y Maps to the Stars (2014), una ácida reflexión sobre la fama.
En ambos trabajos participó Robert Pattinson, uno de los últimos en sumarse a la amplia nómina de estrellas con las que David Cronenberg ha trabajado a lo largo de su dilatada carrera y en la que destacan, entre otras, Juliette Binoche -otro de los Premios Donostia de esta edición-, Gabriel Byrne, Willem Dafoe, Geena Davis, Michael Fassbender, Ralph Fiennes, Jeff Goldblum, etc.
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