La joven gipuzkoana Aitziber Martos Blanco ha estado en Ecuador de la mano de la ONG Setem Hego Haizea. Desde que ha vuelto ha cambiado mucho su papel como consumidora. «Iba al supermercado a comprar plátanos y no pensaba nada más. Ahora pienso en todo lo que ha detrás, quién lo produce, cuánto gana y lo podrida que está la cadena de producción. Busco el comercio justo para todo. No es fácil, pero es el camino».
Martos es una de las 17 personas que han llevado a cabo un proyecto de cooperación de la mano de la Diputación de Gipuzkoa, que en mayo volverá a sacar una nueva convocatoria para los jóvenes que tengan el gusanillo de ayudar a los demás en el exterior. La condición principal es ir de la mano del proyecto de alguna ONG y el abanico de posibilidades es inmenso.
«Me preguntaban que para qué había ido un mes a pintar paredes», contó otra compañera. «No sé si ayudé mucho pintando paredes, pero yo me he traído muchas cosas».
La constatación de que el racismo está a la orden del día en algunos países, también la situación de debilidad de las mujeres, la explotación laboral… todo ello se aprende en primer persona con una experiencia así.
Algunos de los 17 jóvenes que fueron el pasado año dieron a conocer su experiencia recientemente en el espacio Gunea de Etorkina Eraikiz y ante el director de Cooperación Mikel Díez.
Aitziber Martos, como ya se ha dicho, estuvo en Ecuador con familias de la Comuna Pucará en un proyecto muy destinado a las mujeres y a la mejora de su situación.
Ainhoa Salaberria fue con la ONGD Proyde-Proega a Trinidad Beni, en Bolivia, en colaboración con los salesianos.
El proyecto al que se asomó está relacionado con la gente joven: un centro de acogida de chicas, un centro de menores, chavales con problemas de aprendizaje, etc.
Hasta Bolivia, también, fueron Maider Arano, Olaia García, Kristina Artola y los hermanos Ekhi y Endika Merketegi a trabajar en un orfanato a través de una organización de Andoain. Allí advirtieron qué importante es acompañar a los más pequeños, simplemente acompañarlos, escucharlos, y constataron que los indígenas siguen en un segundo plano en una Latinoamérica donde llegan a negar que hablan sus idiomas maternos porque está mal visto.
Elixabete Abecia, que ya conocía Brasil, se introdujo en el mundo de las favelas en Río de Janeiro. El racismo allí llega a extremos sorprendentes y contaba que según un estudio los miembros de la favela que son mestizos se ven blancos y los negros se reconocen como mestizos. «Se teñían el pelo para parecer blancos», explicó.
El denominado gatillo fácil provoca que sean muchos quienes mueren a manos de las fuerzas armadas en la ciudad brasileña y como explicaba Abecia las familias preferían que sus hijos no salieran a jugar ni a hacer deporte por este motivo.
Todos coincidieron en que repetirían una experiencia así, que hace que a la vuelta las dificultades aquí parezcan más livianas.
Como ya se ha dicho en mayo habrá una nueva convocatoria y la posibilidad se abre a todos los jóvenes gipuzkoanos con inquietudes sociales.
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