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Coronavirus

Cocinar con la despensa a medias: recetas de confinamiento

Nunca entendí el fragor del personal en los primeros días de confinamiento por el papel higiénico. Hay psicólogos que le

Foto: Gustavo Fring / Pexels

Nunca entendí el fragor del personal en los primeros días de confinamiento por el papel higiénico. Hay psicólogos que le han atribuido el rol de la seguridad, asociado al de la higiene íntima. Ya digo, no sé si vivir en el campo le confiere a una necesidades distintas. Hacer acopio de latas, de harina, de legumbres, arroz o conservas de verduras tenía mucho más sentido. Ahora, abandonada la fiebre por el papel higiénico, al personal le ha dado por lo que verdaderamente importa, eso es, las cervezas, las patatas fritas, las aceitunas y las anchoas, lo que viene a ser un vermú en condiciones, que se suele alargar en las continuas sesiones de zoom con amigos y familia. Y también le ha dado a la gente por la harina, hasta el punto de que escasea en todos los sitios, inundando hornos de pan y bizcochos.

Aprender a hacer pan siempre es una buena idea. Primero, porque es fácil en cuanto a ingredientes. Eso sí, en cuanto nos metemos en harina vemos que no es sencillo hacer un buen pan, y menos aún si lo preparamos con nuestra propia masa madre. Pero una vez conseguido, nos damos cuenta de que el sabor y la textura de un pan casero no tienen nada que ver con la mitad de los panes que compramos, y eso es un avance, porque así apreciamos el buen pan. Por otro lado, siempre ocupa unas buenas horas de actividad preparar y amasar pan, lo que lo convierte en una actividad lúdica de primer orden con los peques. Pero hay que tener en cuenta que es posible que no salga bien a la primera, que hace falta paciencia, que todo se mancha mucho y que necesitamos hornearlo a máxima potencia, con lo que ello supone de consumo eléctrico. Por todo esto vaticino que pronto se terminará la fiebre del pan casero. ¿Qué será lo próximo?

Como parece que nos queda confinamiento por delante y cada vez da más grima ir a comprar, no está de más hacerse con una despensa básica y saber sacar jugo a lo que tengamos en la nevera, sea mucho o poco. Voy a dar unas claves de cómo hacer platos de aprovechamiento, y, sobre todo, no desesperar si falta algún ingrediente:

ME QUEDA UN YOGUR

Multiplicarlo es muy sencillo. Basta con mezclarlo con un litro de leche entera tibia (en torno a los 45º) y dejarlo unas cuantas horas con temperatura. Se puede hacer metiéndolo en un termo, por ejemplo, o dentro de la olla a presión, en la que habremos hervido agua, la tiramos y colocamos los vasos con la mezcla de leche y yogur. Cerramos la olla y le ponemos un trapo de cocina por encima. También se puede calentar ligeramente el horno y meter la mezcla en una cazuela tapada. En cualquier caso, hay que dejarlo 8 horas. Después ya se puede meter en la nevera.

QUIERO HACER PIZZA Y NO TENGO HARINA

Pues hay que ingeniárselas para hacer algo parecido, al menos, de forma. Algunas ideas son hacer una pasta con quinoa cocida y batirla con un poco de agua, aceite, sal, ajo y romero, por ejemplo. La masa resultante se puede hornear unos 15 minutos por cada lado, añadir los ingredientes y cocer otros 10 minutos más. Lo mismo se puede hacer con una coliflor. La rallamos, la hervimos unos minutos (se puede hacer al microondas) y se mezcla bien escurrida con un huevo y queso rallado. Extendemos esa masa y la horneamos a 180º unos 20 minutos. Cuando esté dorada, se saca y se ponen los ingredientes de la pizza, gratinándola cinco minutos más.

QUIERO HACER PAN Y NO TENGO LEVADURA

La solución es hacer algún tipo de plan plano. Uno que queda muy bien es poner un yogur natural en un cuenco y añadir harina y un poco de sal hasta conseguir una masa manejable. Se cogen porciones del tamaño de una pelota de golf y se aplanan, haciéndoles canales en la superficie con un cuchillo. Después, calentamos bien una sartén antiadherente y se asan durante 1 minuto por cada lado, con cuidado de que no se quemen. Se puede fundir un poco de mantequilla y se le pone alguna hierba aromática picada (perejil, cilantro, salvia…) y pimienta y se untan los panes recién hechos. Y ya se les puede poner encima lo que queramos: jamón york y tomate, aguacate y anchoas, carne y salsa de yogur, queso y salmón ahumado… eso sí, mejor comerlos calientes.

QUIERO HACER PIZZA Y NO TENGO LEVADURA

La solución es hacer una masa de coca, que está igualmente rica (o más). La coca de trampó es de mis favoritas. Se pone en un cuenco medio vaso de agua tibia y medio vaso de aceite de oliva suave y se va añadiendo harina y una pizca de sal hasta conseguir una masa suave y manejable. Esta masa se extiende con los dedos en una placa de horno, haciendo un pequeño borde (todo con las manos). Mientras tanto, picar en cuadrados (no muy pequeños) pimiento rojo, verde, tomate y cebolla y aliñarlos con aceite, sal y pimentón. Extendemos generosamente las hortalizas escurridas en la masa y se cuece todo a 180 grados durante unos 40 minutos o hasta que veamos que la verdura está ya muy asada, sin que llegue a quemarse (merma bastante). La coca se puede comer en caliente o en frío, sola o con una anchoa, sardina o cualquier otra conserva de pescado por encima. Deliciosa.

HACER ALBÓNDIGAS O HAMBURGUESAS SIN CARNE

La solución está en hacer una farsa vegetal y darle la forma. Puede ser falafel. Para ello, hay que remojar 250 g. de garbanzos secos durante 24 horas. Después se escurren y se trituran junto con 1 cebolla pequeña, dos dientes de ajo, perejil o cilantro, una pizca de levadura y las especias que queramos. La mezcla se deja reposar una hora en la nevera y después se pueden formar bolas o hamburguesas y freírlas. Con salsa de yogur está delicioso. También se puede hacer una farsa con quinoa cocida (o bulgur, tapioca, arroz o lentejas), añadir zanahoria y/o calabacín muy picaditos, un poco de ajo, limón, sal, especias y pan rallado hasta lograr una consistencia que nos permita freírlas o asarlas en el horno.

ESPECIE DE RATATUOUILLE PARA TODO

Es una solución estupenda para aprovechar todas las hortalizas que tengamos en la nevera, aunque ya estén un poco decaídas. Se trata de cortar en trozos una berenjena, una cebolla, pimientos rojos, verdes, tomate, calabacín, zanahorias… y ponerlas en una cazuela con un poco de aceite de oliva. Se salpimentan, se añaden hierbas aromáticas (tomillo, romero, salvia, orégano) y se dejan cocer a fuego muy lento, removiendo de vez en cuando. Se puede añadir un poco de agua al principio. El resultado es una salsa espesa que nos servirá para todo: tostadas frías, para añadir a una pasta, arroz, carne o pescado a la plancha, cus-cus…

ANTE TODO, NO TIRAR NADA

Con el pan duro se pueden trocear y hacer migas. Si el bizcocho se ha endurecido, hacer un budín troceándolo y mezclándolo con huevos, leche y azúcar y horneándolo. Con las latas abiertas de pescado se puede hacer paté si se mezcla con queso en crema y se baten. La fruta un poco pasada volverá a la vida en mermelada o como ingrediente para un bizcocho o en helado casero, si se congela y se bate con un yogur y un poco de miel. Cualquier resto de jamón, chorizo, bacon, pescado… son perfectos para una tortilla y para hacer croquetas.

LAS LEGUMBRES SON UN INGREDIENTE GANADOR

Son baratas, cunden mucho y son especialmente nutritivas si se comen junto a un cereal (con un puñado de arroz, por ejemplo). Cocidas, nos sirven de farsa vegetal, podemos hacer harina con ellas, guisos, ensaladas… Nunca jamás pueden faltar en nuestra despensa.

Y en cualquier caso, volver a recuperar el gusto por la cocina, tradicional o moderna, teniendo en cuenta que lo principal es dedicarle tiempo y cariño.


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