Chillida Leku abrirá a partir de mañana Miró en Zabalaga, una exposición concebida como homenaje a Joan Miró y a la amistad que le unió con Eduardo Chillida.
La muestra se abre con las esculturas de gran formato Oiseau solaire (Pájaro solar) y Femme (Mujer), y se despliega principalmente en el primer piso del caserío Zabalaga con una selección de obras fechadas entre 1946 y 1981. Entre las obras seleccionadas destaca, también, un tapiz realizado entre 1989 y 1991 por Josep Royo a partir de una litografía del artista catalán.
«Estar aquí con Miró es fantástico por la oportunidad que supone celebrar su visita en casa de Chillida, con la impaciencia que produce recibir a alguien muy esperado», señaló esta mañana Estela Solana, responsable de exposiciones de Chillida Leku. «Las piezas que componen Miró en Zabalaga transmiten una idea sencilla pero también física, es la conjunción de una gran obra de Chillida con la obra de Miró».
«Reunir el corpus de Miró en el museo con obras de Eduardo Chillida genera un contexto excepcional para dar lugar a un diálogo enriquecedor entre ambos artistas, una oportunidad para acercarnos a ambos desde distintos puntos de vista», recalcó Mireia Massagué, directora de Chillida Leku, que subraya que las «obras se relacionan entre sí pero no se tocan, no comparten el mismo pedestal sino que se presentan individualmente».
Esta propuesta monográfica transcurrirá de manera paralela e independiente a la exposición permanente de Chillida, pero pondrá de manifiesto los múltiples puntos de conexión y convergencias entre ambos artistas. «Miró tiene un poder especial para hacer que sus curvas tiendan a ser convexas. Y como yo soy más bien cóncavo…», afirmaba Eduardo Chillida en 1984 respecto a este diálogo.
Miró, creador de atmósferas
Los personajes imaginarios de Miró, producto de una mente libre e inagotable, pueblan el primer piso del caserío Zabalaga y encuentran su acomodo de forma que cada sala podría ser, en cierto sentido, disfrutada como una obra en su conjunto. En cada espacio se encuentran una serie de objetos que crean diferentes atmósferas como el campo o el jardín, en diálogo directo también con la parte exterior del museo.
Esa idea de jardín se percibe desde la primera de las salas, donde se pueden ver Quelques fleurs pour des amis (1964), un conjunto formado por dos litografías. Mientras que la primera de ellas está dedicada a Pierre y Patricia Matisse, la segunda se erige como un homenaje a quien fuera galerista común a Chillida y Miró: Aimé Maeght.
En esta misma sala se pueden contemplar dos litografías tituladas Maravillas con variaciones acrósticas en el jardín de Miró, rodeadas de varias esculturas de bronce relacionadas con el mundo vegetal y animal, realizadas en su mayor parte a partir de 1966, cuando la producción escultórica de Miró, constituida fundamentalmente por ensamblajes de objetos encontrados en la vida cotidiana, se intensifica.
Esta selección de esculturas estará además acompañada de los cuatro primeros grabados pertenecientes a un juego de diez carpetas de aguafuertes titulados Serie Mallorca, realizados por el catalán en 1973.
Miró en Zabalaga se completa con obra gráfica, varias series de litografías y un gran tapiz tejido entre 1989 y 1991 por Josep Royo a partir de una versión de una litografía de Le lézard aux plumes d’or, el primer libro que Miró ilustró y para el que escribió los poemas.
Un diálogo artístico complementado con otras artes
La propuesta cultural en torno a Miró, a partir de la exposición, se complementará con un amplio programa de talleres y actividades paralelas, entre las que destaca el concierto Música para Miró: Alain Planès toca a Joan. El pianista francés, Caballero de la Legión de Honor y amigo cercano al artista, ofrecerá un recital en el caserío Zabalaga el 11 de junio, dedicando a Miró un repertorio de las piezas musicales que inspiraron su creación artística.
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