Pausadamente, la naturaleza va despertando de su letargo invernal, el bosque, la montaña, comienzan a dar señales de su regeneración. Mil y un pequeños detalles, nos susurran, dulcemente, que la primavera se acerca, que el sol volverá a calentarnos, a regalarnos su magia, su energía telúrica, su calor vivificante. Nuestros ancestros, eran naturaleza, seguían fielmente sus ciclos, de ello dependía, su supervivencia. Debido a esto, tenían una sensibilidad especial hacia esas señales, captaban esos pequeños matices, que la natura nos ofrece, señales, que para nosotros son prácticamente imperceptibles,…
La concepción ancestral de los carnavales en el mundo rural, ha estado vinculada tradicionalmente al ciclo de fiestas y rituales propios del solsticio de invierno, una de las fechas principales del calendario tradicional. Quizás, más que el termino carnaval, deberíamos utilizar el de mascaradas invernales, fiestas, comunes a buena parte tanto de la Península Ibérica, como de Europa.
El invierno, era para nuestros ancestros, una época oscura, un tanto terrorífica, heladora, en que la naturaleza está dormida, no genera alimentos, el sol no calienta, no germinan los frutos. A partir del solsticio de invierno, observan que el sol va ganando terreno poco a poco a las sombras, que en la naturaleza comienzan a apreciarse síntomas del despertar de la tierra, es hora, por tanto de realizar una serie de rituales, con los que propiciar ese despertar, esa fertilidad, esa renovación de energías, esa purificación.
Además, muchos de estos rituales estaban destinados a la protección de los animales, alejar malos espíritus y alimañas, también a momentos de unión entre la comunidad y con los pueblos vecinos, un tanto aislados en las montañas. Vinculados, así mismo, a la fertilidad, al despertar de la tierra, en cierto modo se trataba de celebrar el paulatino triunfo de la luz sobre la oscuridad. Pues bien la manera de realizar alguno de estos viejos ritos, aun hoy puede verse, sentirse, vivirla en nuestros carnavales, lo que nos une con misteriosos hilos a los tiempos neolíticos.
Carnaval e influencia cristiana
La religión católica juega un papel fundamental en todo el ciclo carnavalero, desde su prisma, el carnaval es el tiempo de la gula, el desenfreno, la inversión del orden establecido, tanto social como sexual e incluso animal. El momento de convertirse en lo contrario de lo que uno es, el hombre se convierte en mujer, o en perro. Es el tiempo del caos, de la trasgresión, del desenfreno. Frente a esto tenemos la Cuaresma, que es todo lo contrario al carnaval, tiempo de reflexión, de ayuno, de penitencia. El propio Caro Baroja, lo describió así: “se trata de buscar un equilibrio social fijando un periodo o periodos de aparente desequilibrio en los que la sociedad se lanza de un extremo al contrario”.
Es una época de gula, en la que comer es algo prioritario, incluso desmedido, frente al ayuno que se impondrá en la cuaresma. De esta forma había determinados alimentos propios del ciclo carnavalero, que se consumían tradicionalmente.
El propio cristianismo marca la fecha de celebración anualmente, de los carnavales, esta viene dada por el Domingo de Resurrección, ya que este se celebra el domingo después de la primera luna llena tras el equinoccio de primavera, de ahí se cuenta hacia atrás, desde Jueves Santo hasta el domingo de carnaval, mediaran 40 días.
El propio nombre tiene cierto vínculo con todo esto, pues parece que “Iñauteri” definiría una “época de bromas”, o el “Arauzte”, vendría a significar la privación de la carne que espera el miércoles de ceniza.
Festividades de antiguas culturas
Muchos estudiosos, sitúan el origen de los carnavales, en las lupercales y saturnales romanas, destinadas a preservar rebaños, purificar tierras y animales, o en las fiestas dionisiacas griegas, incluso otras teóricas lo sitúan en Sumeria y en Egipto, o en tradiciones celtas.
El hecho de disfrazarse con mascaras y caretas, es un signo de trasgresión propia de los carnavales, tanto a nivel social, como sexual o animal, otorgando una libertad y anonimato, convirtiendo al disfrazado en lo contrario de lo que es, por ello era muy habitual que los hombres se disfrazasen de mujer, por ejemplo.
Ya en Roma, se daba esta inversión del orden establecido, en las saturnales se dejaba durante unas horas libres a los esclavos, se rompían las distinciones de clase y criados y amos comían juntos.
Durante estas fiestas de las saturnales, se elegía entre los jóvenes, a sorteo, un rey que reinaría durante las festividades, al terminar era sacrificado o se suicidaría, autores han visto el origen en ello, de fiestas cristianas como el “Rey de la Faba”.
Evidentemente la finalidad de aquellos ritos ancestrales, poco tienen que ver con el significado actual del carnaval, pero perviven en las representaciones, mascaradas y demás actos carnavaleros.
Principales carnavales rurales
JOALDUNAK DE ITUREN Y ZUBIETA
Uno de los carnavales rurales más reconocibles, además de los más madrugadores son los que se celebran en el precioso valle de Malerreka, al norte de Navarra, en los que destacan sus personajes principales, los “Joaldunak”, los portadores de los cencerros. El lunes de carnaval, los “Joaldunes” de la localidad de Zubieta visitan a sus vecinos de Ituren, y la visita les es devuelta por estos al día siguiente. El ritual comienza temprano por la mañana, cuando dos mozos de la localidad realizan una cuestación conocida como “puska”, en la que recogen productos del campo y la matanza para celebrar una merienda, luego, a eso del mediodía, se reúnen en el “ostatu”. Allí tras almorzar, comienza un sobrecogedor espectáculo, cuando los participantes se van colocando los elementos que componen la vestimenta. La piel de oveja, la enagua, y los cencerros. Este momento de colocar los cencerros, es realmente espectacular, pues deben sujetarlos firmemente a la cintura con cuerdas, para lo que los otros “Joaldunes” que les ayudan llegan a pisarles el pecho para lograr tensar estas cuerdas. Tras ello comienza el desfile, primero en el propio “ostatu”, el estruendo es brutal, con todos los cencerros sonando al unísono. Luego, tras realizar unas vueltas por el pueblo, se dirigen hasta el barrio de Aurtitz, donde son recibidos por los vecinos, y juntos ejecutan el desfile por la barriada, antes de dirigirse a Ituren. En el barrio Lasaga de la localidad, les esperan los demás “Joaldunes”, y todos juntos hacen su entrada en el centro de Ituren, haciendo sonar los cencerros. Al día siguiente, serán los de Ituren y Aurtitz quienes acudan a Zubieta.
Son muchos los elementos que nos hablan de unos rituales antiquísimos, símbolos de ese vinculo naturalístico, veamos alguno:
- El cencerro: Muchos autores creen que los cencerros se utilizaban antiguamente para ahuyentar a los lobos que rondaban las montañas cercanas, además vienen a simbolizar el intento de despertar a la naturaleza, uno de los grandes objetivos del carnaval. Recordar que los cencerros son comunes a muchos carnavales europeos, desde Bulgaria a la Península, como los de Silió en Cantabria, por citar alguno.
- El hisopo: Es el otro elemento con el que los “Joaldunes” pretenden despertar a la natura, se basa en una cola de caballo sujeta a un palo decorado, con el que los protagonistas, “acarician” la tierra siguiendo el compás de los cencerros.
- El sombreo o “Ttuntturro”: Sombrero cónico rematado por plumas de ave, del que penden cintas multicolores, que acarician el aire. Es destacable la presencia de estas plumas por su vínculo animal.
- La piel de oveja, o “Larrua”: Los de Zubieta cubren con ella la cintura, mientras que los de Aurtitz e Ituren cubren con ella también el pecho, vemos de nuevo la importancia animal.
- Enagua: Para muchos estudiosos, representaría las fuerzas femeninas de la naturaleza.
MIEL OTXIN EN LANTZ
En la localidad navarra de Lantz, el domingo y martes de carnaval se celebran unos carnavales que han sido estudiados por antropólogos de todo el mundo, por su interés etnográfico.
El domingo, sale la comparsa y recorre las calles de la localidad. El martes se repite la comitiva, pero a la tarde, “Miel Otxin” es ajusticiado con un tiro de escopeta, y quemado en la plaza, se baila alrededor de la hoguera.
Lo más llamativo de estos carnavales, es el gigante Miel Otxin, que es portado por un “Momotxorro” en los hombros, pero este personaje, que representa a un bandido que rondaba los montes del pueblo, encierra una simbología particular. Más que el propio personaje, debemos decir que la simbología se da en el momento del ajusticiamiento y sobre todo quema del muñeco. Topamos aquí con uno de los grandes elementos de la simbología de los carnavales, el fuego. El fuego es un elemento purificador, que elimina lo malo representado por gigantes, como en el caso de “Miel Otxin”, pero también de otros como el de “Markitos” de Zalduondo. También es la representación del inicio de una nueva fase.
Otro elemento destacado en estos carnavales son dos personajes llamados “Ziripot” y “Zaldiko”, unidos igualmente a estos rituales de renovación. “Zaldiko”, representado como un caballo, de nuevo vemos la importancia animal, intenta constantemente derribar a un personaje grotesco, que es “Ziripot”. Es este un hombre ataviado con un traje de paja relleno de heno, que representaría el Año Viejo, o el invierno, al que “Zaldiko” en su papel de animal protector, representando la primavera, derriba constantemente para dar paso a las nuevas energías de la naturaleza, dejando atrás las viejas.
Todo ello acompañado de un autentico ejercito de gentes disfrazadas ocultando sus rostros, llamados “Txantxos”, que crean el caos y que incordian constantemente al público, sin olvidar a los herradores, o “Perratzailes”.
MOMOTXORROS DE ALTSASU
Tal vez el carnaval más sobrecogedor de nuestra tradición. Los “Momotxorros” son unos impactantes personajes ataviados con un enorme cesto sobre su cabeza, del que sobresalen dos descomunales cuernos de vacuno, junto a un cabezal o “Ipuruko” de cuero decorado con tachuelas y flecos rojos o negros, del que cuelgan crines de caballo. Completan la indumentaria con una especie de sabana sobre su pecho manchada de sangre de animales, y en su mano portan una horquilla o “sarde”, con el que se dedican a azuzar al público. Varias decenas de estos personajes se dan cita en el frontón de la localidad donde se preparan y esperan la apertura de la puerta del recinto, para salir en estampida sembrando el pánico en la localidad.
Acompaña la comparsa un sinfín de personajes como los “Juantramposos”, las “sordinas”, el “akerra”, el arado,… En determinados puntos del pueblo, los “Momotxorros” bailan la preciosa “Motxorren dantza”, y todo termina en la plaza de la localidad, donde todos los participantes bailan un “Ingurutxo”.
Los propios “Momotxorros” son personajes interesantísimos en el estudio de estos carnavales, representan a un animal totémico como es el toro, que ejercería como protector de la comunidad. Es creencia que cuando alguien se mete o tapa con una piel de determinado animal, adquiere las características de ese animal.
Pero hay otros personajes interesantes, como es el arado, dos hombres disfrazados de bueyes portan un arado que, simbólicamente, labra la tierra, detrás otro esparce ceniza, todo ello nos habla de otro elemento principal del carnaval, la fertilidad de la tierra.
MASKARADAS DE ZUBEROA
Estamos ante, a decir de los especialistas, una de las representaciones simbólicas de animales más antiguas, tal vez unida a las pinturas rupestres de las cuevas prehistóricas. El personaje principal de estos carnavales es el “Zamaltzain”, el hombre-caballo un elegante equino, representado por el mejor de los bailarines de la comparsa. Las mascaradas zuberotarras, son un complejo ritual lleno de misteriosos y simbolismos. Básicamente se componen de 2 bandos uno rojo, pulcro, de buenas maneras, limpios, y otro negro, sucio y desordenado, sembradores del caos. En cada bando hay diferentes personajes y otros que se repiten, como el propio “Zamaltzain”, el “Tierrero”, el “Gathusain”,… otros son específicos de cada bando como los gitanos, o el señor y la señora. Los bandos pretenden entrar en el pueblo, ante lo que los habitantes levantan barricadas, que van superando hasta llegar a la plaza donde se baila. Visitan a los notables de la localidad, se realiza una función y se termina con una bellísima danza. Su origen es un misterio, además del vínculo del “Zamaltzain” con la importancia animal en los carnavales, también se ha querido ver en él una especie de dios animal, o de la abundancia. Directamente unida a los “kallikantzoroi” griegos o los “Hobby Horses” celtas, vinculados al solsticio de invierno.
También aparecen los herradores y castradores, que someten a “Zamaltzain” en una representación de sometimiento de la naturaleza.
HARTZA DE ARIZKUN
Un carnaval realmente brutal es el de Arizkun y su “Hartza”. Representa un animal imprescindible en nuestro carnaval, el oso. Quizás el más conocido sea este de Arizkun, pero también vemos este animal en Ituren, o en Markina. En el de Arizkun se presenta como fiero y agresivo, abalanzándose sobre el público constantemente.
Cargado de simbolismo, son varias las teorías que lo interpretan. Una es la de ser un animal protector del ganado, también representaría la renovación con la muerte y resurrección tras hibernar. Hay una leyenda a lo largo y ancho de Europa, en al que se cuenta que el oso se despierta y sale de su cobijo en Candelaria (2 de febrero), fiesta muy ligada al fuego, observa la luna, si vuelve a dormir, significa que el invierno durará 40 días más, si abandona su madriguera, significa que estamos en la última luna nueva del invierno, la primavera esta próxima. Algo similar al conocido rito de la marmota en Estados Unidos, posiblemente herencia de esta leyenda llevada por los emigrantes.
Citar también que en este carnaval se ejecuta una preciosa danza llamada la “Sagar Dantza”, en la que los bailarines bailan con manzanas en sus manos, quizás un elemento vinculado con la fertilidad de la tierra, que nos regala sus frutos.
SAKU ZAHARRAK DE LESAKA Y LOS YOTEAK DE UNANUA
Para terminar citar varios carnavales de los denominados “fustigadores”, como son los “Saku Zaharrak” de Lesaka, los “Yoteak” de Unanua, o los “Txantxos” de Abaltzisketa, entre otros. Tal vez los más conocidos sean los dos primeros, en los de Lesaka, unos personajes vestidos con sacos y rellenos de paja, recorren las calles de la localidad atizando con vejigas de animales al público. Llevan su cara tapada con una tela blanca, al igual que los de Unanua, pero estos lo hacen con unas antiquísimas máscaras de hierro llamadas “Katola”, y portan en su mano unas varas con la que pegan a los presentes. Cuando atrapan a alguien, debe arrodillarse y besar simbólicamente la vara. Parece que estos carnavales están vinculados a la fertilidad de la tierra, y nos llevan directamente a las lupercales romanas. Eran estas unas fiestas de la fertilidad y del ganado, en las que se realizaban una serie de ritos entre los que se encontraba el sacrificio de dos carneros. Estas pieles se hacían tiras, con las que unos hombres semidesnudos llamados “Lupercos”, corrían golpeando con ellas a los ciudadanos, en especial a las mujeres. Estas no podían negarse, pues se creía que esto facilitaría la fertilidad y el parto.
El hecho de que se oculten las caras bajo mascaras, y según diversos estudios, lo han relacionado con la simiente que se oculta en la tierra germinando a la espera de la primavera.
Estos son solo algunos de los múltiples y deliciosos carnavales rurales que tenemos en nuestra tierra, hay más Agurain, Lizartza, Ustaritze, Zalduondo, Amezketa, Goizueta…
Un maravilloso universo de cultura ancestral, que nos han legado quienes nos precedieron, que nos han puesto en nuestras manos, para que los disfrutemos, respetemos y cuidemos.
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