Ha caído Villa Supervielle esta misma mañana. La misma mañana en que se ha aprobado el nuevo plan de protección PEPPUC en el Ayuntamiento donostiarra, tal y como ha incidido Áncora, que también denuncia el reciente derribo de Iru Anaiak. «Todo indica que el goteo de derribos no ha hecho sino empezar», añade la asociación en una nota que además denuncia intereses particulares tras el caso de Iru Anaiak.
Respecto a Supervielle, que se encontraba en la calle Rodil de Gros, Áncora resalta en una nota de prensa que la alarma ha sido evidente entre quienes circulaban por el barrio dada la ubicación del edificio histórico, «que era muy visible desde la Avenida de Navarra». Para la asociación patrimonialista se trata de un caso más en que se pone de manifiesto que el PEPPUC ha nacido cojo.
El autor de Villa Supervielle fue el arquitecto donostiarra Francisco Antonio Zaldúa, titulado por la Escuela de Madrid en 1924. Esta casa de campo se construyó sobre el borde de la antigua Calzada de Pasajes (actual calle Rodil) por encargo de José Supervielle, propietario de una fábrica de pinturas en Errenteria.
Este industrial químico se convirtió en uno de los principales clientes del arquitecto, señala Áncora, y de la colaboración entre ambos surgieron inmuebles tan interesantes como la casa de Carquizano, 12, el edificio de Gran Vía 14 y esta villa de la calle Rodil, para la que se proyectó un pequeño laboratorio en su planta baja, dada la profesión del comitente.
«Había en él una reelaboración del lenguaje clásico con un sentido plenamente moderno», añade la asociación patrimonialista, que añade que podría señalarse cierta analogía con la arquitectura del fascismo italiano, que recupera elementos de la antigüedad dotándolos de una lectura esencializada. «Un caso nada habitual, en el contexto urbano donostiarra».
Esta obra ocupaba un lugar relevante en la producción del arquitecto y fue su último trabajo antes de la guerra civil. Zaldúa había participado en política como concejal republicano del Ayuntamiento de San Sebastián, y al estallar la contienda se vio forzado a refugiarse en Francia y Bélgica. No pudo regresar a la ciudad hasta 1940.
«Es la última villa que conservábamos de su autoría», denuncia Áncora. Estuvo habitada hasta época reciente y mantenía intacta su imagen original. Estuvo amparada en una primera moratoria de derribos, «siendo excluida después sin ninguna argumentación aparente».
Su destrucción dará lugar a otro chalet unifamiliar de nueva planta e idéntico aprovechamiento edificatorio, con la única salvedad de poder habilitar garajes bajo rasante. «Estos futuros aparcamientos han sido la causa de su desaparición», indica Áncora, para la cual «todo indica que el goteo de derribos no ha hecho sino empezar».
La asociación denuncia también que hace escasos días desapareció Iru Anaiak, otra villa situada en la Calzada de Eguía». Se trataba en este caso de una construcción de estilo neovasco, proyectada en 1918 por Ramón Cendoya, con cubierta a dos aguas, entramados a la vista y un pórtico delantero con columnas toscanas.
Respecto a Iru Anaiak, para Áncora resulta sumamente grave el que su derribo se haya concedido en virtud de una petición redactada por el director de Urbanismo Jon Chávarri durante la fase de exposición pública de la revisión del PEPPUC. «Se trata de un escrito (alegación nº 16) que deja traslucir intereses particulares, absolutamente impropios del cargo y responsabilidad que ostenta», denuncia Áncora.
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