Por Unai Maraña
Javier Álvarez presenta hoy su libro ‘Una nueva psiquiatría’ a las 19 horas en el Koldo Mitxelena. Donostitik.com ha tenido la ocasión de entrevistar a este profesional que promulga un nuevo modelo de psiquiatría “verdaderamente operativa, horizontal y menos nocivo para el paciente”. “Los fármacos antipsicóticos de por vida son una salvajada que embota al sujeto”, afirma. Reconoce que no ofrece soluciones fáciles, pero mucho menos una condena de por vida. Y apunta a que, a menudo, lo que más daño hace es el propio diagnóstico.
Usted es psiquiatra de profesión. ¿Por qué sintió la necesidad de una Nueva Psiquiatría?
Porque desde que he tenido mi primer contacto con la psiquiatría y hasta hoy he sido muy consciente de la escasísima consistencia científica que tiene esta especialidad médica y, por tanto, de la necesidad de ser muy autocríticos con todas y cada una de nuestras actuaciones psiquiátricas. Para que nadie piense que esta visión es una deformación personal mía, voy a repetir lo mismo pero ahora con palabras de Thomas Insel en su discurso de despedida como presidente del National Institute of Mental Health de Estados Unidos en el año 2013: “Debemos ser humildes y conscientes de que no sabemos lo suficiente y que la psiquiatría está todavía en pañales”.
¿Cómo surgió Nueva Psiquiatría y con qué fin?
En 2015, y para explicarlo citaré literalmente el artículo tercero de los estatutos de nuestra asociación: «Esta Asociación tiene como finalidad fundamental la búsqueda, elaboración y puesta en marcha de un nuevo modelo psiquiátrico que ponga fin a los múltiples elementos nocivos que comporta el modelo actualmente vigente. Dicha finalidad implica poner en tela de juicio toda la psiquiatría actual, tanto a nivel teórico como asistencial».
¿Tiene algún familiar que haya padecido o padezca alguna dolencia o vivencia psíquica de las descritas oficialmente como graves?
Sí, bastantes. Familiares en segundo o tercer grado, y también alguno en primer grado, diagnosticados de esquizofrenia paranoide, de depresión, de dismorfofobia, de dependencia alcohólica… Yo mismo fui etiquetado a la edad de 21 años de neurosis de angustia con crisis agudas de angustia, diagnóstico que hoy se llamaría trastorno de ansiedad generalizada con ataques de pánico.
La psiquiatría oficial y las asociaciones buscan desvincular violencia y esquizofrenia, quizás el mayor estigma que pesa sobre esto. ¿Qué les diría a esas madres y padres que tienen miedo de sus propios hijos?
En primer lugar les diría lo que repiten una y otra vez las estadísticas: las personas diagnosticadas de esquizofrenia cometen menos actos delictivos que las personas que no tienen ningún diagnóstico psiquiátrico. Es decir, en una población de 100.000 personas diagnosticadas de esquizofrenia se cometen menos delitos que en una población de 100.000 personas sin diagnóstico psiquiátrico alguno.
En segundo lugar les diría que los actos violentos en personas diagnosticadas de esquizofrenia son desencadenados más por el consumo concomitante de psicotóxicos (drogas) que por la sintomatología propia de la esquizofrenia.
Y en tercer lugar les diría que muchas de las reacciones agresivas de una persona diagnosticada de esquizofrenia son debidas a que desde el momento en que se le ha hecho ese diagnóstico esa persona siente que la tratan como si fuese incapaz de ser persona por sí misma, es decir, siente que la han despojado de su propia capacidad y responsabilidad de ser persona y que la tratan como un ser que no se vale por sí mismo y que no puede tomar decisiones por sí mismo. Es muy frecuente que se forme un tándem psiquiatra-familia que trata de hacer ver al paciente que tiene que dejarse guiar por lo que dicen ellos y no por lo que piensa él. Esta especie de «cosificación» de la persona con un diagnóstico de esquizofrenia es el origen de muchos conflictos familiares.
Usted viene hoy a Donostia a presentar su libro. ¿Hablará sobre la bipolaridad y la esquizofrenia?, ¿cuál es su tesis?
Con respecto a los diagnósticos de esquizofrenia y de trastorno bipolar hay una cuestión que considero muy necesario destacar: desde el año 1980, a raíz de la publicación de la tercera edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastorno Mentales (más conocido por sus siglas en inglés, DSM-III), se flexibilizó y se facilitó enormemente el diagnóstico de estos dos trastornos. Desde entonces para diagnosticar esquizofrenia basta con que estén presentes dos síntomas secundarios y ya no se precisa que aparezca ninguno de los síntomas que hasta entonces eran considerados primarios o definidores de esquizofrenia.
Algo similar pasó con el trastorno bipolar: se eliminó la necesidad de que haya una alternancia de fases de inhibición y depresión melancólica con otras de desinhibición y exaltación maníaca, y basta con una sola fase maníaca sin causa aparente para poder diagnosticar un trastorno bipolar. Ahora bien, una fase maníaca puede ser debida a mil causas diferentes que son imposibles de detectar en las primeras consultas: alteraciones endocrinas, alteraciones metabólicas, enfermedades neurológicas, epilepsia, estrés continuado, falta de sueño… Son mil las causas que pueden dar lugar a un estado de excitación maníaca y es completamente imposible descartarlas todas desde el primer momento. Por tanto, nos negamos a aceptar el diagnóstico de trastorno bipolar en base a una sola fase maníaca, lo mismo que nos negamos a aceptar el diagnóstico de esquizofrenia si no están presentes los síntomas que Eugen Bleuler, el creador en 1912 del concepto de esquizofrenia, consideraba primarios o definidores de dicho trastorno.
Entonces no está de acuerdo con el diagnóstico de ambas…
Pero hay más. Para acabar de entender el alcance y la gravedad de esta cuestión hay que aclarar otro punto muy importante: tanto el trastorno bipolar como la esquizofrenia son considerados por la psiquiatría trastornos de causa desconocida y de fuerte carga hereditaria, es decir, trastornos que aparecen sin ninguna causa que pueda explicarlos y que se atribuyen a alteraciones genéticas heredadas. De ahí que se conozcan con el nombre de «psicosis endógenas», es decir, psicosis que vienen del interior del propio organismo y que se manifiestan por temporadas a lo largo de toda la vida, a diferencia de las «psicosis reactivas», que son la reacción a una causa determinada y que desaparecen cuando deja de actuar esa causa.
Por tanto, cuando a una persona le diagnostican un trastorno esquizofrénico o un trastorno bipolar le están diciendo que ese trastorno es para toda la vida. Y lo que es peor: el modelo de psiquiatría bioquímica actualmente predominante sostiene y defiende que ya hay psicofármacos específicos para tratar esos trastornos y que dichos medicamentos hay que tomarlos durante toda la vida. Lo cual no sólo es mentira, sino que además es una auténtica salvajada: esos fármacos son simples tranquilizantes que aplacan el funcionamiento cerebral, dificultando el uso de las diferentes actividades mentales y manteniendo al sujeto en estado de embotamiento permanente. Pero de específicos no tienen nada, de hecho los antipsicóticos que se usan para tratar el el trastorno esquizofrénico son los mismos que se usan para tratar el trastorno bipolar.
¿Está familiarizado con las experiencias nórdicas, sobre todo el Diálogo Abierto de Jakko Sekula en Laponia Oriental, Finlandia, y las salas libres de medicación en los hospitales noruegos?
Sí, las conozco. Desde la introducción del psicoanálisis, a finales del siglo XIX, y las múltiples psicoterapias psicológicas derivadas del mismo, se han hecho muchos y fructíferos intentos de tratar los trastornos psiquiátricos, incluidos los más graves, con terapias que tengan en cuenta todos los factores que pueden determinar la aparición de dichos trastornos, no sólo los biológicos o físicos, sino también los emocionales, los económicos, los laborales, los sociales, etc. Pero lo que todavía no se ha conseguidos es que esos enfoques terapéuticos globales sean los que se usen de forma predominante y estandarizada. Y creemos que esto no será posible hasta que sean todos los afectados y concernidos por el problema psiquiátrico, es decir los profesionales, los usuarios y los familiares, los que planifiquen y decidan conjuntamente cómo se han de concebir y cómo se han de tratar esos trastornos. Mientras la psiquiatría se siga ejerciendo de un modo vertical en el que los profesionales son los que deciden y los usuarios y familiares han de limitarse a obedecer, no dispondremos de una psiquiatría verdaderamente operativa y útil.
¿Qué opina de que hoy en día se sigan aplicando coerción, electrochoque y sujeciones mecánicas en España, como está desgraciadamente demostrado?
Son dos cuestiones muy polémicas y controvertidas, pero al mismo tiempo, complejas, en las que es fácil caer en planteamientos estereotipados. Nadie pone en duda la necesidad de sujeción mecánica de una persona a la que se pone sobre la mesa del quirófano para ser operada. O la necesidad de sujeción mecánica de una persona que está obnubilada y prácticamente inconsciente en una cama del hospital y que puede caerse al suelo tras cualquier movimiento que haga. No son suficientes unas barras laterales de protección en la cama y muchas de esas personas necesitan un cierto grado de sujeción mecánica. Creo que el problema no radica tanto en el empleo o no de sujeción mecánica sino en cómo se usa esta medida terapéutica: no me cansaré de repetir que a todo paciente al que se le vaya a poner una sujeción mecánica, por muy agitado o confuso que esté, hay que explicarle detalladamente que esa medida no es para restringir su libertad sino para protegerlo a él o a las personas de su entorno de posibles lesiones derivadas de la agitación.
Ustedes se organizan en Grupos Abiertos Terapéuticos. ¿Cómo funcionan estos GATs?
Son espacios concebidos para que todas las personas implicadas en el acto psiquiátrico, muy especialmente usuarios, familiares y profesionales, puedan dialogar de forma completamente horizontal, abierta y sincera acerca de sus dificultades, dudas y problemas en relación a dicho acto psiquiátrico. Es una tarea que requiere mucha motivación, mucha constancia y mucha fuerza de voluntad. Muchas personas acuden a un GAT pidiendo que les resuelvan su problema psiquiátrico ya, pero eso no es posible: sólo tras meses o años de diálogo completamente abierto y horizontal los miembros que acuden al GAT son capaces de adquirir una visión diferente y más positiva y esperanzadora de su problema psiquiátrico. Sólo tras ese largo período de trabajo el sujeto adquiere el necesario empoderamiento respecto a su situación psiquiátrica.
¿Cuántos socios tiene a día de hoy Nueva Psiquiatría?
Desde hace más de un año oscilamos en torno a los ciento cincuenta socios. No es una asociación de masas, ni creo que lo llegue a ser nunca: no recibimos ningún tipo de subvención, ni pública ni privada, nadie en la asociación recibe remuneración alguna por su trabajo, no vendemos nada ni ofrecemos soluciones fáciles, sino que nos basamos en el voluntariado, en la motivación, en la constancia, en la voluntad, en el largo plazo…
¿Es cierto que opiáceos y benzodiacepinas (diazepam, lorazepam, etc.) son igualmente efectivos para controlar los síntomas psicóticos e incluso preferidos por los pacientes en vez de los neurolépticos?
Aunque en psiquiatría, como en cualquier otra disciplina humana, las cosas nunca son blancas o negras sino que tienen millones de matices diferentes, es cierto lo que usted dice: en muchos casos las benzodiacepinas resultan más efectivas para controlar los síntomas psicóticos que los neurolépticos y son mucho mejor toleradas por el paciente.
Como psiquiatra, ¿ha probado usted alguna vez psicofármacos? ¿Cuáles? ¿Durante cuánto tiempo? ¿Qué sintió?
Sí, he tomado antidepresivos, sobre todo fluoxetina; y también benzodiacepinas, casi siempre diazepam. Puedo decir que, así como con las benzodiacepinas noto que me disminuye claramente la ansiedad a los veinte o treinta minutos de haberlas tomado, con la fluoxetina nunca he llegado a saber si verdaderamente tiene un efecto antidepresivo o si la mejoría del humor que he notado en algunas ocasiones es simplemente por efecto placebo, es decir, por la sugestión de estar tomando una sustancia que considero buena para ese fin. Algo, por cierto, que me han comentado también muchos pacientes, tanto respecto a las benzodiacepinas como a los antidepresivos.
El consumo de psicofármacos, sobre todo antidepresivos y ansiolíticos, está en España a niveles de EE UU. ¿Vivimos una epidemia de salud mental o de sobremedicación?
Sí, padecemos una epidemia psiquiátrica. Una epidemia falsa y artificial provocada por los poderes fácticos que mueven la psiquiatría, muy especialmente las grandes Multinacionales Farmacéuticas. Para hacernos una idea de las dimensiones de esta interesada epidemia psiquiátrica, basta decir que uno de cada dos americanos padece un trastorno psiquiátrico; y uno de cada cuatro americanos tiene dos diagnósticos psiquiátricos. Esto, además de falso, es absurdo e insostenible.
¿Considera firme o tenue la frontera oficial entre drogas y medicinas? Ya sabe, anfetaminas para los niños hiperactivos, opiáceos y ketamina en los hospitales, etc.
Muy tenue… ¡tan tenue que inglés se usa la misma palabra para medicinas y para drogas!
¿Reciben los psiquiatras hoy en día en España formación en psicoterapia? ¿Por qué hay muchos más psiquiatras que psicólogos clínicos en la sanidad española?
En la formación reglada durante los cuatro años de residentes, son muy pocos los psiquiatras que reciben hoy formación psicoterapéutica… Son muy pocos los Servicios Psiquiátricos que ofrecen esta posibilidad a sus residentes y la mayoría han de buscar esta formación por su cuenta una vez terminada su formación y siendo ya especialistas.
Desde asociaciones como Activament se defiende que hay más cronificados que crónicos. ¿Lo comparte? ¿Nos lo podría explicar?
Sí, totalmente de acuerdo: más que de crónicos habría que hablar de cronificados por el sistema. La actual psiquiatría, con sus ineficaces sistemas diagnósticos y con su excesiva sobremedicación en dosis y tiempo es una máquina de cronificar personas diagnosticadas de trastorno bipolar y trastorno esquizofrénico. De hecho cada vez son más las voces de psiquiatras eminentes que preconizan la desaparición de estos diagnósticos, los cuales deberían ser sustituidos por un simple síndrome de predisposición a la psicosis o psicosis inespecífica, sin ningún apellido y sin ninguna connotación de mala evolución. Probablemente lo más grave y lo que más daño le hace a una persona con diagnóstico de esquizofrenia es el propio diagnóstico. No nos cansaremos de repetir: esquizofrenia delenda est… la esquizofrenia tiene que desaparecer.
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