El pasado 18 de octubre hizo un año desde que una joven llamada Nhu empezase a demoler las paredes de un local vacío con el objetivo, al principio, de “abrir un bar”. En los stories de Instagram de Bouiboui Shop de Gros (calle Trueba, 4) se le ve dispuesta a todo, sujetando un martillo con más humor que pericia y agujereando el espacio. Pero una vez que las obras fueron avanzando vio que los requisitos y condiciones para poner en marcha un nuevo establecimiento hostelero en el barrio le estaban complicando la vida. Que si licencias de todo tipo, dos baños, uno de ellos para personas con discapacidad, una inversión económica muy significativa… Esta joven francesa de origen asiático —nació en Vietnam— tropezó con la farragosa burocracia ibérica.
“Había hablado con un arquitecto y todo estaba pensado para poder tener un bar, pero la experiencia con la tienda está siendo tan buena que creo me voy a quedar como estoy. Bouboui Shop será una tienda en la que de vez en cuando se realizarán eventos”, explica en un ajetreado viernes por la tarde. La conversación se interrumpe por el goteo constante de gente que viene a recoger sus paquetes, ya que este lugar también funciona como punto de recogida. Atiende a uno de estos clientes fugaces y retoma la charla. “Ser un punto pack es un escaparate más, me da publicidad. Es una manera de darme a conocer”, dice. ¿Cuántos de los que entran a por un paquete te compran algo? ¿Una cuarta parte? ¿Un tercio? “Uhmm, diría que la mitad”.
Nhu vivió en Londres cinco años, una ciudad “demasiado grande y cara” y que estaba consumiendo su energía. En la capital inglesa trabajó en varias agencias de comunicación especializadas en comida y bebida. Con su familia establecida en Tolouse, Francia, decidió mudarse a una distancia prudencial y empezó a idear un nuevo proyecto profesional en San Sebastián. Había barajado la opción de marcharse a Madrid o Barcelona, pero pronto desechó el plan. Son dos urbes, seguramente más amables que Londres, pero con dinámicas parecidas. “Aquí se está muy guay. Donostia me encanta. La montaña está cerca, hay mucha naturaleza, tiene playa, mar…”, cuenta. Y en pleno flechazo donostiarra alaba la gastronomía local, claro. “Para mí la comida es un factor muy importante, es algo central. Mi novio también trabaja en el mundo del vino”.
La prehistoria de Bouiboui Shop arranca a modo de tienda efímera o pop-up en negocios vecinos como la cafetería de especialidad Simona o la tienda de vinos naturales Bodega Klandestina. Nhu vio entonces que su plan podía funcionar y que merecía la pena, al menos, intentarlo. “La acogida en esos lugares fue genial, muy buena”, rememora. Pero cuando en el mes de junio, tras varios meses de retraso acumulado, al fin inauguró su propio local se topó con el reparo de las generaciones más antiguas del barrio. Se quedaban al otro lado del escaparate escudriñando el interior, con cara de póker. “Al principio miraban con extrañeza. Les parecía raro y curioso. Me preguntaban: ‘¿qué es esto? ¿Un supermercado? No hay fruta, ¿por qué no tienes fruta?’”. Poco a poco, no obstante, ha ido cuajando entre este sector veterano más reacio y que, por lo que cuenta, se decanta por el “queso y los embutidos” del mostrador.
La palabra boui-boui viene del francés y, según el diccionario Larousse, hace referencia a un “antro” o “tugurio”, lo que le ha valido como punto de partida para montar una original y colorida tienda de delicatesen con productos de todo el mundo. Nhu amplía el concepto con su propia definición. “Es una tienda en la que quiero compartir cosas chulas y ricas, productos que me gustan mucho y que nos sirven para disfrutar de la vida. Tengo cosas de Bélgica, Italia, Portugal y Japón, quesos españoles…”. En las cosmopolitas y cromáticas estanterías se pueden encontrar botellas de vino, cervezas artesanales, bolsas de patatas con packaging vintage, todo tipo de comida para picar algo en el aperitivo, salsas picantes, especias, pasta italiana, plantas, objetos de cerámica, merchandising, las tortillas de maíz de la marca Jajaja y, en fin, una miscelánea de contenidos de todo tipo que entran por la vista.
“Los productos estrella serían las bolsas de patatas fritas, las tortillas mexicanas azules y la pasta. Son las tres cosas que más vendo”, señala Nhu. En una pared asoma un poster con un sándwich de queso fundido que tiene una pinta deliciosa y que ella prepara en un momento para que te lo puedas llevar. Entre las opciones de recoger comida en el establecimiento destaca otro bocadillo, el de pastrami ahumado, al que también le añade queso y mucho ajo.
Bouiboui Shop nació como una tienda virtual donde se aprecia el gusto por la estética, por la belleza multicolor, y también por las cosas “diferentes y alternativas”. “Trato de que se refleje mi personalidad con todo lo relacionado con la tienda”, afirma. Incluso el logo surgió como un retrato de Nhu, aunque terminó derivando en una simpática joven con un moño que guiña un ojo y atiborrada de productos y objetos a su alrededor.
Eventos
Los eventos gastronómicos, culturales y musicales se han convertido en otra de las señas de identidad de este espacio dinámico y amplio. El pasado sábado 14 de octubre, por ejemplo, los vinos naturales de Bodega Klandestina se mezclaron con las plantas ecológicas de Baserriloreak y la irlandesa Orla Rose animó el ambiente con sus versiones en acústico. Fue un éxito. El dúo indie pop argentino Las Nubes también ha pasado por aquí. Próximamente, en el mes de noviembre, habrá un taller de Kimchi, el famoso aperitivo coreano, que maridará con el vino Beauloais Noveau, coincidiendo con la celebración de la gran fiesta vinícola francesa. “El cantador no sé quién será”, dice en su divertido acento francés. A continuación, una pareja de turistas estadounidenses entran a la tienda con cara de asombro y, encantados de la vida, comienzan a hacer acopio de alimentos y todo lo que les gusta, un poco como la chica que simboliza el logo de la tienda.
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